viernes, 4 de julio de 2008

MARIUS


La amistad con Marius es como cerrar los ojos y saborear un bombón de chocolate negro. Nada de leche. Un 90% de cacao. Porque es dulce a ratos pero con ese punto de amargura necesario para apreciar el sabor anterior.



No se le puede descubrir en un día. Ni te puedes fiar de la primera impresión que pueda causar. Él es un camino que vas recorriendo poco a poco, si eres capaz de encontrarlo y si eres capaz de avanzar. Porque no se deja conocer fácilmente. Está oculto tras un montón de maleza.Te vende una imagen que luego resulta ser otra. Espejo distorsionado. Estatua de sal. Hasta escribir sobre él es una tarea compleja, complicada y lenta. Mientras escribo, como bombones, para inspirarme, para avanzar a trompicones.



Es como una caja de sorpresas. Una caja metálica. Un coulant de chocolate. Es duro, de apariencia fría y con un comentario ácido siempre preparado en los labios. Listo para despegar y acertar de lleno en la diana. Pero a veces, es tierno. Y te sorprende que bajo esa capa de aparente dureza se esconda una faceta dulce y atenta. No se da cuenta, pero cuando está concentrado tocando el piano, emite una sensación de calma. Parece que me encuentre ante otra persona. Lo mismo pasa cuando su mirada se pierde en el horizonte, cuando contempla una puesta de sol en Grecia. La luz rosada y malva le baña la cara y yo le miro y pienso en lo poco que lo conozco.



Es mi fiel escudero. Mi Pepito Grillo particular. Su visión de la vida tan desapegada a veces, tan distante y poco emocional, choca de frente con la mía. Es mi némesis, y por eso es mi mejor consejero. Escucho atenta todo lo que dice, lo que aconseja a veces, porque suele ser tan diametralmente opuesto a lo que hubiera podido pensar, que pienso que quizás funcione. Cuando me pierdo en mis arrebatos emocionales, en ese océano embravecido de sentimientos descontrolados, él representa la tabla de racionalidad a la que agarrarme para no perderme. Pocas veces verás que la emoción le pueda. La tiene bien sujeta. Las riendas prietas. Yo soy el caballo desbocado. Sólo una vez le he visto dolido, dolido de verdad. Pero aún así mantuvo el tipo firme. Como el capitán que aguanta estoico en su nave mientras esta se hunde.


Es mi compañero de viaje. En sentido literal. Agarramos las maletas y comprobamos divertidos lo que nos hemos olvidado en casa. Los olvidos se pagan al son de camisetas rosas. Se ríe con mis ideas malignas que llevo como equipaje de mano en el avión. Tenemos un horario vacacional similar: andar, comer y dormir. Poca fiesta y mucha piedra. Montaña antes que mar, y sin embargo siempre acabamos en islas.


Siempre me da miedo no tener nada suficientemente inteligente que contarle. Pasar de estar en la lista VIP en la lista de odiosos. Porque es muy exigente a la hora de escoger a las personas que han de estar a su lado, amigos o parejas. Siempre se le llama para que arregle los ordenadores ajenos. Yo lo llamo para que me arregle la vida a golpe de verdades. Mi madre, en agradecimiento le hace pasteles. Yo, le hago compañía.


Una vez, una persona me dijo que tenía envidia de mi amistad con Màrius. Yo le dije que eso era una tontería porque le faltaba complicidad. Ahora me doy cuenta de lo equivocada que estaba. Esa persona tiene todos los motivos para tener envidia. Porque es una amistad recíproca, sana y enriquecedora. Si no lo llamo, me llama. Salimos cuando nos apetece, nos apalancamos ante el acuario cuando estamos ermitaños. Cuando las cosas no van todo lo bien que yo quisiera, se interesa por como estoy yo y los míos. Y cuando me dan las pataletas de niña pequeña, me dice que me calle y que actúe como una adulta. Es sincero y no guarda nada para sí. Lo que te tiene que decir, te lo dice, quieras o no. Así luego no hay sorpresas desagradables, perdigones de rencor que te sueltan tiempo después.


Es costoso, como subir una montaña. Pero cuando llegas a la cima, puedes ver todo el esplendor que estaba oculto y que sólo se revela ante los ojos de los más constantes. Márius es el esfuerzo que tiene recompensa. Una pequeña cornucopia

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