miércoles, 30 de julio de 2008

MIS OTROS YO


Soy una persona normal y corriente. Tengo cosas buenas, y también, las tengo de malas. Tengo cosas que siempre quise tener. Me faltan cosas que quisiera. Porque no somos perfectos. El éxito consiste en querer serlo.


Hay muchas cosas que me gustaría cambiar de mi. Como a todos. No soy especial en ese aspecto. Pero cuando quiero modificar un aspecto de mi carácter, utilizo una técnica que creo que es denominación de origen. Origen moniquero. Creo alter egos. Los doto de nombre e historia propias y su rasgo más característico es que en su personalidad, destaca ese rasgo que a mí me gustaría tener, y que no tengo. Así que cuando quiero mejorar algo, o necesito utilizar un recurso que no poseo en demasía (no sé, encararme con alguien, por ejemplo), imagino que soy ese personaje imaginario, e intento actuar como lo haría él. Bueno, ella, que soy una chica, aunque a algunos se les olvide (ehem, ehem). Y ya sé que a lo mejor es de locos, de locos de verdad, pero el caso es que a mí me funciona la mayoría de veces. Tengo una galería de personajes de lo más variopinto. Los saco a relucir cuando la necesidad lo requiere, aunque no dejen de ser rasgos de personalidad enmascarados de personajes, al más puro estilo de rol.


La más antigua es Eina. El nombre lo escogí porque fue mi primer personaje de rol y le tengo cariño. Eina es esa parte más instintiva, que casi siempre trato de controlar. Es Mònica cuando las inhibiciones van desapareciendo a medida que aumenta el nivel de alcoholemia. Eina es mordaz, y provocadora. Coqueta. Le encanta hablar con todo el mundo, sin timidez, con osadía. Es la reina de la fiesta. El centro de atención. No tiene pelos en la lengua, y dice lo que piensa. Lengua viperina que juega en orejas ajenas. Coje lo quiere, o si no, lo intenta. Eina es nocturna. Sólo sale a pasear en contadas ocasiones porque a la mañana siguiente, soy yo la que recoge los destrozos.


Ireth sería esa parte romántica que aún lucha por sobrevivir a pesar de mis esfuerzos porque desaparezca. Se esconde en algunas miradas, en los detalles y me susurra sueños imposibles cuando estoy distraida. Reluce en días especiales, días comerciales. Es la que espera aún rosas blancas. Se escapa de mi control, de mi raciocinio. Es transparente. Va desapareciendo con el peso de los años y las decepciones. Pero aún resiste, y se permite el lujo de sorprenderme, cuando estoy con la guardia baja.

Y por último está Icewoman, la vengadora enmascarada. La justiciera de los corazones rotos. La que planea venganzas, que le gustaría llevar a cabo. La que espera paciente su oportunidad para dejar las cosas claras. Sin pelos en la lengua. Defendiendo las cosas en las que cree. Franca, directa y justa. Valiente. Encara las situaciones, ignominiosas a veces, con una sonrisa en los labios, y las dagas en la punta de la lengua, listas para ser lanzadas al menos atisbo de insolencia. Ella es como todo superhéroe, atormentada por hechos que no puede controlar, busca su propia justicia contra los enemigos. Aquellos que osan romper un corazón, están en su punto de mira. El perdón ya no es una opción para ella.

Partes oscuras. Partes hermosas. Todas juntas forman otra yo. La yo que me gustaría ser. La que no me atrevó a ser. La que, quizás, no sería bueno que fuera. Ellas me completan, de una manera ilógica. Todos tenemos esa parte nuestra que no controlamos. Ese rasgo de carácter que se escapa en determinadas ocasiones y que, a veces, nos llega a sorprender. Eso se ve. Siempre decimos que alguien nos ha dejado sorprendidos porque no sabiamos que fuera así. Incluso nos podemos llegar a sorprender a nosotros mismos. A esta parte desconocida es a la que me refiero. Sólo que yo conozco a algunas. Las vuelvo antropomórficas. Las saco del subconsciente y las materializo. Porque puedo. Porque quiero. Porque conocer, es saber. Porque dejarse conocer, es ofrecer a los demás la oportunidad de que te descubran. De que te acepten. De que te quieran por lo que eres. No por la imagen que puedas dar. En este baile, las máscaras quedan fuera.

martes, 29 de julio de 2008

CAMBIOS


A veces, cuando empiezo a escribir, no sé qué va a salir de mis dedos. Las teclas se oprimen solas. La mente vaga libre y, por unos instantes, se desconecta de su humana prisión. Vuela sin alas. Las ataduras se sueltan. No pensar, en cierta manera, me libera a mí también. Mi mente viaja al subconsciente. Se llena las manos de niebla, con los malos recuerdos, sensaciones impertinentes, deseos frustados y recuerdos nostálgicos. Lo recoge todo y luego lo transmite a mis dedos, que a veces vuelan veloces por el teclado. A veces dudan de escribir según qué. Toda la verdad de mí queda camuflada en metáforas que son sólo para uso propio. Para el que se sienta aludido. Para el que sepa leer entre líneas. Para el que sepa leer la verdad. Mi verdad. Para el que esté dispuesto a verla.


Hoy es día de divagaciones varias. Tengo muchas ideas que me rondan la cabeza. El año está siendo movidito en varios frentes, lo que ha hecho que diversas situaciones hayan ocasionado un cambio de perspectivas. Un cambio de actitud. De valores, tal vez. Quizás hoy es día de valorar cómo ha ido esta mitad de año. A qué conclusiones creo haber llegado. Qué he variado. Cómo enfocar lo que queda hasta que acabe diciembre. Quizás es un tontería. Pero a veces, siento la necesidad de parar de andar, y tomar un respiro antes de continuar.


Ha sido un año de cambio sobretodo en las amistades. Amistades que tuve que alejar para poder vivir de más cerca. Inma se fue, y es precisamente de este modo, como la siento más cerca. Nos apoyamos tanto la una en la otra, que no nos damos cuenta y acabamos dependiendo la una de la otra. Formamos nuestro micromundo y ya no dejamos entrar a nadie más. Nos quedamos más solas, y eso sólo hace que reforzar la bola de cristal en la que estamos refugiadas. Hubo que romper la burbuja que nos envolvía, para que volvieramos a recordar que, aunque siempre nos tendremos, ahí afuera también hay vida. Vida independientemente de la otra parte. Vida para conocer. Pero qué duro es abandonar el oasis y enfrentarte a la arena ardiente del desierto. Aunque cuando la arena empezaba a quemar y creí que no sería capaz, apareció Jordi, con sus yatzhee y sus crucigramas, me cargó a hombros y, cuando me soltó, noté sorprendida que la arena era tibia. Así aprendí que hay gente que aparece y desaparece, como espejismos de bruma, para ayudarte en momentos determinados.


También se fue Xavi, pero fue diferente. O quizás no tanto. Si no eres capaz de romper un vínculo emocional con alguien, has de poner tierra por medio. Es el único camino. Si no, esos lazos invisibles que te atan no se rompen. Y no puedes avanzar. Y no puedes ver la verdad que la gente esconde. Porque no la quieres ver. Ideales que fracasan ante la realidad. De todos modos, he aprendido que hay otros caminos para desatar lazos banales. Las palabras a veces, son más contundentes que el aislamiento. La ausencia de un perdón, es más devastadora que la realidad. La mentira te puede hacer dudar. A veces sólo ves en la gente, aquello que te gustaría ver. Nadie es tan perfecto como tu corazón te quiere hacer creer. Al marcharse, yo cerré por fin esa página que no acababa de terminar y él, cerró la puerta con un portazo que hizo que se abrieran varias ventanas. Y por ahí entró Marius, dispuesto a enseñarme que los amigos de verdad existen. Que si tienes a alguien que está tu lado, puedes ser valiente. Que si te caes, hay alguien que te tiende una mano. Que algunos no somos de carne, sino de roca. Porque somos fuertes. Porque nos han roto el corazón y, hemos sobrevivido para el siguiente asalto.

Mi Neus se casó. Y ella cumplió su sueño, y me permitió ser feliz al compartirlo conmigo. Y la boda me trajo varias cosas. Los novios del pastel. El retorno de Meri. De manera que ahora volvemos a ser las tres. El triángulo de las Bermudas Santsalvadoreñas. El trío vuelve a estar completo, y eso, de alguna manera, nos hace más fuertes.

Y Desiree, siempre eterna, siempre ahí. por suerte, entre tantos cambios, siempre está la roca que permanece firme y que nos permite aferrarnos a ella, hasta que los vientos se vuelvan suaves brisas.

Gente que entra, que vuelve, que aparece, que se hace más fuerte. Gente que nos sostiene, que nos apoya, que nos quiere, que nos ayuda a avanzar. Gente que se marcha, que echamos, que se distancia, que se pierde. Gente que nos daña, que nos retiene, que nos ataca, que nos duele. Todas ellas son una vida. Todas ellas, me hacen más fuerte.

domingo, 27 de julio de 2008

ROSAS BLANCAS


Siempre había tenido un sueño estúpido. Ese sueño como tantos otros, ya no existe. Ya no está. Pero quería compartirlo porque hacía mucho que estaba conmigo y ya le había cogido hasta cariño.


Yo soñaba que la persona de mi vida, ese príncipe azul en el que aún creía de vez en cuando, sería identificado mediante una señal. Él me regalaría un ramo de rosas blancas, mis flores preferidas. La dificultad estaba, pues si no, cualquiera podría ser ese príncipe encantado, en que yo jamás diría a nadie, bueno, a ningún posible candidato, cuáles eran esas flores que me hacían suspirar. Era mi propio laberinto del Minotauro. Sólo los que siguieran el camino correcto serían capaces de llegar al centro, donde estaría esperando exultante. Con el rostro arrobado y esas patrañas típicas de novelas rosas. Por supuesto, cualquier persona mínimamente avispada, y que tuviera interés en llevar a cabo semejante hazaña, tan sólo tenía que preguntar a cualquier persona de mi círculo íntimo, cuál era el color correcto de mis preciadas flores. Todas mis amigas saben que suspiro por una, o unas cuantas, de esas rosas blancas. Migajas de información que marcaban el sendero a seguir. Según las flores escogidas, o la ausencia de ellas, la persona en cuestión se situaba más o menos cerca de cumplir mi sueño. De ser la señal que lo marcaría como aquel al que mi corazón estaba esperando.


Pero curiosamente, aunque dos personas hayan cumplido los requisitos, ninguna resultó ser ese príncipe que yo esperaba. Más bien resultaron ser ranas. El primero que me regaló rosas blancas fue Xavi, en un cumpleaños. Un bonito ramo que entregaron los señores de Interflora. Por un momento, estuve asustada de que la señal indicara que ese hombre, bastante entrado en años (y en carne) con mono azul, plantado ante la puerta de mi casa, con un ramo de rosas blancas, fuera el elegido. Pero cuando leí la targeta, sonreí, bastante aliviada y le cerré la puerta en las narices (no fuera que me pidiera propina, pues era joven e indigente). La targeta, que aún guardo (hay cosas en las que nunca cambiaré), reflejaba la consecución de ese sueño y la promesa de otros. Pero esos otros nunca llegaron. Las rosas se marchitaron. La vida continuó y con ella mis esperanzas de que, algún día alguien volviera a sorprenderme con rosas blancas.

El siguiente que consiguió acertar con el color, fue Jordi, el de París. Lo nuestro fue un amor a primera vista. De todos modos al chico le costó decidirse y yo no ayudé mucho, pues tenía dudas. Y a otro en la cabeza y en el corazón. Hay que ser sinceros a estas alturas. Esas dudas cogieron las maletas y se fueron para siempre jamás, un día en que me dijo que si aceptaba una cena con él, me traería un ramo de flores, como un caballero. Qué flores traerías? le pregunté expectante. Y se me quedó mirando a los ojos, y creo que de algún modo extraño, me leyó los sueños pues contestó sin asomo de duda: para ti, rosas blancas. No puede ser ninguna otra flor. Así que acepté, y él cumplió la promesa. Y estuve convencida mucho tiempo que las rosas no se habían equivocado. Pero.... lo habían hecho. La oveja se quitó el disfraz y apareció el lobo debajo. Un viaje y un mensaje de móvil después, Jordi desapareció y se llevó mis esperanzas y mis rosas consigo. El Minotauro estuvo cerca de conseguirlo. El príncipe se convirtió en sapo.

Y ya no me han vuelto a regalar rosas blancas. Por sorpresa, quiero decir. Los amigos a veces me sorprenden con una para hacerme sonreir. Pero las rosas blancas ya no marcan el camino. Ya no son una señal. Una crece, y la vida te hace madurar. Te pinchas con las espinas de esas rosas que prometen tanto amor, y te das cuenta, de que ya no te gustan. Hasta les tienes miedo.

Guardo un pétalo de cada ramo. En mi diario. En mi corazón. Las rosas blancas siguen siendo mis favoritas. Pero ya no son rosas de amor.

martes, 22 de julio de 2008

TENGO 30 AÑOS




Bueno, en verdad, ya tengo 31, pero quería hablar de cuando cumplí los 30. Fui de las pioneras en esto de cambiar de decenio entre mis amigos. Son las desventajas de haber nacido en enero.




Realmente, para una persona que se jactaba de quedarse inmune ante el paso de los años, la catástrofe que fue el dejar de ser una veinteñera, fue todo un espectáculo. La verdad es que, últimamente, los años que han ido pasando, se han vuelto inclementes con mi persona. Hay gente que cree que cuando pasan cosas malas, sucesos duros, enfermedades varias o pérdidas irremplazables, es porque hay que aprender una lección. Yo ya he dicho que paso. No quiero aprender nada. Prefiero vivir un poco más feliz, nadando en la ignorancia. Si he de aprender a ser fuerte es porque vendrán situaciones en las que lo requiera. Eso me mosquea bastante. ¿Significa esto, que estas visicitudes por las que estoy pasando, tan sólo suponen el preámbulo de algo peor?


En fin, a lo que iba. Un par de semanas antes de cumplir los 30 cometí una estupidez. Me miré en el espejo y recordé. Fue en ese momento justo cuando entré en crisis profunda. Porque a mi, el futuro es algo que no me preocupa especialmente. Lo que haya de venir, vendrá. No se puede evitar. Eso lo he aprendido tras intentar pactar con Dios y con el diablo, Buda, Mahoma y todo una ristra de santos varios, una mejora en mi calidad de vida presente y futura. Por favor, que se enamore de mi. Por favor, que pueda desenamorarme de él. Por favor, que me toque la lotería. Por favor, que me entre ese pantalón aunque sea de una talla menos. Por favor, que se quede impotente. Por favor, que se cure milagrosamente. Nada. Nunca me han funcionado las peticiones. El futuro se ha plantado ante mi inexorable. Arrasando, asolando, y de vez en cuando dándome un respiro para recuperame para el siguiente combate. Treguas finitas. Tiempo de lamerme las heridas. Por eso no me preocupa. Ya he asumido que lo peor puede tornarse aún más malo. Y que a veces las cosas cambian. Es cuestión de paciencia. A nadie le pueden ir mal las cosas tanto tiempo. No es factible.


Pero el pasado... eso es otra cosa. Eso sí me afecta. Es una tontería, lo sé. Porque tendría que ser precisamente al revés. Pero la melancolía es una acérrima enemiga. Miro hacia atrás y veo todo lo que no he conseguido. Los sueños que al romperse, clavaron sus astillas en mi alma. Las ilusiones que me hicieron avanzar y luego se desvanecieron. Los logros que parecieron importantes y que ya van perdiendo su brillo. Recuerdos de plata vieja. Personas que ya no están. Personas que siguen estando, pero que en el fondo, tan sólo son espejismos que se sostienen por el peso de los años. En el pasado me pierdo. La nostalgia me da pena. Yo me doy pena cuando estoy así.


Me miré en el espejo y recordé. Sí, craso error. Porque me vi con 30 años como soy. Y no me desagradó. Tengo un trabajo que me gusta. Estudio lo que quiero. Vivo por mi cuenta desde... mucho. Tengo amigos. Tengo un perro. Y mi familia va sorteando como puede las adversidades. Miro mi vida y pese a que el ámbito del amor sea un completo desastre, creo que puedo decir que estoy satisfecha con lo que he conseguido. No me han dado nada. Todo lo que tengo lo he peleado. Lo he sudado. Lo he ganado porque me lo merezco. Pero al recordar lo que yo soñaba que tendría con esa edad... Ya tendría que estar casada. De hecho iba a conocer a mi marido en la universidad, exactamente un año antes de acabar la carrera. Iba a trabajar en un gran hospital, viajar a la India o Perú para vacunar a los niños de las tribus. Con 30, ya tendría que tener a mi segunda hija en brazos. Tendría que estar pagando religiosamente la hipoteca de mi bonito ático. Y sacar a pasear a mis perros. Muchos.

Pero no tengo nada de lo que estaba segura iba a tener. Comparto piso. De alquiler. Y es un segundo. Sigo sola. Mi flamante marido debe vivir en el continente austral y po eso no lo encuentro. Y los hijos... yo sola no puedo pagarlo todo. O comen ellos o como yo. Aunque siempre podríamos comernos al perro, claro. Y no hablemos de afrontar una hipoteca sola... entonces tendría que comerme a los hijos.

La dura realidad versus mis ilustres fantasías. KO total. Si por mi fuera me hubiera encerrado en casa hasta cumplir los 70 y llegar a esa edad sin que me importara un pito lo que pensaran los demás. La culpa es de la sociedad, que nos inculca estas aspiraciones familiares y materiales. No digais que no os han dicho unas mil veces que como puede ser que una chica tan fantástica como tú (o chico) aún no tenga pareja. Que los hombres de hoy día deben ser tontos. Está claro que efectivamente, esa es la respuesta correcta. Son tontos de remate. Y la vida es demasiado cara para satisfacer ese aspecto material que se nos exige. De todos modos, yo he llegado a la conclusión de que prefiero gastarme el dinero que ahorro en estupendos viajes, que en sacrificar mi vida y mi ocio embarcándome el la titánica tarea de pagar un piso. De propiedad. No me enterraran cuando muera en mi piso, pero los recuerdos de esos viajes sí que me los llevaré conmigo a la tumba.
Desde entonces, el paso de este año y parte del siguiente, han mitigado en parte esa sensación de desolación e impotencia. Ahora observo divertida como otros pasan por estas fases, más o menos con mayor o menor estoicismo. Según lo que hayan conseguido arañar de esos sueños de la infancia o de la juventud.

lunes, 21 de julio de 2008

MI MUNDO ROSA


Una vez, una persona a la que quería mucho, muchísimo, me dijo que pensaba que yo vivía en un mundo rosa y, que las veces que visitaba la realidad, ésta se mostraba demasiado dura conmigo y me obligaba a retirarme otra vez a ese mundo en el que vivía refugiada. No entendí muy bien si ese mundo lo había creado yo para escapar de la realidad, o bien, formaba parte inherente de mí, de mi manera de ver el mundo. Hay cosas que la gente no sabe explicar. Porque hay pocas palabras para expresar lo abstracto. Los sentimientos. Las ideas. Y también hay cosas que prefiero no preguntar. Porque hay respuestas que duelen. Que defraudan. Vivir en la ignorancia, a veces puede llevarte a ser feliz.

De todos modos, la idea de que esa persona pudiera pensar que, en cierta manera, viviera en una realidad alternativa, en un mundo rosa, me hizo mucho daño. Me decepcionó que no viera como soy en realidad. Ojalá pudiera tener un mundo rosa en el que refugiarme de vez en cuando. Desconectar de una realidad, que a veces se torna insoportable. Eso sólo lo consigo cuando duermo. Cuando soy la que dirige el rumbo de mis sueños. La ilusionista nocturna que torna las experiencias y sucesos diarios en una fantasía onírica, que a veces me hace reir. Que a veces me hace llorar.

Que vivo en un mundo rosa es la imagen que proyecta una máscara. Soy la reina de las máscaras. La dama de las cebollas. Ya lo dije. Ya lo avisé. Prefiero que la gente piense que vivo en un mundo rosa. Los que de verdad se molestan en conocerme, saben que precisamente eso, no es así. Mis amigos saben que soy fantasiosa, sí, pero que soy de las pocas personas que conocen, que tiene los pies firmemente agarrados al suelo. Soy realista. A veces demasiado. Y por eso sé que la realidad es muy dura de llevar. Puede ser cruel. Puede ser egoista. A veces es maravillosa. Sorprendente. Pero nunca sabes cuándo. Por lo tanto, si la vida ya nos parece dura de por sí, ¿por qué mostrar a los demás lo terrorífica que puede resultar para uno?

Yo reparto esperanza. Sonrío y muestro que soy una superviviente. Que ante las adversidades, una risa es un escudo. Que por más que te rompan el corazón, sigues soñando con ese príncipe azul. Que cuando te hieren, lo mejor es perdonar, aunque no te lo pidan. Que aunque te den de ostias, lo mejor es levantarse y volver a andar. No tengo problemas, o al menos, les resto importancia. Esa es mi máscara. Vendo ilusiones. Recolecto historias para explicar.

Cuando llego a casa y estoy sola, a veces, sólo a veces, me quito un rato esta máscara para descansar. Es duro vender a los demás que estás bien, que eres fuerte, que estás superando los disparates ante los que te encuentras. Me hago una bola y desconecto. Escucho a mis secretos, que se esconden feroces en el corazón. Piedras para el alma. También escucho música. Pero sobretodo, sueño. ¿Será ese en verdad, mi mundo rosa?

Creo que lo que más me dolió del comentario del mundo rosa, no fue el hecho de que mi máscara funcione como yo quiero, sinó el hecho decepcionante de que, esa persona tan importante para mí, no supiera ver a través de ella.

sábado, 19 de julio de 2008

LA LISTA DE INMA



Inma tiene una capacidad brillante para catalogar a la gente en diversas categorías. A veces con un simple vistazo los situa en un grupo determinado, por ejemplo, si el hombre bebe cerveza, se trata sin duda de un hombre clásico. Estas clasificaciones hacen referencia al mundo interior de Inma y la manera de organizar ella sus vivencias, sus ideas y sus propias experiencias. Con ello quiero dejar claro, que su clasificación pertence, sin asomo de duda, a un método no científico y totalmente empírico, sin dicha definición puede ser posible. De todos modos, con ella, hasta lo imposible y lo absurdo tienen su lugar.


Ella, generosamente, me ha facilitado las diferentes categorías a las que puede pertenecer una persona, en este caso del género contrario, y las definiciones en las que se basa para situarla en un grupo u otro. El conocimiento ha de estar al alcance de cualquier fémina, para que sepa a que atenerse en función de la clase de chico que tenga delante. Eso es lo que ha dicho, y eso es lo que hago. La recolectora de historias que soy, agradece enormemente su aportación. Ahí va la lista.


Chicos bolso: Son aquellos chicos que, al igual que un carísimo bolso de marca, sirven sobretodo para lucir en las fiestas. Los llevas colgados del brazo y los muestras con orgullo a las demás, con el placer secreto, y un tanto perverso, de ver una pizca de envidia en sus miradas. Estos chicos, al igual que estos bolsos, no suelen tener nada dentro, o sólo lo indispensable para poder quedar bien y ser funcionales. De todos modos, tampoco es que esperes más. Estas cosas ya se saben cuando los adquieres. Algunos estudios apuntan a que la masa encefálica que debería estar situada en la cavidad craneal, se haya dispersa en los incontables y enormes músculos que estos chicos-bolso poseen, normalmente, para aumentar su atractivo. Estos músculos están especialmente desarrollados en brazos y piernas. Lamentablemente, el músculo que más interesa al finalizar la velada, no está a la altura de las expectativas creadas por sus homólogos. Tampoco es que interese mucho que mantengan una conversación interesante, puesto que lo que te interesa de ellos, es lucir su hermosura de adonis por aquellos lugares a los que decidas llevarlos.

Parásitos emocionales: Cuidado con estos elementos, pues son bastante peligrosos. Son chicos que aparecen en tu vida portando una gran cantidad de traumas o desgracias a cuestas. La más relevante, y la que suele ser definitiva para poder catalogarlos dentro de este grupo, es el abandono por parte de una novia, que, o bien es la de toda la vida, o bien alguien con quien llevaban muchos años. Este trauma, según te explican, les impide mantener una relación contigo. Una relación seria me refiero. Porque para mantener una de amistad, o de algo más (siempre y cuando la palabra compromiso se encuentre bien lejos), no hay problema. De hecho, tu te conviertes en una especie de amiga/amante/psicoterapeuta provisional y esperas a que con el tiempo, sus heridas curen, y él se de cuenta de la persona tan maravillosa que tienen a su lado, el apoyo que les has brindado, y decida estar contigo de una manera completa. El problema de estos chicos es que, una vez superado el trauma, enseguida se van con otra. Tú sólo eres una chica de paso, una chica-puente (entre una relación y otra). Te sueles quedar con el sentimiento algo confuso de estar convirtiéndote en una especie de ONG.

Chicos tornado: Los chicos tornado son aquellos que cuando aparecen en tu vida, tienen la terrible costumbre de arrasarlo todo. Si no cuentas con un buen escondite, o con algo fijo a lo que agarrárte, sueles tener el peligro de salir volando. Estos chicos, no son conscientes de que su amor, puede ser un tanto doloroso. Sin tener en cuenta el factor derribo. Sin embargo, una vez ya han pasado por tu vida, y una vez tú ya has recogido todos los destrozos y más o menos has vuelto a colocarlo todo, cuando eres capaz de apreciar la calma que te rodea... es entonces cuando los empiezas a echar de menos. Porque todos tenemos dentro de nosotros esa parte masoca, que disfrute en medio de la vorágine de sentimientos descontrolados que despiertan los chicos tornado.

Chicos chiclet: Los chicos chiclet como su propio nombre indica son igual que los chiclets. En un primer momento te encanta la dulzura que emanan y disfrutas a su lado. Pero al cabo de un tiempo, se vuelven insípidos. Y, lo que es peor, se quedan enganchados. Son aquellos chicos que te llaman unas veinte veces al día, te dicen cosas como cielito, cariñito, cari, churri (y otras cursiladas que mi mente se niega a imaginar) y que siempre tienen lista en los labios la frase: dónde estás?. Si orinarse encima de la gente no estuviese penado por la ley, probablemente lo harían encima tuyo para marcar territorio. Su cursilería va quedando cada vez más patente, especialmente con regalos (que suelen incluir el color rosa, purpurina brillante y algo algodonoso al tacto) que suelen dar en fechas tan señaladas como el primer mes que te tiraste un eructo en su presencia, los dos meses que fuisteis a ver una película de acción (y, sí, por supuesto tiene la entrada enmarcada) o las primeras 24 horas en que suspirasteis a la vez. Sólo son aptos para chicas azucaradas o con una propensión enfermiza a las hipoglucemias.
Amigos especiales: Los amigos especiales son amigos con los que has llegado a tal grado de intimidad que te puedes acostar con ellos sin que esa amistad se resienta. Los amigos están para hacerse favores, ¿no?. El problema de estos chicos es que, a pesar de dejar claros los límites de este avance, o se enamoran de nosotras, o lo hacemos de ellos. Por eso, este tipo de relaciones requieren de una amistad sólida, un amigo que no nos atraiga fuera del ámbito postcoital y una determinación a prueba de bombas. También hay que delimitar estas relaciones a encamamientos eventuales, nunca semanales, y mucho menos diarios, pues ya estamos hablando de novios no reconocidos debido a temores varios. Son chicos difíciles de obtener, pero la relación con ellos es muy satisfactoria (siempre hay excepciones) e implica acceder a un nivel mayor de complicidad y amistad con ellos. Ideales para épocas en que no queremos complicaciones ni permitir la entrada a nuevos individuos en nuestra vida.
Chicos tirita/chicos follables: Los chicos follables son aquellos que despiertan nuestros instintos más viscerales pero, en ningún caso, los intelectuales. Cuando los vemos, nuestra química interna entra en erupción y se nota ese calorcillo que nos pide guerra. Suelen cumplir las expectativas en el ámbito de la cama, de manera que es posible establecer con ellos, un tipo de relación basado sólo en el atractivo sexual. Eso no implica que no se pueda hablar con ellos, como pasa en el caso de los chicos-bolso, pero no es eso lo que más despierta nuestro interés. Cuando estos chicos aparecen después de un momento difícil, o en una época de sequía, reciben el nombre de chicos tirita, pues curan nuestras heridas. No es que nos convirtamos nosotras en parásitos emocionales, pues, a diferencia de este grupo, las conversaciones sobre las heridas inflingidas no suelen existir o son nimias. La boca se usa para otra cosa, que no es precisamente el hablar.
Chicos padre: Los chicos padres son aquellos que nosotras, inconscientemente buscamos a imagen y semejanza de nuestro progenitor. Son chicos a los que les gusta ejercer como padre alternativo y con los que podemos volver a sentirnos como las niñas que antaño fuimos. El problema es que, cuando nos damos cuenta de lo mucho que se parecen a nuestros padres, salimos corriendo en estampida. Padre sólo hay uno, y no tendría una relación de ese tipo con él, la verdad.
A grandes rasgos, esta sería la clasificación general efectuada por Inma. La lista completa sería muy extensa pues no olvidemos que dentro de cada grupo encontramos infinitos subgrupos. Eso ya lo dejo a la capacidad analítica de cada uno

viernes, 18 de julio de 2008

EL PRIMER AMOR


Qué hermoso son los recuerdos de los primeros amores... Esa persona que creímos que era la destinada a permanecer con nosotros el resto de nuestra vida. Con cuanta inocencia e ingenuidad vivimos ese ideal de amor, convencidos que hemos sido tocados por una varita mágica y que vamos a ser felices al primer intento. Y aunque la mayoría de las veces la cosa acabó con lágrimas amargas y una gran desilusión, todos sonreimos ante la mención del nombre de esa persona que para nosotros supuso el primer paso para adentrarnos en el camino del amor (sí, lo sé, me ha quedado muy cursi).

Mi primer amor se llamaba Dani y fue un flechazo en toda regla. La primera vez que lo vi me dije, ese es el chico que será mi marido. Creo que él ni me vio. Con Dani viví y experimenté todas las fases posibles del histrionismo que supone enamorarse por primera vez. Los días en que me miraba o incluso me hablaba, era la persona más feliz del mundo.Y cuando no venía a clase porque estaba enfermo, mi mente enamorada, ya abarcaba todas las posibles calamidades que le hubieran podido acontecer. Calamidades que normalmente me convertían en una viuda deseperada que moría de amor al saber el trágico final de su prometido (ya sé que no lo era, pero en mis fantasías, él me amaba en silencio, secretamente. Para eso están las fantasías, no?). Idealicé al pobre chico de una manera exagerada, aunque, el amor, y sobretodo el primero, consiste precisamente en eso. Él era el mejor jugador de fútbol, no ya de la escuela, si no del mundo entero. Oliver Atton estaba acabado a su lado. Era el más guapo, el más simpático, el más chistoso. Era mi ídolo total. De hecho, aún guardo una moneda de 5 pesetas que se le cayó del bolsillo. En aquel momento me pareció lógico que un objeto que había sido tocado por sus manos, hubiera de ser debidamente venerado por aquí su amada de turno. Ya lo veía yo, con 60 años y yo que le enseñaba la moneda que durante todos esos años de amor imperecedero había atesorado como recuerdo de cuando nos empezamos a querer... Sí, qué pasa. Yo era así antes.

Pero no todo fue rosa. El primer amor suele traer consigo el primer desengaño. Y los primeros celos. Una vez estuve haciendo lo que me dijeron que era un ritual vudú (y que de hecho sólo era un juego de niñas) para que le dejara su novia de entonces. El hecho es que funcionó y la novia le dejó. Aunque probablemente fuera porque éramos muy jóvenes. De todos modos eso no implicó que yo siguiera siendo invisible para él.

Mi historia acabó cuando terminó el desaparecido (aunque no en nuestros corazones) E.G.B. No fui capaz de decirle adiós porque eso implicaría que jamás lo volvería a ver. Lloré mucho y muchos días. Este amor nos vuelve un poco histéricos, porque recuerdo que pensaba que sin él mi vida no tenía sentido y que jamás volvería a levantar la cabeza ni a enamorarme de ningún otro hombre. Durante muchos años la sombra de ese primer amor, marcó mis pasos. Siempre decía que si me volvía a enamorar, quería sentir la misma intensidad que sentí con Dani. Pero eso no es posible. Es exclusividad del primer amor. Por supuesto la vida siguió. Y, por supuesto, me volví a enamorar de otro que no fue Dani.

La vida sigue después del primer terremoto sentimental. Aprendes la experiencia, la interiorizas y empiezas a madurar poco a poco. Y te quedan los recuerdos que te hacen sonreir cuando rememoras a esa primera persona que te hizo tilín.

Hace poco encontré a Dani por internet. Gloriosa tecnología que te permite cumplir pequeños sueños. Quedamos para comer y la verdad es que disfruté mucho. Tuve la oportunidad de decirle que fue mi primer amor (creo que todo el mundo tiene derecho a saber que fue querido por alguien) y él me confesó que ya lo sabía. Vaya vergüenza! Y yo que pensaba que llevaba mis sentimientos con un estoico silencio. Soy una mártir de pacotilla. Pero en fin, por fin pude decirle el adiós que me negué cuando era una cría y acabamos el colegio. De todos modos no iba muy desencaminada, Dani es una persona estupenda. Y estoy contenta de haberlo encontrado y ver en qué se ha convertido ese primer amor. Es algo que le gustaría hacer a mucha gente. Soy una cazadora de sueños.

Pensad y recordad esas viejas historias de amor. Revivid ese primer amor. Cerrad los ojos y sonreid. Hoy es día de entrañable melancolía.

jueves, 17 de julio de 2008

MARIPOSAS PARA MARIUS


El otro día, mi amigo Màrius me dijo, respecto a posibles relaciones, que si no sentías mariposas en el estómago no había nada que hacer. Supongo que es verdad. Si en los albores de una incipiente relación, no sientes ese cosquilleo tan característico que anuncia la llegada del amor, posiblemente no aparezca. Casi seguro.


Las mariposas anuncian buena suerte, suelen ser portadoras de buenas noticias y a menudo se las asocia con curaciones. Yo quiero esas mariposas para mí. Me temo que mi estómago las digirió y ya no las siento revolotear como antes. De hecho, ya no las siento. Bueno, quizás estén envueltas en sus cálidos capullos, esperando el momento propicio para volver a volar. Intento ser un poco positiva, en consideración a mis amigos (Manin esto va por ti).


La primera vez que sentí mariposas, estas vinieron en bandada. Mis grandes amores siempre han sido anunciados de esta manera. Supongo que mis mariposas son de la modalidad mensajeras. O eran, a saber, este tema está en discusión. En un momento dado, una mirada, un abrazo, un gesto, o un simple movimiento, desatan la fogosidad de las miles de mariposas que tengo escondidas en algún recoveco de mi pared gástrica. Estoy convencida de que estas mariposas, mandan una especie de ondas telepáticas a todas sus convecinas que deciden ir a ver que pasa. Conclusión final, miles de millones de insectos revoloteando por mi estomágo en un sólo y determinante instante. Descarga de adrenalina que activa mi sistema límbico, el hipocampo y toda estructura relacionada con las emociones que encuentra a su paso. Y en un sólo instante. Por eso mis amores duran tanto. La impresión que origina en mi tal aspaviento de alas me marca profundamente.

He oido que cuando estás ante un gran amor, suenan las campanas y ves luces y toda una serie de acontencimientos paranormales (hay quien asegura que durante unos instantes después de besar a su amado, vio el mundo de color rosa, literalmente me refiero). A mi no me ha pasado nunca. O bien no he encontrado ese amor, o bien no soy sensible a esta suerte de efectos especiales. De todos modos, si empezara a oir campanas o ver luces, creería seriamente que estoy empezando a sufrir alucionaciones, e iría de cabeza al neurológo. Sin embargo, tengo mariposas en el estómago, que camufladas como estado nervioso, me avisan amablemente de la llegada inminente de alguien a mi vida. Como el timbre de la puerta. Cuando empiezan a moverse inquietas, ya empiezo a temer lo peor.

El problema de las mariposas, es que son unidireccionales, es decir, que actúan sólo para mí. El hecho de que sepa que una persona determinada está destinada a convertirse en objeto de mi deseo y ensoñaciones romanticoides, no implica que yo vaya a ser para ella nadie especial. De hecho, es lo que siempre me ha pasado. Cosas de la vida. Y ahí me quedo yo, con mis mariposas y convencida de que tarde o temprano, las mariposas de la otra persona despertarán ante el ruido y la insistencia de las mías. Cosa que lógicamente no pasa.

Las mariposas de Marius son las mariposas que nos venden en las películas. Que se esconden tras las letras de las canciones. Las que todas las chicas soñamos con tener. Y algunos chicos. Las que nos hacen sentir que somos capaces de volver a amar a pesar del daño que hayamos podido sufrir. Mariposas de esperanza. Las que a veces, al sentirlas cerca, nos hacen huir precipitadamente, hacia la tranquilidad que aporta la soledad. Mariposas del desengaño, del enamoramiento pueril. El amor adulto prescinde de ellas y sin embargo, las seguimos buscando. Confiar el amor a su criterio puede ser arriesgado porque son las mariposas del inconsciente. De la luna. Cuando el dolor ha hecho mella, tendemos a prescindir de su opinión y apoyarnos en la razón, aunque ellas permanecen agazapadas esperando el momento en que uno decida que ya es hora de volver a soñar. Son mariposas de agua, de sentimientos.Mariposas en el estómago para un amor de verdad.

Mil mariposas para Marius. Para todos. Cerrar los ojos y sentir sus alas, como pequeños besos, por la piel....

sábado, 12 de julio de 2008

PETICIÓN


Soy una recolectora de historias. Me encanta atesorar historias de amor y desamor. Y he pensado que sería interesante que aquellos que se animen me enviaran sus propias historias. Vivencias personales. Anécdotas que formen parte de la composición de su vida. Historias bonitas, historias tristes. Episodios anecdóticos. Cosas que hagan reir. Cosas que nos hicieron llorar. Personas estrambóticas que se cruzaron por nuestra vida. El primer beso. La primera vez.Algún incidente divertido. Un detalle especialmente bonito que tuvieran con vosotros. El nacimiento de un hijo, aquellos que lo deseeis... Un collage de vivencias y situaciones que nos hicieron aprender algo. O que simplemente nos apetece compartir con los demás. Para que nos conozcan. Para conocer.

No hace falta que hagais un redactado maravilloso. Con que la historia incluya los datos y detalles básicos es suficiente. Luego yo le daré el "toque Monica" y lo publicaré en forma de relato en este blog. Si quereis que sea anónimo, no hay ningún problema. Me lo decía y me invento los nombres. Podeis comentárselo a amigos, conocidos. A quien pensais que puede interesar. O que tiene algo que decir. O compartir. Eso da lo mismo. Cada uno tiene sus motivos y no es menester de nadie cuestionarlos.

Y si os da palo escribirlas, se acepta que me llameis y me inviteis a un café y me las expliqueis. Ya cojo los apuntes de esa historia que quereis compartir. Más facilidades no puedo poner.

Para aquellos que os animeis a escribir, utilizad el mail: savill13@gmail.com. Si quereis que un amigo participe, se lo dais sin problemas. Este es el mail para cosas varias, ninguna laboral ni de suma importancia.

Yo iré publicando relatos a medida que vayan llegando, aunque seguiré escribiendo también, aquellas ideas que me ronden la cabeza. Como hasta ahora. Venga animaros!!!

viernes, 11 de julio de 2008

PERDÓN


Me he dado cuenta que a la gente le cuesta pedir perdón. Debe ser como una afrenta al orgullo personal. Una rebaja de la autoestima que se vende a precio de saldo. He visto mil maneras diferentes de firmar una tregua sin pronunciar jamás esa palabra. Petit suis de chocolate en la nevera. Pack de seis que así se olvida antes el asunto. Un boli regalado en exclusividad. A escondidas, eso sí, no sea que alguien lo vea y de por hecho cosas que no son. Una invitación a ver una obra de teatro. Cosas materiales que intentan aliviar heridas espirituales. Parecen susurrarte un "¿ves cómo no estoy enfadado?". Firmemos una tregua y asunto olvidado. Quizás se deba esto a que uno no quiere, o no puede, reconocer que se ha equivocado. Y no me refiero a la ingenuidad ante determinados actos, determinadas palabras, que hieren. Uno sabe cuándo la ha cagado, cuando se le ha ido la mano, cuando ha traspasado los límites. Entras en una propiedad privada que no te pertenece, para romper los cristales de la casa que allí permanece. Es más fácil negar o negarse los hechos, que hacer frente a la realidad.


Yo siempre pido perdón por todo. A veces peco en exceso y acabo pidiendo perdón por infracciones que no he cometido. Prefiero una charla tensa, que acabará derivando en una vuelta a la complicidad anterior, que un vacío o indiferencia por parte de otra persona que se cree en poder de la razón absoluta. Tengo una tendencia exagerada a sentirme culpable por todo. Sé que, por supuesto, no es culpa exclusiva de los que me rodean, pero en parte sí. Porque hay gente que se aprovecha de las debilidades ajenas y deja que sean los demás los que se disculpen, tendiendo de esta manera un puente de paz. Yo no protesto, tu orgullo estará asalvo.


Siempre hago ver que no pasa nada. Que ese desliz ha sido algo temporal y que no me importa que no me pidan perdón. Pero sí que importa. Estas cosas duelen. El perdón en ocasiones, puede ser un bálsamo para el alma. Y supongo que llega un momento en la vida de uno en que dice basta. Perdonar o que te perdonen. Una carrera en la que sí que importa el que llega primero. No hay que ceder paso, ni enlentecer tu ritmo para que otros te alcancen. Primero debes mirar por ti, y luego si te sobra tiempo, mirar por los demás.

Me pregunto qué pasará ahora que la que siempre pide perdón decide dejar de ser la perdonada

jueves, 10 de julio de 2008

AMOR


Hoy toca hablar de amor. Todo el mundo tiene tantas cosas que decir sobre este concepto, que no quería perder la oportunidad de decir mi opinión al respecto.


El amor es algo abstracto, y , como abstracto que es, cada uno lo moldea y le da forma de una manera totalmente personalizada. Es casi imposible que dos personas tengan el mismo concepto sobre el amor, porque se siente, se vive y se piensa en él, de un modo único e intransferible. Porque aunque uno intente explicar la intensidad de aquello que siente, la empatía necesaria para la correcta comprensión, brilla por su ausencia. El amor es como el dolor en este aspecto: el de los demás es una nimiedad y el nuestro es el más grande jamás sentido. Y es que el amor nos vuelve egoistas, aunque nos vendan la idea azucarada que este sentimiento está unido con la abnegación hacia el objeto de nuestro deseo. "Le quiero tanto que si él/ella es feliz con otro/a, yo también soy feliz". Eso no se lo cree nadie. El rechazo produce dolor. El dolor no conlleva ningún pensamiento positivo. Lo que pasa es que socialmente queda muy bonito, y nuestra moralidad, secretamente mancillada por toda una suerte de pensamientos oscuros y nada bondadosos, queda aparentemente libre de toda culpa. Yo conozco mucha gente que dice, sí que le vaya muy bien, pero que se le caiga la picha a trozos.


Yo pienso que el amor es brutal en su esencia, tanto en lo bueno como en lo malo. Y es que el amor no se puede entender, si no se comprende su naturaleza contradictoria. Está formado por opuestos, y puedes oscilar tanto hacia un extremo como hacia el otro, o bien, si tienes suerte, quedarte oscilando en algún punto intermedio. Cuando nace, el amor es como un niño pequeño que demanda atención constante. Es voluble y exigente. Pasa de estar en aparente calma al llanto más desgarrador, y luego otra vez a esa calma. Todo es nuevo, todo asusta, todo asombra. Con el tiempo, el niño crece, y el amor madura. Se vuelve más racional, más constante, menos instintivo. Las fluctuaciones son menores. Se conoce el entorno, que se vuelve a veces anodino, pero cómodo y seguro. Aún así, la vida nunca deja de sorprendernos, y el amor tampoco. Si no, sería algo muy previsible. Y creo, que todos sabemos que el amor, precisamente no destaca por su estabilidad emocional.

El amor es un dominador cerebral. Nos obliga a hacer cosas que de otra manera nos resultarían impensables. Mover montañas, por ejemplo. He visto gente, de apariencia racional, cometer auténticas estupideces en nombre del amor. Normalmente, estas hazañas, que a nuestros ojos manipulados, nos parecen heroicas y valientes, no conllevan ningún resultado positivo, y nos suelen dejar con ese sentimiento de ridiculez una vez hemos recuperado el control de nuestros actos. El amor también nos cambia el carácter, y desarrolla en nosotros alguna especie de doble personalidad transitoria. Nos envía hacia un infierno maníaco-depresivo en el que los estados de alegría se combinan con estados depresivos, celotípicos o de total indiferencia. Incluso todo este cóctel puede presentarse en un solo día. También hace que tengamos una confianza ciega hacia ese ser amado. Confianza es vulnerabilidad. La vulnerabilidad hace que aumenten nuestras probabilidades de sufrimiento. El sufrimiento es dolor. Y vuelta a empezar el ciclo del amor. A mi, el amor transforma mi timidez en valentía para dejar claros mis sentimientos. También podría considerarse un acto estúpido, pero prefiero la palabra valiente, porque hace que me sienta un poco menos idiota. Digo lo que siento, porque el amor me mete la idea en la cabeza que la sinceridad falicilita las relaciones. Como he dicho antes, una auténtica estupidez, porque se me ha llegado a tachar de manipuladora y claro, me quedo yo pensando si el hecho de decir a alguien que le quieres ( o que te gusta, no hace falta ser tan extremistas) es sinónimo de querer manipularlo. Yo es que pensaba que la manipulación era algo que se realizaba en las sombras. O en el silencio. Pero debo estar equivocada. Últimamente me equivoco mucho. El verano debe derretir mis circuitos deductivos.

El amor nos deja ciegos a los defectos del otro, nos produce cuadros de ansiedad y normalmente, nos resulta frustante y doloroso. En los casos en que no es correspondido, nos deja con una sensación de pérdida que en ocasiones es tan devastadora que reproducimos inconscientemente todo un proceso de duelo. Y sin embargo, no podemos vivir sin él, aunque a veces aparentemos indiferencia hacia sus efectos. Lo buscamos entre las miradas de la gente, entre los amigos, entre los desconocidos que se cruzan con nosotros por la calle, en internet, en discotecas, en el supermercado... Y es que es tan sublime cuando lo encuentras y es correspondido!! Es realmente hermoso cuando recibes amor en la medida en que lo das. Cuando reconoces lo que sientes al mirar en los ojos del otro. Cuando se refleja tu alegría en la sonrisa que te brindan. Cuando cualquier pequeño gesto se convierte en el acontecimiento del día. Cuando pones esa cara de bobo que te dura días. Cuando sientes que formas parte de algo.

El amor es tan complicado. Y tan difícil... Eso no es lo que nos cuentan en las escuelas. Lo que nos cuentan cuando somos pequeños y, claramente, influenciables. Luego pensamos que el amor es capaz de sortear todos los obstáculos. Que siempre triunfa al final. Y por supuesto, que existen las medias naranjas. No nos dicen que eso sólo está reservado para unos pocos escogidos. Y mientras, seguimos soñando....

viernes, 4 de julio de 2008

MARIUS


La amistad con Marius es como cerrar los ojos y saborear un bombón de chocolate negro. Nada de leche. Un 90% de cacao. Porque es dulce a ratos pero con ese punto de amargura necesario para apreciar el sabor anterior.



No se le puede descubrir en un día. Ni te puedes fiar de la primera impresión que pueda causar. Él es un camino que vas recorriendo poco a poco, si eres capaz de encontrarlo y si eres capaz de avanzar. Porque no se deja conocer fácilmente. Está oculto tras un montón de maleza.Te vende una imagen que luego resulta ser otra. Espejo distorsionado. Estatua de sal. Hasta escribir sobre él es una tarea compleja, complicada y lenta. Mientras escribo, como bombones, para inspirarme, para avanzar a trompicones.



Es como una caja de sorpresas. Una caja metálica. Un coulant de chocolate. Es duro, de apariencia fría y con un comentario ácido siempre preparado en los labios. Listo para despegar y acertar de lleno en la diana. Pero a veces, es tierno. Y te sorprende que bajo esa capa de aparente dureza se esconda una faceta dulce y atenta. No se da cuenta, pero cuando está concentrado tocando el piano, emite una sensación de calma. Parece que me encuentre ante otra persona. Lo mismo pasa cuando su mirada se pierde en el horizonte, cuando contempla una puesta de sol en Grecia. La luz rosada y malva le baña la cara y yo le miro y pienso en lo poco que lo conozco.



Es mi fiel escudero. Mi Pepito Grillo particular. Su visión de la vida tan desapegada a veces, tan distante y poco emocional, choca de frente con la mía. Es mi némesis, y por eso es mi mejor consejero. Escucho atenta todo lo que dice, lo que aconseja a veces, porque suele ser tan diametralmente opuesto a lo que hubiera podido pensar, que pienso que quizás funcione. Cuando me pierdo en mis arrebatos emocionales, en ese océano embravecido de sentimientos descontrolados, él representa la tabla de racionalidad a la que agarrarme para no perderme. Pocas veces verás que la emoción le pueda. La tiene bien sujeta. Las riendas prietas. Yo soy el caballo desbocado. Sólo una vez le he visto dolido, dolido de verdad. Pero aún así mantuvo el tipo firme. Como el capitán que aguanta estoico en su nave mientras esta se hunde.


Es mi compañero de viaje. En sentido literal. Agarramos las maletas y comprobamos divertidos lo que nos hemos olvidado en casa. Los olvidos se pagan al son de camisetas rosas. Se ríe con mis ideas malignas que llevo como equipaje de mano en el avión. Tenemos un horario vacacional similar: andar, comer y dormir. Poca fiesta y mucha piedra. Montaña antes que mar, y sin embargo siempre acabamos en islas.


Siempre me da miedo no tener nada suficientemente inteligente que contarle. Pasar de estar en la lista VIP en la lista de odiosos. Porque es muy exigente a la hora de escoger a las personas que han de estar a su lado, amigos o parejas. Siempre se le llama para que arregle los ordenadores ajenos. Yo lo llamo para que me arregle la vida a golpe de verdades. Mi madre, en agradecimiento le hace pasteles. Yo, le hago compañía.


Una vez, una persona me dijo que tenía envidia de mi amistad con Màrius. Yo le dije que eso era una tontería porque le faltaba complicidad. Ahora me doy cuenta de lo equivocada que estaba. Esa persona tiene todos los motivos para tener envidia. Porque es una amistad recíproca, sana y enriquecedora. Si no lo llamo, me llama. Salimos cuando nos apetece, nos apalancamos ante el acuario cuando estamos ermitaños. Cuando las cosas no van todo lo bien que yo quisiera, se interesa por como estoy yo y los míos. Y cuando me dan las pataletas de niña pequeña, me dice que me calle y que actúe como una adulta. Es sincero y no guarda nada para sí. Lo que te tiene que decir, te lo dice, quieras o no. Así luego no hay sorpresas desagradables, perdigones de rencor que te sueltan tiempo después.


Es costoso, como subir una montaña. Pero cuando llegas a la cima, puedes ver todo el esplendor que estaba oculto y que sólo se revela ante los ojos de los más constantes. Márius es el esfuerzo que tiene recompensa. Una pequeña cornucopia

jueves, 3 de julio de 2008

HISTORIA DEL SAPO


No sé cómo me vi envuleta en esta situación. Recuerdo sus orígenes pero no sé porqué todo se agrandó desproporcionalmente hasta este punto.

Miro hacia mi izquierda. La hechicera gitana está muy concentrada en su brujería arcana. Un sapo flota, muerto ya, en un cálido líquido viscoso que rezuma un fétido olor desde el puchero en el que se encuentra. Una gota de sudor recorre rápidamente un camino hacia el suelo por su cara, y en su loco bajar, arrastra masa de rímel del párpado, dejando como señal de paso, un amplio reguero negro. Está entonando un cántico muy antiguo, ancestral diría yo, que me tiene como hipnotizada, con la mirada fija en el infinito, pensando en qué momento perdí el control sobre mis sentimientos: si cuando te conocí o cuando te besé o... Me doy cuenta que en mi mano tengo firmemente agarrada una foto tuya. Estás sonriendo. Qué bien te queda ese traje negro! resalta la luz de tus ojos, pero nunca te lo he podido decir. Ojalá hubiera tenido el valor necesario para decirte todo aquello que nunca osé contarte. Las cosas quizás hubieran sido diferentes.

Una lágrima solitaria, la última que derramo por ti, recorre fugaz el camino, tantas veces recorrido por mi mejilla.

- Bebe- dice la gitana. Y me está ofreciendo un vaso lleno de un apestoso mejunge. Tengo miedo de mirar hacia el puchero, por si averiguo que el sapo ya no está ahí, pero más miedo me da vivir la vida sin ti. Por eso bebo, por ti.

De golpe, todo me da vueltas. Qué náuseas estoy sintiendo! Estoy vomitando? No lo sé. Sólo sé que todo me da vueltas: la gitana y su puchero, el fuego de la chabola, mi amor, tu foto, mi lágrima,... Veo un túnel en el centro del remolino y avanzo torpemente hacia él. Entro en la luz y, como en una película, veo mi vida, mi amor, te veo a ti con mis ojos de enamorada por última vez.

Estoy en la universidad, en la biblioteca. Visto con mis viejos tejanos y un suéter de hace 3 años mínimo. Llevo aún el pelo largo, despeinado como siempre. Salgo de hacer un curso informático para no sé qué . Sólo sé que me dan 3 créditos de libre elección. Salgo con amigas a fumar un cigarro. Estoy agobiada, como casi siempre. De golpe, gesticulando en la narración de algún suceso acontecido hace poco, doy un paso hacia atrás y choco contra alguien. Me giro para pedir disculpas y de golpe me siento perdida, atrapada en una mirada que emana... no sé definirlo. La boca se me seca, el corazón late desbocado, los pelos se me ponen de punta... Esos ojos! que fuerza, que misterio... El chico propietario de la mirada, me libera de su secuestro y sigue avanzando por el pasillo. Ni se ha enterado del perdón que ha salido de mis labios. Apenas ha sido un susurro.

Es viernes tarde. Salgo de clase con los viejos vaqueros y otro viejo jersey. Mi pelo enredado en un moño que sujeto con un lápiz. Mis amigos proponen ir a un bar a beber unas cervezas, ¿por qué no? Estoy sentada, hablando. En la mesa de al lado, un grupo de chicos intentan clavar el "clavelitos". Creo que es la quinta vez que la destrozan en una hora. La puerta se abre y al mirar hacia ella, mi mundo se detiene y lo que me rodea desaparece. Ya sólo lo veo a él. Todo está enlentecido: su pelo al aire, su caminar, sus ojos, su sonrisa,... Cupido está sentado a lomos de la guitarra que lleva a la espalda. Dispara sus flechas contra mi y acierta de pleno.

Mosaicos de situaciones en las que apareces fugazmente. Aquel día en el metro, aquel otro en una fiesta,... Retazos de mi historia de amor. Unos duelen, otros me hacen reir.

He cambiado exteriormente. Mis viejos vaqueros y mis viejos jerseys yacen ahora en venta en alguna tienda "Humana". Ahora visto de manera más actual, me he cortado el pelo,.. cualquier cosa con la vana esperzanza de que te fijes en mi.

Hoy hay fiesta. Me he puesto especialmente guapa porque me han dicho que vas a ir. No estoy muy convencida pero...

Estoy en la fiesta y mis ojos se dirigen continuamente hacia la puerta, pero no apareces.

Por fin llegas. Creo que me voy a desmayar, o quizás es que he bebido demasiado. Nos presentan y creo que moriré extasiada, pero... Horror! digo mi nombre tartamudeando, como una colegiala azorada. Murmuro una disculpa y me largo al lavabo corriendo. Vomito de puros nervios. Cuando vuelvo, me encuentro a un amigo con afán celestinero hablando con él. Luego, gentilmente, hablas conmigo. No eres muy extrovertido que digamos, pero eso me da igual, porque estoy más atenta a tus ojos u tus gestos que a tus palabras.

Creo que se aburre, pero sigue a mi lado. Pasa el rato, pero para mi el tiempo transcurre demasiado rápido. Hasta que llega el momento mágico. Se inclina hacia mi, me acaricia la cara. Su pelo roza mis mejillas y me hace cosquillas. Me pierdo en sus ojos y me pierdo a mi misma. Me besa. Indescriptible. Todos mis sueños hechos realidad en un instante. Sé que seré suya para siempre. Mis dedos han rozado la felicidad completa. Permaneceré atrapada para siempre en ese beso, en ese instante, en esa fiesta que en mi mente no acabará jamás. Como una cenicienta cristalizada en un recuerdo de ámbar.

Ha pasado el tiempo. Vamos juntos a una clase, pero ni tan siquiera me mira y menos me habla. El dolor de mi alma es atroz. No hay peor insulto que su indiferencia. Me paso los días suspirando y llego a una conclusión: nunca seré lo bastante buena para él. Este es un a mor corrosivo, que me destroza lentamente. Es un amor que si no se muere, acabará matándome. Ahora leo el periódico y alguien se sienta a mi lado. Es una gitana joven y, al cruzarse nuestras miradas, me dice: yo sé como pues hacé pa' olvidarle, porque si no lo hases, acabarás muy mal, chiquilla. Tiene razón. Yo ya estoy muerta y olvidada para él y ya es hora de que él lo esté para mi. Acepto.

La bruja gitana me mira con preocupación. Estoy estirada en en el suelo con una foto firmemente agarrada en mi mano. Es la foto de.. no sé de quién es. He estado llorando, lo sé, pero no sé por qué. ¿Estás bien chiquilla?. Creo que sí, pero no se qué hago aquí ni por qué siento un hueco en mi corazón. Quiero irme a casa y dormir durante un rato. La gitana sonríe y me dice que ya está. Pero ¿que está?. Y sé que me puedo ir. Estoy viviendo una pesadilla, así que me largo a mi casa, a mi mundo. Antes de salir giro la cabeza... un sapo croa encima de la mesa.