viernes, 1 de agosto de 2008

UNA HISTORIA DE ALGUIEN


Alguien me ha hecho llegar una historia para la recolectora. Agradezco enormemente el esfuerzo que algunos haceis por sacar estas historias del baúl de los recuerdos, donde yacen enterradas. Incluso olvidadas. Nunca es fácil recordar el dolor o la decepción que sentimos en su momento. Siempre es más fácil recordar lo ameno, pero a veces, parece que le restamos importancia. Inma compartió su experiencia, y esta persona, comparte una historia de desamor. La recolectora de historias que soy, agradece su aportación.


Cuando te dejan, duele. cuando aún estás enamorado de esa persona, duele más. Cuando esa despedida aparece sin previo aviso, es demoledor. A veces, hay migajas por el camino, que sabes que conducen a un futuro desacuerdo. Consiguiente separación. Quizás tú también vayas dejando tus propias migas. Guijarros blancos como lágrimas de sal. Pero sirven para prepararte. Para lo inevitable. O para la lucha. para conservar aquello que deseas mantener.


Cuando fuimos a vivir juntos, no esperaba que la historia, nuestra historia, fuera a deambular por estos derroteros. Paletadas de tragicomedia. Quizás hubieron señales que no supe ver. Interpretar. Pensé que todas las dificultades que aparecieron eran peruebas a superar. Para demsotrar nuestra solidez. Para que supiéramos valorar el éxito, una vez conseguida la meta. Ahora pienso que, tal vez, fueron señales que indicaban que el camino que seguiamos, no era el correcto. Quizás tú ya lo sabías entonces.


Y un día me dijiste que te ibas. Me plantaste delante un montón de excusas que no entendía. Supongo que tú tampoco. Excusas ilógicas. Incatalogables. Excusas extraidas de un catálogo de abandono. Mentiras disfrazadas de excusas. Y no entendí. Y te dejé ir. Me dejaste solo en una casa a medio construir. Pensando que te ibas porque estabas huyendo. Qué iluso.


Pero los secretos no se pueden ocultar por mucho tiempo. Y si son grandes, menos. Aún me asombra que pensaras que podrías conseguirlo. Me duele que creyerasa que era tan estúpido. La casualidad, porque siempre son las casualidades, quiso quitarme la venda de los ojos. Se encendieron las luces para que pudiera ver. Cayeron las máscaras. Y la verdad, se presentó ante mi, con su terrible realidad.


Estabas con otro. Pero no con otro cualquiera. Con mi mejor amigo. Te presentaste como un Peter Pan, y resultaste ser el Capitán Garfio. La incredulidad dio paso a la estupefacción. La estupefacción me dio tiempo para pensar. Para atar cabos. La curiosidad desató la furia. Una furia fría. No venía del hecho de que me hubieras dejado. Eso pasa continuamente. Eso lo puedo llegar a entender. La furia tenía su origen en tu mentira. Pero, sobretodo, en vuestra cobardía. La traición no es que estuvierais juntos. O que jugarais a quereros. La traición fue la cobardía, vuestra falta de cojones para decirme qué pasaba. os quería a los dos. Formabais parte de mi vida. Parte importante. Ineludible. Pero, para vosotros, yo no merecía el derecho a saber. Vuestra confianza. Vuestra verdad.


Me habeis quitado muchas cosas. Cosas que no cabían en las maletas que te llevaste, pero que igualmente se fueron tras el eco de tus últimas pisadas. Del aroma de tu pelo, que permaneció en la almohada, y que quedó ahogado con el peso de mis lágrimas. De mi rabia. Me quitasteis a dos personas de mi vida. Vosotros. Como una oferta barata de supermercado de saldo. Un 2x1. Me quitasteis la ilusión, la confianza en un mundo de personas justas. Honradas. De amigos sinceros. Pero, sobretodo, me quitaste el derecho a una explicación. A saber. No disteis la cara cuando os llamé. Cobardes. Traidores. A veces la vida puede dar miedo. Yo os di miedo. Pero cuando se toma una decisión, hay que acarrear las consecuencias. Yo fui una de ellas. Hace falta madurez para coger el toro por los cuernos. Defender tu postura con la cabeza bien alta. Pero en vez de esto, hicisteis oidos sordos. Os escondisteis. Me privasteis de la posibilidad de contestar tantas preguntas... Preferisteis que me quedara solo con mis dudas, mis suposiciones. No merecía esto. Yo no os lo hubiera hecho. Lo sabeis. Por eso pienso que la vergüenza fue la que condujo vuestros actos.


La vida sigue. La furia se apaga. Se duerme. Los valores cambian. Mi manera de entender la vida, el amor, la amistad, ha quedado transformada para siempre. Amigos que estaban ahí, demostraron su valía. Cogieron las riendas que tirasteis en vuestra huida. Pero sobretodo... sigo sin entender. Sin saber.

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