lunes, 26 de mayo de 2008

AJEDREZ


Vivir la vida es como jugar una partida de ajedrez. Una partida eterna. El tablero es infinito. Las piezas siempre estan multiplicándose. Se metamorfosean. Un peón se convierte en caballo. El caballo puede llegar a ser una reina. La reina puede ser derrocada y convertida en peón. Sólo esa figura central, el rey, permanece inalterable. Zarandeada por los aciagos movimientos del oponente, permanece impávida. Se mueve, cambia la estrategia, adelanta a sus soldados, recluta nuevos aliados... Es la partida de la vida. El rey representa a esa persona que eres tú. Da lo mismo el color que elijas, blanco o negro, en el fondo todos somos grises. Y encontrarás que en esa partida los peones negros irán de tu lado a la par que una reina blanca. Cabalgarás sobre caballos negros y blancos. Es una partida del rey contra todos y junto a todos. Depende de lo que elijas en cada casilla. En cada jugada.



Los amigos, según el grado de intimidad que alcances con ellos, pueden pasar de peones a caballos o alfiles. Dependiendo de tus valores pueden incluso llegar a ser la coprotagonista principal, la reina. Guardiana del rey. Aunque a veces no la veas o no la sientas cerca, siempre anda merodeando por tu lado. Se aleja y vuelve. Siempre protectora, recuerda a la leona de la manada. Baza indispensable para la lucha. Escudo de titanio. Templanza en la batalla. La mano derecha del que rige. No importa si está en la sombra o irradia luz natural, si es negra o blanca. Esa ficha suele durar toda la partida, y su pérdida es irreparable. Se rompe el juego. No valen las tablas. Y la retirada no está contemplada porque significa el fin del juego. Has de rehacer toda la partida, toda la vida. Y aunque encuentres otra reina para tu juego, sabes que el tablero ya ha quedado mellado. Una cicatriz en el escudo. Cambio de táctica. O te atrincheras tras las murallas de la torre o te lanzas como un loco en pos del rival. Sin aliados. O con ellos, depende.

En cambio otras personas no pasan de ser meros peones. Estos pueden venir de varios frentes. Pueden ser de adquisición reciente, o de adquisión antigua. Pueden ser piezas de rango superior que han sido relegadas por cuestiones estratégicas. Pueden ser de un color y volverse del color rival en un momento dado. Pero la característica que más los define es que son prescindibles. Se sacrifican cuando las situaciones así lo demandan. Puede haber momentos de la partida en que hayas ido acumulando demasiado de estos peones. Algunos ya han quedado fuera de juego. No forman parte de la estrategia. Es momento de revisarlos y sacarlos del tablero si no nos son de utilidad alguna. Si nos fallan cuando más los necesitamos. si no están a la altura de las expectativas que hemos puesto en ellos. Otras veces nos damos cuenta que su presencia entorpece el juego. Lo enlentece. También fuera. Si no, el juego no avanza. Tú no avanzas. Corres el riesgo de quedar atrapado, inmobilizado. Ahogado por un ejército de peones que creías controlar. Soldados de juguete rotos. La vida es muy dura. Eso no lo enseñan en la escuela. Lo aprendes en la calle. Las hostias son las mejores maestras.

¿ Y quién es el rival contra el que nos enfrentamos en eterna lid? Recibe muchos nombres. Lo abstracto siempre trata de ser definido. Suele camuflarse de idea, de concepto. No tiene forma. Ni firma. Unos lo llaman destino. Otros pueden tratarlo de causalidades de la vida. Lucha por el desarrollo del individuo. Lo que da de comer a los psicólogos del mundo. El yo individual. El yo colectivo. Dios para unos, cualquiera de sus manifestaciones para otros. Dios Todopoderoso, Yahvé, Buda, Alá, Shiva,... inconmensurable es este enemigo. Pero todos sabemos que la vida es una lucha contra algo. Quizás contro nosotros mismos. Una partida contra el espejo. O contra la nada del no ser. Cada uno tiene su meta clara. La estrategia a seguir es una idea naciente. Se adapta según las circunstancias del juego. Hay partidas que están ganadas de antemano. El dinero puede ayudar a comprar al rival. Otros en cambio han recibido unas malas piezas, un buen contrincante. La partida está sentenciada desde el principio, si no sabes mover con maestría y astucia, esos peones, esa reina,...

Y tu partida, a la vez, está ligada con infinidad de jugadores, infinidad de tableros. Posibilidades de interacción infinitas. Tal vez seas un peón en el tablero de tu torre. Tal vez seas la reina de un caballo. Quizás te toque ser un mero peón y quedar descartado en alguna jugada. Es tan complicado jugar a este juego... Porque cuando mueves ficha has de contemplar tu tablero, pero has de tener en cuenta la manera en que afecta tu posición en los tableros ajenos. Un avance insignificante para ti, puede suponer la derrota de otro. Caen las fichas, se levantan otras. Y todos seguimos jugando, haciéndolo lo mejor que podemos. A veces fallamos. Muchas. Otras conseguimos pequeñas victorias, que nos animan a continuar. A veces si estamos estancados en una jugada, una pieza amiga nos ayuda a ver la solución, el siguiente movimiento a realizar. Otras veces, lo que considerábamos una ficha de nuestro color, nos desbarajusta todo, y se convierte en enemigo a abatir, a reemplazar. A olvidar.

El ajedrez siempre ha sido un juego de estrategia. Vivir la vida es la mayor estrategia de todas.

miércoles, 21 de mayo de 2008

AMISTAD



La amistad es algo muy subjetivo. Una visión personal de la clase de relación que esperas que te aporte el otro, que necesitas. Que quieres. Por eso es difícil tener buenos amigos. De los incondicionales. Porque según algún acuerdo tácito y social, no se suelen exponer los puntos de vista con los que valoras o consideras a una persona como algo más que un conocido. Un amigo. Y no sólo entra en este juego de quién da más, las opciones propias. También hay que considerar la de la otra variable de la ecuación. Y aderezándolo todo, tenemos que tener en cuenta en qué posición se encuentra este abstracto concepto de amistad en nuestra escala de valores. ¿Está por delante del trabajo?¿de la familia? También puede ser que uno se considere un lobo solitario y no necesite de las relaciones personales.



Es muy difícil evaluar todas estas cuestiones. Todos estos factores que tenemos en cuenta a un nivel meramente inconsciente, pero que determinan la elección de las personas que entraran a formar parte de la urdimbre de nuestra vida.



Para mí, que provengo de una familia bastante escasa en demostraciones afectuosas, es importante que un amigo supla estas carencias emocionales. Sin grandes histrionismos por supuesto. Los excesos me pueden. Yo me considero una persona que da todo en una relación que involucre una implicación personal con otro ser humano. A cambio, suelo pedir que la otra persona me responda del mismo modo o al menos en la parte que le sea posible. Lo cual no deja de ser curioso, pues aunque todas mis amigas son cariñosas y lo demuestran sin pudor, mis amigos en cambio son más bien parcos en demostraciones que tengan que ver con su aspecto emocional. También necesito que la otra persona, me aporte otras cosas que considero importantes. Como soy una persona con una inquietud intelectual constante, necesito rodearme de personas que sean capaces de aportarme conocimientos. Más que inteligentes, necesito personas que compartan los saberes que han ido adquiriendo. Conozco mucha gente poseedora de los más diversos conocimientos y que sin embargo son incapaces de transmitir aquello que atesoran. No encuentran las palabras para instruir a los demás. Una pena. Un desperdicio. Alguien me dijo una vez que la amistad era siempre interesada. Jamás lo he dudado. Una pena romper el mito de la idealización y exhaltación del amigo verdadero. Pero la realidad es que nos rodeamos siempre de aquellos que pensamos que nos puedan aportar algo. No importa la índole de la aportación. Eso no ennoblece a la demanda.



Me doy cuenta que no sólo los amigos han de aportar a uno acciones, opciones, carencias. No son un parche para la vida. Los amigos han de ser complementarios y contrarios. No tiene sentido rodearnos de gente que se parezca a uno mismo. Si quieres montar una partida de parchís, entonces quizás sí lo tenga. Pero creo que la amistad es algo más que encontrar a alguien con quien jugar. Ese alguien tiene que acompañarte a través de tu periplo vital. Por tanto necesitas que aparte de rellenar, complementar, aquello que crees que necesitas, también tenga características discordantes a tu personalidad. De esta manera ganas otros puntos de vista. Otras maneras de abordar diferentes situaciones en las que te vas a ir encontrando. Además las diferencias interpersonales aumentan la propia consciencia. La autopercepción de la propia realidad. De la propia condición humana. De la comedia en la que estamos actuando.


Visto todo esto, no es de extrañar que sólo unas pocas relaciones sobrevivan. Llegar a acuerdos tácitos para delimitar aquello que nos es propio, es muy difícil en una sociedad en la que pocos estan dispuestos a ceder. Ceder tiempo, falta de ganas. Es más cómodo pensar que uno ya es como es y los demás se han de adaptar a esta entidad individual, que molestarse en variar algunos aspectos para acoplarse mejor a otra persona. Poca gente aprecia que está mínima variación en la forma de ser, en la manera de hacer, permite enriquecerse a uno mismo y alcanzar una nueva dimensión en la propia vida.
La amistad quizás sea en este aspecto un acto de simbiosis. Tú me das, yo te doy. Te permite contar con apoyo en esos momentos en que lo necesitas. Malos momentos sacan a la luz a los verdaderos amigos. Los incondicionales. A cambio, has de estar ahí cuando cambian las tornas y convertirte tú en un apoyo, en otro incondicional. Si uno de los dos falla, la relación cambia, se tuerce, se contamina. Uno es un parásito. Acepta lo que le ofrecen, se enriquece con ello pero no da nada al otro, no aporta más que vacío. Parásitos hay muchos, insecticidas pocos.

martes, 20 de mayo de 2008

UN CUENTO 1






Una noche, mientras dormía entró un ladrón de sueños por mi ventana y me robó la felicidad que tenía escondida. Lo supe nada más levantarme, porque tenía la cara ojerosa y un cansancio que me pesaba en el alma. Durante los primeros días de estupor, me limité a deambular sin rumbo fijo por la casa. Permanecía en cama durante largas temporadas, pensando que tal vez, el ladrón, arrepentido de su acto delictivo, volvería a aparecer con la noble intención de devolver aquello que había usurpado. Mas nada de eso pasó y, de vegetar como una planta de terraza, pasé a ser presa de las más terribles y angustiosas lamentaciones.
Echaba de menos la felicidad perdida. La había estado atesorando durante mucho tiempo, y la guardaba para lucirla en ocasiones especiales. Tanto trabajo para nada. Ni siquiera la disfruté plenamente. Y sólo el pensar que tenía que comenzar desde el principio, bastaba para hacerme llorar desconsoladamente. Tanto lloré y lloré, que la casa se inundó. Después, lentamente, empezó a inundarse la ciudad donde vivía. Fue entonces cuando todos empezaron a asustarse, pues era muy incómodo andar todo el día con el agua por las rodillas. Además como eran lágrimas, el agua era salada, y las cañerías empezaron a estropearse, las alcantarillas a embozarse, la ropa no se secaba nunca... Un desastre. Pero el mal humor de la gente sólo empeoraba la situación, porque cuando alguien venía con sus quejas a mi casa, sólo conseguía que aumentara la intensidad de mi llanto, con lo que el nivel del agua en la ciudad subía un par de centímetros más.
El alcalde preocupado ante el tamaño del desastre organizó un llamamiento público al ladrón de sueños. Le ofreció una cuantiosa recompensa a cambio de devolver la felicidad sustraida. Pero probablemente, el ladrón ya estaba muy lejos, porque como todo el mundo sabe, los ladrones de sueños viven más allá del horizonte del norte. Y eso queda muy, muy lejos. También se organizaron redadas entre el mercado negro de felicidad, a ver si encontraban por casualidad la mía. Pero no apareció, y la triste realidad empezó a abrirse paso en la conciencia de todos. El ladrón se la había llevado consigo.
Mientras tanto, yo seguía llorando a mares. No podía parar. A consecuencia de esto, y de los estropicios que el agua había ocasionado a mi casa, empecé a vivir encima de un árbol. Era un bonito almendro, que me acogió con ternura entre sus ramas, y al que no le importó mi incesante llanto. Por las noches me acunaba entre sus hojas y el viento silbaba para mí hermosas melodías, hasta que me dormía exhausta de tanto llorar.
Más tarde vino la etapa de las lamentaciones. Me echaba la culpa de haber sido descuidada, de haber permitido que el ladrón se colase por mi ventana, de no haber disfrutado de la felicidad guardada, de haberla escondido enun sitio demasiado obvio para el ladrón,... llegó un momento en que me sentí culpable de todos los males del mundo. Mis amigos estaban ya desesperados conmigo. Me ofrecían amablemente la felicidad que ellos disponían en ese momento. Pero como todo el mundo sabe, la felicidad ajena es como una gripe contagiosa, cuando la coges te dura como mucho una semana. Y en cuanto el efecto se evaporaba, el vacío que tenía se hacía más patente y lloraba más.
Como nadie encontró ni al ladrón, ni a mi felicidad, acabé llorando tanto, que inundé la ciudad por completo. Y luego, las ciudades vecinas. Y finalmente el planeta entero, excepto algunas zonas elevadas y un par de islas que sabían nadar y escaparon a tiempo.
Pero por fin llegó el día en que dejé de llorar. Y al abrir los ojos hinchados por el llanto, observé horrorizada las consecuencias de mi pena. No quedaba nadie. No quedaba nada. Había creado los mares y el océano (¿de dónde pensábais que salía el agua salada del mar?). Todo el mundo se había mudado a otra ciudad, o a la cima de la montaña más cercana. Así que tras consultar con mi almendro-casa, este decidió cederme unas cuantas de sus robustas ramas para que me construyera una balsa con la que navegar por el mar.
Estaba decidida, iría yo misma a buscar lo que me habían robado. Mi felicidad.
Continuará....

jueves, 15 de mayo de 2008

INTRODUCCION


Soy enfermera.

No sé muy bien qué fue lo que me impulso a dedicarme a esta noble y poco agradecida profesión. Jamás soñé con cuidar enfermos el resto de mi vida. No era algo vocacional. De hecho, yo quería ser bióloga marina o veterinaria. Siempre se me dieron mejor los animales que las personas. Me es más fácil mostrarles cariño. Pero acabé estudiando enfermería. Al principio me veía de voluntaria, sacrificando mi abnegada vida, en pos de los más desfavorecidos. India, Perú, el Amazonas,... sitios aislados faltos de profesionales dedicados como yo. Jamás lo hice. Primero pensé que trabajaría un año o dos pra coger experiencia y ahorrar dinero para pagar el viaje. Luego tenía que mantener el alquiler. Luego me daba pena dejar un trabajo estable pra lanzarme a la aventura. Luego me acomodé en esta vida pseudoburguesa que nos venden, y compramos, y ya no me veía trotando por la selva en busca de la profesionalidad perdida. A veces aún sueño que me lanzo a la aventura. Que no me importa no cobrar un sueldo a fin de mes, perder mi piso, perder contacto con la gente que quiero, para tratar de vacunar a unos pobres indígenas que no quieren ser vacunados. Todos los sueños encierran una utopía.

Trabajo con crónicos. Diálisis, el riñón artificial. Los niños mimados de la sanidad. Su vida depende exclusivamente de atarse durante unas horas a una máquina durante tres días a la semana. Pero tienen vida. Ya es más que el resto de enfermos. Ya es más que hace unos quince años.

Cuando estudiaba y empecé las prácticas como esclava de una enfermera diplomada en el hospital, me di cuenta, que eso no era lo mío. Me gustan las personas. Me gusta tratarlas. Cuidarlas, animarlas, apoyarlas, acompañarlas. Pero no me gusta que eso se vea encadenado al reloj de la pared. Organizar los cuidados en función de unas pautas horarias asignadas por una administración que no ha pisado jamás la planta de un hospital. Números, cifras, datos estadísticos sustituyen a los enfermos y sus necesidades atencionales. Como poder mirar a alguien a la cara y no dejar que exprese sus miedos porque se te pasará el tiempo para curas.

Pero la vida tiene sus vueltas. Siempre hay un camino por el que avanzar. Yo entré en un centro de diálisis por pura casualidad. Esa es otra historia para otro momento. Pero cuando vi el modo en que se trabajaba, el tipo de paciente y el trabajo que ahí podía realizar, supe que había encontrado un trabajo en el que ser feliz.

El trabajo de dialisis es rítmico. Precisa organización y orden. Priorizar los objetivos. Rapidez y agilidad. Es mecánico, repetitivo porque montas una máquina tras otra. Conexión y desconexión y otra vez a empezar. Y sin embargo, dentro de este orden protocolizado hasta la saciedad, no hay sitio para el aburrimiento. Las complicaciones aparecen por sorpresa, a cualquier hora, sin avisar. No puedes relajarte. Ojo avizor. Pero como su frecuencia es reducida dispones tiempo para hablar, cuidar, enseñar. Porque con pocos enfermos eso se puede hacer. Enfermería no sólo es realizar curas, es cuidar al ser humano en su totalidad, en toda su esfera biopsicosocial. Pero eso, hoy en día es muy difícil de hacer.

Trabajo en una multinacional. La salud también puede resultar un producto. Bastante rentable por lo visto. La enfermería es tan solo contratada como mano de obra. La cualidad humana tan solo es una fruslería. Lo que prima es que tengan la carrera acabada y que aprendan a pinchar rapidito. Que entiendan lo que estan haciendo es algo secundario mientras los pacientes esten conectados a su hora y no tengan que pagar horas extras. Y tu, enseñas gratis, que es lo que toca, lo que se espera de ti. Porque, tal y como te recuerdan continuamente, la puerta está abierta, si no te gusta te largas, y en todos los centros ocurre más o menos lo mismo. La pública es un sueño poco realizable. Las oposiciones se aprueban a golpe de talonario. Yo no tengo 12000 euros para pagarme un posgrado que no quiero. La profesión ha perdido su finalidad. O la está perdiendo. Y sin embargo me sigue gustando. Me gusta el fin pero no los medios con los que se realiza.

Es una profesión sacrificada, pero hermosa. Te llena cuando ves que lo que haces da sus frutos. El esfuerzo aplicado te es devuelto con creces. Con agradecimiento. Una sonrisa sincera no tiene precio. A veces tengo la impresión que el verdadero sueldo es el que me pagan los pacientes. Perdón. Clientes/usuarios del servicio de salud. Pacientes somos nosotras.Qué remedio.

Creo que el desencanto laboral está en todas partes. Me consuelo pensando que al menos trabajo en algo que me gusta. Que me llena. Dentro de unos años no sé donde estaré pero creo que seguiré aquí, al pie del cañón. La Florence Nightingale de la nefrología.

miércoles, 14 de mayo de 2008

PALABRAS


Las palabras duelen. Pueden llegar a ser devastadoras, si no las usas con precaucion. Pero a veces, aún así pueden resultar muy dolorosas. Hay expresiones que apoyan mi reflexion. La primera que se me ocurre es "brutalmente honesto". Se pueden decir verdades o aquello que creemos que es verdad de diferentes maneras. Las palabras son como armas, la intencionalidad es lo que las carga. El desprecio y el rencor hace que las palabras se llenen de ponzoña. Un pequeño roce, escuece. Pero si tienes una grieta en tu armadura... entonces te corroen el alma. Que más da si lo que dicen no es verdad. La inseguridad no es escudo para nadie, y menos para quien no te quiere escuchar.
Las palabras pueden ser afiladas como cuchillos. Las hay quien las maneja mejor que otros. Espadachines de la gramática ostentan el poder. Hay otros que sin embargo, no las saben usar. Intentan utilizarlas para defenderse y a veces, por casualidad, se vuelven armas arrojadizas. Palabras escritas, palabras habladas, ausencia de...
Y cuando te las tiran a la cara pueden doler más que una bofetada. Palabras necias, piel ajada. Malas palabras, en peores momentos. No hay freno para esquivarlas. Vienen directas, te golpean y te roban algo de ti misma. No puedes volver a mirar la vida como antes. Palabras que crean pequeñas mutaciones en el alma. Lo que no te mata, te vuelve más fuerte. Hay palabras que te pueden matar poco a poco. Mutilan lo que eres, lo que eras. Gusano de seda en un capullo impuesto. Dolor que se salda en silencio, sin palabras. Cáncer que devasta tus murallas.
A veces, sin embargo, las palabras pueden ser hermosas. Son la llave de la caja fuerte del corazón para algunos. La esperanza a la que se aferran los que necesitan de ellas. El amor sin palabras es vacío. Sinsentido. Las palabras pueden ser las mejores enfermeras. Porque es una vía de escape para el dolor. La tristeza que no sabes sacar de otra manera. Esa pena que se ha vuelto como una pelota en las entrañas... Vomitas palabras y palabras. No piensas, sientes. Y esas palabras vuelan, liberan, se llevan consigo el dolor. Más hacia afuera. Más vacío por dentro. Y la música.. también es una forma hermosa de expresar palabras. Fusión de sonidos y fonemas. La lógica de las matemáticas ¿a caso no encierran el secreto de las palabras?
Puede haber comunicación sin palabras. No me hablas. Pero miras. Te siento cerca, a veces lejos. Y sin embargo, a veces las necesitamos tanto... Un perdona, un te quiero, un lo siento son las más ansiadas. Todos queremos perdonar, y que nos perdonen. Que nos quieran. O que nos odien. Si me dices, yo te cuento. Si me ignoras, me pierdo. Laberinto de grafias, del que ya no se como salir. Las cuerdas vocales, los dedos ágiles, me atan, me pierdo . Soy incapaz de encontrar la combinación correcta que me saque de aquí. Y sin embargo, no paro de hablar, de escribir. Me sienta bien. Los miedos vuelan, se alejan durante un rato. Cohetes de San Juan asustando a las palomas.
¿Se podría considerar las lágrimas como un tipo de palabras silenciosas? Por que también duelen. También pueden lastimar. Vacilas. Se contagian con el cariño. Empatía en la pena, unión de la amistad. Soledad y silencio. Tictac, el tiempo pasa, pero el eco no llega. Y sin embargo, cuando lloras ¿acaso no estás gritando tu interior? rabia,pena, también felicidad, ilusión,... Las lágrimas a veces comunican mejor que las palabras, que pueden resultar confusas. Se interpretan mal. Si las lees, el tono depende de tu visión subjetiva. Una vez alguien se enfadó conmigo porque no entendió el tono irónico de un mensaje. No lo supe hasta tiempo después. La ausencia de palabras se me hace insoportable. Acrecienta mi soledad.
Tantas cosas por decir, por preguntar, por saber... Letras para jugar, para disfrutar, para disparar. Buuuum! Estás muerto, un poquito más. Cuantas cosas por decir, cuantas cosas que no diré jamás, cuantas cosas que solo comparto conmigo misma. Secretos revelados en la intimidad. Oidos que no escuchan, si no es el rumor del mar. Dardos veloces, voces parsimoniosas. Palabras de noche susurradas al oido. Palabras valientes que salen sin pensarselo a por el rival. Palabras cobardes que se escudan en las cervezas del sabado noche. Palabras que mienten. Palabras que no quieren ser creidas. Palabras que duelen. Palabras que aman. Palabras que acompañan, cuando nadie está cerca. Palabras que consuelan, cuando nadie te habla. Palabras de amor, tesoro perdido. Palabras honradas que se dicen sin miradas. Secretos oscuros, noches de calma.
Con qué ligereza las usamos. No somos conscientes de nada. De su importancia. De su hoja de doble filo. De que duelen. De que aman.

sábado, 10 de mayo de 2008

LLUVIA

Días de lluvia. Días de nostalgia. De melancolía. Miro hacia atrás y busco entre mis recuerdos... lo dijo Luz Casal en una de sus canciones. Es una letra insuperable. Creo que está hecha de lluvia, de jirones de nube. Y eso es lo que hago.. Recuerdos no siempre malos, los hay de muy buenos. Supongo que se asocia la melancolía a la tristeza. Compañeras de estos días grises. Y sin embargo no siempre es así.
Esta lluvia me trae recuerdos de otros días similares. Recuerdo París. Un viaje sorpresa, espontáneo. El amor a veces es así. Imprevisible. En ese viaje también llovió mucho, y los días se sucedieron grises. Pero eso no nos importó. Y que frío hacía.. entrelazábamos las manos para darnos calor, pero también porque era la excusa para rozar nuestros dedos, entumecidos bajo tantas capas de lana. Un regalo de alguien que por unos instantes me hizo olvidar. El único que lo consiguió. Nadie o casi nadie sabe que en la torre Eiffel me pidió que me casara con él. Y nadie o casi nadie sabe que acepté. Soy la guardiana de mis propios secretos. Supongo que de alguna manera intuitiva supe que el sueño se desvanecería, como la bruma de esas mañanas lluviosas de París. Desapareció de mi vida, del mismo modo que llegó. De repente. Y sin embargo, a pesar de ser un personaje turbio, no en mi vida, sino en la suya propia, no le guardo rencor alguno. Por un momento me hizo creer en las posibilidades que se transforman en certezas. La vida es sólo un sueño, y el me permitió soñar.
La lluvia se lleva los recuerdos de las despedidas. Abro la boca y dejo que el agua resbale por mi lengua. La paladeo. Agua de lluvia, agua agridulce. Lluvia, llévate hoy la pena, limpia mi alma. Y me quedo un rato así, dejando que me empape la ropa, el pelo, los zapatos que luego harán xof, xof. Algún viandante despistado me mira asombrado. Pensará que estoy loca. Los seres humanos hemos perdido la capacidad de aprender a mojarnos con agua de lluvia. Agua que depura. Agua que arrastra los malos recuerdos. Adiós, hasta nunca.
Miro por la ventana. Sigo con los dedos los dibujos que dejan las gotas en los cristales del balcón. Y sigo recordando París... Las caminatas interminables de los que sólo disponen tres días para recorrer una ciudad, aprovechando cada semáforo en rojo para comernos a besos. Hagamos algo cutre... y se presenta con los tickets para una cena en la torre Eiffel. Como los guiris de las películas. Y qué hermosa París de noche! La torre se ilumina con miles de lucecitas, y me trae al pensamiento el recuerdo de un árbol de navidad. Y sin embargo, la luz de nuestras miradas posiblemente sea más potente que cualquiera de esas bombillas. Porque el amor a veces es así. Brillante. Luminoso. Y comemos lo que nos sirven. Y nos comemos con los ojos. Jugamos a ser quien no somos, quien nos gustaría ser. Nos presentamos como matrimonio, como colegiales enamorados, como jefe y secretaria que se fugan para querer, con hijos, sin hijos, adoptaremos un par en China, tenemos tres perros,... mil personajes que enmascaran a los verdaderos protagonistas de la historia. Guardamos el secreto para nosotros dos. Y luego, me toca el turno de sorprenderlo a él. He sacado pasajes para un crucero nocturno por el Sena. Que la noche hortera lo sea hasta el final. El barco está atestado de japonesitos que celebran un fin de curso. Vestidos de gala y sandalias de pedrería para una gélida noche de febrero. Complementos estrambóticos para el pelo. Para la noche. Y abrazados para darnos calor, y también porque nos apetece estar así, dejamos que el viento helado nos azote la cara, mientras que recorremos con la vista ese París nocturno que nos ofrece el recorrido. Y de golpe suena nuestra canción. La vie en Rose. El día que lo conocí la estuve tarareando todo el día. El primer día que estuvimos juntos se la susurré al oido. Y entonces el mundo se para. Nos miramos a los ojos y empieza a llover. Pero nosotros nos quedamos bailando abrazados, con la música al fondo, mientras una veintena de adolescentes nipones se dedican a hacernos fotos desde su refugio bajo cubierta. La imagen del amor. La imagen de París. Día de lluvia.
Que hermosos recuerdos... impiden que la historia sea triste. Siempre me hacen sonreir. El amor viene y va, como la lluvia.

viernes, 9 de mayo de 2008

EN MARCHA


Ya he dejado de esperar noticias. Ya he dejado de mirar constantemente el mail, para ver si aparecía un mensaje en el que pusiera un "te quiero ver". Ya me he cansado de estar sentada sin hacer nada. Ya estoy cansada de esperar siempre que las aguas vuelvan a su cauce natural. Estoy un poco harta de que en esta obra me haya vuelto a tocar un papel de pasiva.


Pongo mis cartas sobre la mesa y el jugador no muestra su jugada, su mano. Tengo que esperar que decida cuales son las combinaciones que va a realizar antes de volver a poner el juego en marcha. Yo ya me he cansado. creo que ya he esperado mucho tiempo. Demasiado. A este juego no vuelvo a jugar. Si lo que buscaba el oponente es que me retirara del tablero, sólo me queda felicitarle y darle la enhorabuena. Para ti todo. Jaque mate. Fin de la partida.


Es hora de levantar lo caido. Hay que hacer las maletas y emprender otro nuevo viaje. Tierras por descubrir. Gente por conocer. En esta estación ya he permanecido demasiado tiempo. Corro el riesgo de echar raíces en un paisaje que no me corresponde. Extrangera en un país que no me acepta. No hay que asumir las condiciones que te imponen si quieres mejorar. Progresar. Ser capaz de dejar los sueños atrás.


Las despedidas hay que hacerlas sin lamentaciones. Si has puesto todo la carne en el asador y te has quedado sin la parte que te corresponde, no debes quejarte. Orgullo por la valentía demostrada. Resignación por no haber resultado ganadora. Aunque en el fondo sí lo seas. Lo sabes. Arriesgaste y eso, en sí mismo es todo un triunfo. Valiente por una vez. Desnudaste el alma, te quitaste esas capas que te protegen. Cayeron las murallas y vislumbraste el paisaje que había más allá. Ahora es el momento de descubrirlo. Sin temor a dejar atrás lo que sentiste como seguro. Te empujan hacia adelante. Es lo que se espera de ti. Todos lo esperan.


Y si la nostalgia te vence, puedes permitirte el lujo de echar una ojeada atrás. El ojo derrama una única lágrima solitaria. La lágrima de los campeones, de los aventureros. de los supervivientes. Y si tienes suerte, tal vez encuentres en el camino una mano amiga. Una mano de esas que te agarran bien fuerte y tiran de ti cuando sientes que las fuerzas flaquean. Cuando la morriña, los días de lluvia, hacen que quieras volver a casa, olvidándote que esta quedó muy atrás. Ruinas de los recuerdos que se convierten en escollos a sortear. Pasito a pasito, tambaleandote al principio, vas cogiendo las fuerzas necesarias para conseguir garbo, gracia, soltura al pasear.


El mundo es un lugar muy extraño. Puede ser desastroso, solitario, un páramo salvaje con mil peligros acechantes, y al girar en un recodo del camino, deslumbrarte con frondosa vegetación, un paraiso donde alojarte, descansar del camino una temporada, tal vez para siempre. Sólo hay que ser lo suficientemente osado como para emprender el viaje, dejando atrás lo conocido, lo cómodo. Aunque sea a desganas, aunque sea obligada por las circunstancias. Si la vida te pone una maleta en la mano y alguien te empuja desde atrás... no necesitas más señales para empezar a andar.

lunes, 5 de mayo de 2008

MONICA


Es difícil hablar de una misma. Será porque pensamos que somos de una determinada manera hasta que la vida pone todo su empeño en demostrarnos que no es así. También la imagen desenfocada que de nosotros mismos tienen los demás, no nos ayuda a orientarnos. Siempre que alguien que se aprecia de conocerme bien me suelta una especie de sentencia definitoria, me sorprende ver lo alejado que está de la realidad. De mi propia percepción.

Yo soy la reina de las máscaras. La dama de las cebollas. Capas y capas me protegen y ya nadie puede arrancarlas. Escondida en las sombras, agazapada suelo esperar mi oportunidad. No me dejo conocer. Lo poco que dejo se lo ha de ganar uno a pulso. Mi madre siempre me ha dicho que mostrarse una, tal cual es, la hace vulnerable. Yo sé que eso es cierto. La gente suele usar lo que les cuentas para alejarte o alejarse. Algunos para hacerte daño. Pocos valoran el esfuerzo que supone dejarse conocer. Yo siempre esquivo. Soy una regateadora nata de las cuestiones personales, espinosas. Me incomoda contestarlas, me hacen sentir desprotegida. Pero las que me vienen de frente las contesto con valentía. En este aspecto no suelo huir. La gente no sabe hacer las preguntas correctas, ahí está el problema. Hay gente que finge querer saber, pero en realidad tiene miedo. Tratar de conocerme a mí, puede dar miedo.

Yo no soy valiente. Para nada. Huyo del conflicto, de peleas, de personas agresivas. Me da miedo el dolor, el amor, el desamor, los sentimientos que escapan a mi control. Los sucesos imprevistos. Los cambios radicales. Las abejas. Perder el control. La intimidad con alguien que no es íntimo. El primer beso, cuando no sabes de qué manera te sorpenderán. Desentonar en una reunión. Ser diferente. Destacar. Competir. Me quitan lo que quiero de las manos, y no presento batalla. No sé, me da miedo. Cuando se trata de mí, soy incapaz de sacar uñas y dientes, pero cuando se trata de aquellos a los que quiero, ahí es cuando me transformo. Soy la leona protectora. Mis amigos son mi familia, mi camada. Mi terreno a proteger. Ese altruismo es inherente a mi persona. Supongo que por eso soy enfermera. Las otras opciones eran misionera o monja. Vivir para los demás. Ayudarles me ayuda en parte a mí misma.
Tengo claro lo que quiero. Voy a por ello de cabeza, con tesón, con mi infinita paciencia. No importa si me hace daño. Mi intuición suele ser acertada. Lo que importa es llegar a la meta. Conservar lo conseguido. Siempre actúo en las sombras. No me gusta destacar, pero sí que se reconozca mi trabajo. Laboriosa, concienzuda, organizada, sistemática. Prefiero el trabajo individual al de grupo. Los fallos prefiero cometerlos yo misma. No me gusta depender de los demás y sin embargo soy dependiente. Relleno las horas vacías de las tardes con clases, cursos, actividades. Todas diferentes. Ninguna repetida. Alimento la mente. No pienso en que estoy sola. Es curioso, la gente siempre valora mi independencia, mi capacidad de llevar una vida solitaria, centrada en mi propia persona. Libre. No se dan cuenta que es una situación impuesta. Que yo aspiro justamente a lo contrario. Quiero una persona que me acompañe cada día de mi vida. Quiero niños correteando por el comedor. Quiero una casa a la que llamar hogar. Nadie cree que quiera eso. Por lo visto no doy esa imagen familiar.
No soy mujer que despierte grandes pasiones. Suelo caer bien y basta. Soy la amiga ideal. Merecedora de eterno respeto. Nunca me han robado un beso. Inspiro ternura. Cariño. Buena conversadora. Escucho aún mejor que hablo. La gente confía en mí e intento no defraudarlos. Mis amigas son cariñosas y sensibles. Mis amigos fríos e inteligentes. Una dualidad extraña. Un capricho del destino que he ido buscando sin ser consciente de ello.
Soy la chica de hielo. Siempre ando semicongelada. Me gustan las manos calientes. Me aportan tranquilidad. Si estoy triste escucho boleros. Si estoy pensativa, le toca el turno a Pastora. Cuando estoy contenta no escucho nada, me calzo un zapato cómodo y me como la calle. No me gusta ir de compras. Me cansa. Me encanta leer sentada en la mesa de un bar. Me gusta la buena compañía y los donuts por la mañana. Me quedo soñando despierta muchas veces. Invento realidades alternativas. Si salgo de noche, finjo ser quien no soy. El alcohol en exceso me hace decir verdades que preferiría que siguieran enterradas. Hace que despierte Eina, mi alter ego etílico, aquella que no tiene complejos, aquella que se come el mundo, el alma de la fiesta, aquella que finje ser cualquier identidad que considere divertida, la que juega, la que no tiene responsabilidad alguna. Sabe que sólo es libre pocas veces al año y no desaprovecha la oportunidad de disfrutarlas. Risas vacías. Copas llenas. Noches inciertas.
Se puedes decir tantas cosas que en el fondo no dicen nada... ya he dicho que me cuesta dejar que se me conozca, y sé que este pequeño esfuerzo sera en su justa medida valorado.
Soy tantas cosas, pero en el fondo no soy nada...

domingo, 4 de mayo de 2008

EL QUEIMADA


El Queimada más que un lugar se ha convertido en un refugio. Cuando me mudé de barrio anduve deambulando por esas calles aún desconocidas para mí, en busca del bar perfecto. Ese bar perfecto había de reunir varios requisitos: que me sintiera a gusto, poder leer a mi antojo sin que la mirada del dueño me hiciera sentir incómoda; que tuviera donuts del día; un ambiente determinado que no se explicar; un camarero simpático, agradable; unos horarios compatibles con mis necesidades... No lo encontraba y estuve "probando" varios de la zona. No acababa de decidirme, no sé, a todos les faltaba un no se qué... Pero un domingo de hastío, cambié mi ruta de búsqueda y en vez de caminar dirección montaña como era mi costumbre, decidí aventurarme dirección mar. No había apenas ningún bar abierto, sólo encontré uno. De aspecto desolado por fuera, apenas vislumbraba el interior a través de unas cortinas de ganchillo. No sé, me parece un poco cutre... pero Javi me dijo, total, sólo vamos a tomar un café. Así que entramos. El bar tenía cierto aire retro, pero parecía acogedor. Un poco oscuro. Ventiladores en el techo frente a los actuales aires acondicionados capaces de congelarte en un santiamén. Una colección de dragones en las estanterías. Pósters de temática rolera y fantástica. Pins en las paredes. Y un camarero que parecía sacado de una posada medieval. Sí. Había encontrado mi bar. Durante un tiempo sólo iba los domingos por la tarde con Javi. Eran los domingos de café. Tiempo de arreglar el mundo a golpe de filosofía. No recuerdo el primer día que fui por la mañana. Lo único que recuerdo es la agradable sorpresa de encontrar con que tenían donuts. Francamente, era mi bar.

Me encanta el Queimada. Me gusta sobretodo por las mañanas, cuando la gente está trabajando, y lo tengo casi para mi uso exclusivo. Mi mesa al fondo a la izquierda. Espalda apoyada en la pared. La vista se desvía a través del cristal hacia la calle. Un café con leche. Largo de café. Un sólo azúcar. Mi taza especial, porque si no, ya no sabe igual. Un buen libro. El cenicero tarado, con cicatrices de guerra. A veces los crucigramas me acompañan. Algún cliente habitual. Alguno esporádico. Esos donuts esbeltos en los inicios, se han convertido en mastodontes de pastelería. Pero sigo yendo a pesar de ello.

Valentín maneja el negocio con maestría. El perfecto anfitrión. Un cicerone de los juegos, te acompaña encantado a hacer un recorrido por un un mundo lúdico, insustancial. El campeón de las charlas metafóricas. La mayoría de las veces me pierdo intentando interpretar lo mensajes escondidos tras palabras absurdas. Sonrío y digo aha... ni idea de lo que intenta decirme, pero me sabe mal destruir esa imagen de hábil descifradora que tiene de mí. A veces, es que no quiero entender lo que me dice. Las cosas duelen menos si permanecen en la ignorancia. Valentín habla de puertas en los lindes del bosque, sobre si hay que ser valiente e intentar girar el picaporte, o dejarlas tranquilas.. Yo hace años que deje de interesarme en cuestiones de cerrajería. El bosque es el bosque, no hay puertas en un bosque, sólo árboles y algún que otro duende despistado.

El Queimada es mi santuario de retiro, la vida real tiene vetada la entrada. Sólo la imaginación, algún problemilla que se cuela, y esos trabajos de universidad que hago entre charla y charla intrascendente. La música de fondo siempre se acopla a mis estados de ánimo. O tal vez, sean mis estados los que se acoplan a ella. Esa radio de fondo últimamente escupe canciones de hace años. Tesoros encontrados en una caja rescatada del olvido. Recuerdos de antaño, azotes del ayer. Cuando estoy allí sentada, me siento en una burbuja. Formo parte de un mundo aparte. El mundo real se mueve ahí fuera, pero yo ya no formo parte de él. Es la magia del Queimada.
Por las tardes es diferente. El Queimada se transforma en lo que realmente es. Un bar de juegos. Centro de reunión social. Gritos, algarabía, scrabble los miércoles, tortillas de alcachofa, humo de cigarros. El yatzhee cobra vida. Amigos, antiguos amores, ojos que se miran, miradas que huyen. A veces sospecho que el Queimada son dos bares en uno. Victor y Victoria. Mañana y tarde. Sólo permanecen inmutables los dragones. Vigilantes eternos de los sueños de los contertulios que día tras día vamos a parar con nuestros huesos ahí.

TRISTEZA


El dolor es sinónimo de soledad. El dolor puedes compartirlo para hacer ligera la carga. Puedes guardarlo para ti, para que no moleste. Puedes ignorarlo, creyendote fuerte. Puedes dominarlo, por unos instantes. Puedes olvidarte de él, y dejarlo latente. Incluso puedes hablar de él con otros pensando que quizás así la carga sea más ligera. Pero el dolor de uno, nadie más lo entiende. Porque nadie entiende su profundidad. Nadie entra en el territorio donde te hayas en estos instantes... Hoy me siento valiente y quiero probar a hacer un ejercicio de sinceridad, veamos que sale de este dolor...

Últimamente estoy triste. Muy triste. Es una tristeza profunda, honda. Me duele el corazón. Me tiembla el alma. Esta tristeza está en el plexo solar. La siento como un puño que me oprime el esternón, lenta pero insistentemente. Está ahí todos los días, unque a veces consigo olvidarme de ella. A veces, mientras paseo, mientras leo, me recuerda su presencia. Se remueve inquieta en su asiento y oprime más. Me ahoga. Me asfixia. No me deja respirar. Si camino, he de parar, para coger aliento. Inspiración, expiración, no pasa nada, ahora mismo va a pasar. Pero cada bocanada de aire que cojo me quema por dentro. Se abre paso a trompicones, con dificultades. Me hace daño. Pero siempre acaba pasando. Todo vuelve a la normalidad, a su rutina. A veces esa opresión la siento en la base de la garganta. Emoción contenida que pugna por escapar. Pero no sé llorar, me cuesta mucho. Hace que me sienta estúpida, vencida. Me comparo con otra gente que creo que tiene más motivos para llorar que yo. Soy como el cristal, de apariencia dura y al menor golpe salta en pedazos. No quiero ser así. Quiero ser fuerte. Pero esta tristeza que siento es más fuerte que yo. Me atrapa la cabeza y me confunde. Hace que me regodee en mi propio dolor. Presenta fantasmas de soledad y miedo ante mis ojos. Hace que me sienta pequeña y falta de consuelo.

Cuando estoy triste quiero estar sola. Me aislo, desaparezco. Invento excusas para no tener que ver a nadie. Necesito tiempo para asimilar el dolor. Le practico una disociación. Lo analizo tanto que dejo de sentirlo. Lo asimilo y lo integro. Pero esta última vez me cuesta mucho. Oscilo entre la pena y el enfado. Indignación y culpa. Siempre acabo sintiéndome culpable por todo y eso no ayuda. Pienso en los fallos cometidos, en los que me achacan, en los de los demás. La tristeza sólo me aporta confusión. Quiero soluciones cuando lo mejor es dejar pasar el tiempo. La tristeza se transformará en melancolía, en pena suave.

Y mientras el tiempo pasa, juego a fingir que soy feliz. No pasa nada, es que me tiene que venir la regla. Unas veces se me da mejor que otras, pero en general estoy satisfecha con mi actuación. Gasto bromas, cuento anécdotas, sonrío y hasta río un poquito si la situación lo requiere. La gente tiene sus propios problemas para preocuparse por los de los demás. Se creen lo que les dices, porque confían en que no les mentirás. Tampoco se molestan en excarbar un poquito en esa capa superficial que te envuelve. Inconscientemente saben que no les va a gustar lo que van a encontrar. Aguantar la tristeza ajena es muy difícil, cuando estás en precario equilibrio para tener la tuya propia a raya. De todos modos, no me gusta hablar de mi pena con nadie. Soy egoista en este aspecto. Si me preguntan las causas, esquivo la conversación. Esto es algo privado, sólo los implicados lo saben y cada palo que aguante su vela. Si a ellos les trae sin cuidado, a los demás no les tiene que importar nada. Así son las cosas. Así soy yo. Inexcrutable. Esfinge de la emoción.

El tiempo pasa, las heridas sanan. Quedan cicatrices de guerra que tatuan el corazón, que surcan el alma. La tristeza seguirá siempre ahí, latente. Y esta no será la última vez que me enfrente a ella. Son los riesgos de la vida y hay que aceptarlos para vivir.

DOS SUEÑOS



He tenido dos sueños un poco extravagantes. Siempre se dice que hay que escribirlos para no olvidarlos, veamos si sirve para algo...





LAS ARAÑAS


Estaba yo en una especie de colonias. Una excursión que tenía tintes de escolaridad infantil. Mis compañeras, a las que no conocía de nada, aunque en el sueño parecía que sí, me llevaban a una habitación. Esta habitación parecía ser más bien un trastero. Muy pequeña, casi claustrofóbica. Paredes blancas. Sin ningún mueble. En cada esquina, había telarañas, con tres o cuatro arañas muy negras, pequeñas, de esas de patas largas. A mí no me dan miedo estos insectos, respeto tal vez si las veo muy grandes o peludas. Sin embargo, en la vida real las encuentro interesantes. De pequeña solía observar sus nidos, como tejían esas redes, como algunas se escondían en agujeros. Su pauta de alimentación me fascinaba: algunas comían las hormigas que eran arrojadas a sus garras en el mismo instante, otras hacían de ellas una especie de croquetas que indolentes dejaban en la telaraña, y las que se escondían, las capturaban y las arrastraban consigo a la oscuridad de su refugio. Cuantos veranos he pasado admirándolas, temiéndolas en algún experimento infantil que trajo consigo una hermosa cicatriz en mi sien.


Sin embargo, esas diminúsculas arañas oníricas, despertaban en mí un terror auténtico, irracional. No tenía claro si ese habitáculo representaba que era la habitación en la que había de dormir o algún sitio al que había ido a parar. La cosa es que me encontré con un spray insecticida en la mano, mientras me decían que tenía que matar a las arañas. Y ahí estaba yo, en aquella habitación, spray en mano y sin apenas moverme, por miedo a enfurecerlas. Era incapaz de accionar el disparador, de rociarlas con el vaporizador asesino. Me iba girando lentamente, dando vueltas sobre mi mismo eje, cuando me di cuenta que las telarañas se adherían a mi ropa y las arañas antes inmóbiles empezaban a dirigirse hacia mí. El pánico me invadió y empecé a pulverizar todas las telarañas. Daba vueltas y más vueltas en ese entorno minúsculo rociándolo todo a mi paso. A pesar de todo, más telarañas se enganchaban y aterrada veía enfilar hacia mí, a esas arañitas. En mi fuero interno, sabía que estaba haciendo bien, al matarlas, a pesar que estoy en contra de exterminar cualquier tipo de vida animal. En mi casa real, siempre les indico un camino de salida ubicado preferentemente en el balcón. En fin, el sueño acaba aquí. Sin final aparente. Yo rociando y rociando en un frenesí ocasionado por el terror. No sé si conseguí acabar con todas, por qué tenía que hacerlo o por qué me daban tanto miedo. Lo que si sé con seguridad, es que ninguna llegó hasta mí.

LA HERIDA DEL DEDO

Era un día de verano, y estaba en el balcón de casa. El sol me calentaba, por eso sé que estábamos en verano. es curioso, pero el balcón de mi casa, pese a ser interior, en este sueño daba a una calle poco concurrida. También recuerdo que en su parte izquierda conectaba con el balcón de unos supuestos vecinos que estaban asomados viendo pasar a la gente. Yo tenía antojo de tortilla de alcachofas, y así se lo hacía saber a Javi. Como comentario casual, no como para que la hiciera él. Pero a Javi también le apetecía, y tendiéndome un cesto de alcachofas me instó a ir pelándolas mientras él se iba a la cocina para ir batiendo huevos y calentando la sartén. Así que me quedé sola en el balcón y m ientras pelaba alcachofas me corte el dedo gordo, en la base, por el lado de la palma de la mano. Y a pesar de que la herida se ensuciaba, yo no hacía nada, pues tenía que seguir pelando las alcachofas. En algún momento, hubo una transformación de la que fui consciente a un nivel diferente del sueño, quizás más racional y que no tuvo influencia alguna sobre el desarrollo de la acción. La alcachofa se había transformado en una piña. Y yo seguía pelando, y pelando la piña, quitándole las hojas superiores, quitando la corteza,.. hasta que se desmontó sola y dejó a la vista un trozo del tamaño de una patata pequeña. La vecina de al lado se giró y me dijo, qué suerte tienes, ese es el corazón de la piña, lo más dulce del todo. Y yo la miraba y no me acababa de convencer el asunto, lo veía pequeño. A pesar de todo lo probé y realmente era delicioso, dulce como el almíbar. Qué buena estaba... Pero entonces el dedo empezó a doler. La herida estaba llena de piedras y restos de tierra y alguna mosquilla de la fruta hacía amagos de deslizarse hacia el interior de la herida. Alarmada llamé a Javi. Socorro, que se me meten bichos adentro! Miró la herida y me dijo, pero chiquilla, limpiátela tú misma, sácate eso de dentro. Me di cuenta entonces que me comportaba como una niña pequeña. Había ido a enseñarle la herida, para que me la curara él, en vez de hacerlo yo sola. Así que me senté en el blacón y empecé a apretar los bordes, como quien se aprieta un grano, para que saliera toda la tierra que se había metido dentro. Y empezó a salir, pero era una tierra rara, más bien parecían huevas de beluga, pero negras. Yo apretaba y apretaba y aquellos restos iban saliendo. El dolor era fuerte, pero soportable, la verdad. Era más bien asco y aprensión de que aquello fuera mi dedo que un dolor lacerante. Al final quedó todo limpio, pero un hueco enorme había quedado entre la piel de la palma de la mano y el dedo gordo. Podía ver a través de él. Era muy curioso y hacía que me sintiera extrañamente orgullosa de mi herida de guerra. Se lo fui a enseñar a Javi, mira qué hueco me ha quedado... Así acaba este sueño.

sábado, 3 de mayo de 2008

NEUS


Ella bebe del misticismo de manera que forma parte de un todo. Espiritual como ninguna, siempre encuentra explicaciones metafísicas para mis problemas. Es mi oráculo personal. La reina de las intuiciones que a veces fallan de manera estrepitosa, a veces aciertan de manera asombrosa. Siempre rodeada de ángeles, se ha convertido en uno para mí. Es una guía para aquellos que la rodean. Siempre escuchando problemas, intentando arreglar los pedazos rotos de los corazones solitarios que pululan a su alrededor. La única que es capaz de verme llorar. La única con la que puedo hacerlo.
Neus es Praga en invierno. Sentadas en una cafetería elaboramos planes infantiles que sabemos no se cumplirán, aunque secretamente esperamos que sí. Hacemos oscilar el péndulo mientras intentamos resolver cuestiones superficiales. Las trascendentales las resolvemos nosotras mismas o con cartas diversas. Ella es magia, ilusión, positivismo, el red bull para el alma sosegada. Intenta arreglar una vida desordenada como la mía a golpe de escoba. Esto no lo necesitas, para afuera. Y yo le hago caso, porque sé que tiene razón. Me cuida como nadie, como la hija pródiga que siempre vuelve a casa cuando las cosas no van bien.
Neus tiene la inteligencia suficiente para hacerte saber lo mucho que te quiere. Lo especial que eres para ella. En un mundo tan frío como este es de agradecer. No esquiva los sentimientos. Los coge, los examina, los analiza te los entrega. no puede haber un regalo mejor.
Intentar que abra los ojos es su cruzada particular. Y yo me dejo cuidar. A veces no sé quién es la mayor de las dos. Me acuna con esa filosofía de vida tan neusy y me cuenta cuentos de finales felices, de justicia, de amor correspondido... Y yo me los creo, porque hacen que el mundo sea un lugar mejor. Durante un rato.
Es la sensibilidad por excelencia. Se emociona ante las cosas bonitas. Derrama lágrimas. Derrama sonrisas. Sin pudor. Las amigas estan para verte tal cual eres. No esconde nada. Es franca. Abierta. Le gustaría unir a todos los que la rodean en una gran familia, donde ella ejerce de matrona. Lo lleva en la sangre.
Me descubre un Lourdes ajeno a la imposición de la iglesia, un remanso de energía. Me da un rosario y rezo. Caldo de pollo para el alma. Nadie hubiera conseguido esto. Sólo ella con ese tesón que la caracteriza. Con ese poderío de sargento que tiene. El coronel de la esperanza. Las estampas de la ilusión. La gruta de los deseos, donde deslizas las manos donde tantas otras han depositado sus esperanzas. Y ella te dice que alguien te escucha, que se cumplirá lo que pido. A fe no le gana nadie. Lo juro.
Es la reina de su casa. La chica de la camisa con volantes que jura no tener. La Neus hortera de mi infancia quedó atrás sepultada por una mujer de belleza deslumbrante. Por dentro y por fuera. Tiene tanto corazón que cabe medio mundo en él. Hay sitio para todos, no se está incómodo.
Organizadora nata. Te monta una fiesta sorpresa porque te ve triste. Te colma de detalles porque le apetece. Creativa natural Una artista en potencia. A veces pienso que el mundo se le queda pequeño, que tiene que haber más para ella. Un lujo para sus amigas. Siempre fiel. Una constante dentro del caos. El bote salvavidas al que agarrarse. Siempre con palabras bonitas en la boca, es la primera en reñirte cuando ve que te equivocas. La mama universal. Todos sus pollitos revoloteando alrededor. Eso le gusta. Tener controlado todo, hasta lo que no se puede controlar. Al mal tiempo buena cara. Todo pasa porque tiene que pasar. De lo malo siempre extrae un mensaje de esperanza. Asi una se hace más fuerte. Superviviente de un golpe fatal. Le quitaron una persona importante. Ahora es otro ángel de la guardia. De eso no hay duda. Mi pareja de boda, en eso no se equivocó. No iré sola.
Reina de reinas. Luz espiritual. Faro de Alejandría. Madre de sal. Amiga. Unica, irrepetible. Neus

XAVI


Hablar de él resulta muy complicado. Difícil. Doloroso en ocasiones. Igual que mi relación con él. Cuando hablo de él con el resto de mis amigos siento que no son capaces de entender con profundidad lo que intento explicarles. En esto estoy sola. Incomprensión. Todos me dan el mismo consejo. Que me aleje. Qué fácil parece si se es un mero espectador. Pero para los protagosnistas principales de esta historia esta no es una solución viable. O quizás es que sea la única solución y estemos equivocados. Y es que la situación es confusa. Porque los sentimientos suelen ser confusos. No son racionales Inclasificables, en ocasiones, incatalogables. Por tanto la historia queda a medio hacer, desdibujada.
Es depencia dentro de una independencia. El estar enamorada de él es un sentimiento que sólo me pertenece a mí. Mi problema. Mi fatalidad. Pero todos se hacen eco de él, quieren participar. Que lo niegue, que lo rechace, que lo entierre, que lo olvide. No se puede hacer eso con una de las pocas cosas que me hacen sentir viva. Este sentimiento es mi tesoro. Lo guardo con celo. No quiero desprenderme de él. No veo el problema si no le hago daño a nadie excepto a mí misma. Pero en eso me equivoco. Sufren si me ven sufrir, sin ser conscientes que yo no sufro. No sufro siendo consecuente con las decisiones que tomo. Recojo las migajas que me ofrecen. Con eso tengo más que suficiente. No aspiro a más, a pesar de que el mundo se empeñe en que sí. Que lo quiero todo. Qué gran equivocación. Si sólo con vivirlo ya me doy por satisfecha. Bueno, quizás siendo sinceros, espero en ocasiones a que se escape un beso en el cariño de la noche. Una caricia sería mucho pedir.
Chico de hielo. Incapaz de hablar de lo que no entiende. De amor y desamor. Y yo empeñada en sacarle todo de dentro, porque es lo que necesito. Lo que creo que necesita. Pero esa es otra equivocación. No se puede estar sentimental con alguien tan racional, tan mental. No dice nada pero lo piensa todo por dentro. Vueltas y vueltas que no llevan a ninguna parte.
Pilar fundamental en mi vida. El de la seguridad. Una responsabilidad demasiado grande para alguien que no lo pidió. Lo siento. Pero todo se cae, lo tiran, se derrumba bajo el peso de la incomodidad. Porque la incomodidad da paso a la humillación y esta a la vergüenza. Y si sientes vergüenza ya no estás segura. Y te caes. Pero como soy previsora llevo mi paracaidas. Porque siempre tropiezo con la misma piedra una y otra vez. Pensaba que los rasguños valían la pena si la piedra era bonita. La sinceridad en este caso tuvo un precio muy alto. Se cayó conmigo, una parte importante de mi vida. Después del derrumbe, queda todo desolado. No hay nada, sólo terreno árido, estéril. Tardará tiempo en volver a crecer algo ahí.
Mi mas mejor amigo. El chico que manipula el tiempo para que pase más deprisa. Las horas a su lado no corren, vuelan. El conversador perfecto si se evitan los temas escabrosos. Los nuestros. Le leo el pensamiento con facilidad. Le conozco mejor que a mí misma. Y él cree que me conoce, que sabe lo que quiero, lo que espero. Otro error. No tiene ni idea. Porque yo quiero continuidad. Poder hablarle de lo que me plazca sin que se aleje, sin que le caiga encima el peso de una culpa que no es suya. Es de los dos. No quiero que vuelva a incomodarse. Eso me duele tanto. Mucho. Demasiado. No quiero arrepentimientos por los errores de ambos, que nunca llegan a ser errores, son sólo intentos fallidos. El arrepentimiento y la culpa también duelen. Ofenden. No puedes arrepentirte de un regalo que se pidió. En todo caso se agradece, muchas gracias, muy bonito. La madurez te aporta la capacidad de aceptar lo que se te ofrece sin pedir explicaciones. Contentarse con lo que hay. Es uno de los secretos de la felicidad. Yo era feliz.
El chico que no da segundas oportunidades. Los esquemas mentales que ha elaborado se lo impiden. Dice que no puede amar. Le han hecho daño. Lo que aún no sabe es que el dolor no impide querer a alguien. Sólo modifica la forma de hacerlo. Ya lo aprenderá aunque no sea yo la que se lo enseñe. Tambié dice que me quiere, de una forma diferente al resto. Porque soy su más mejor amiga. La que mejor le conoce. A la que le cuenta todo. Y sin embargo, cuando yo lo hago me aleja de su lado. El tiempo hará que las aguas vuelvan a su cauce. Yo estoy cansada de nadar.
Es el príncipe que jamás acude al rescate.Él no es así, y el hecho de que esperes que lo sea, por un instante, por una sola vez, es un error de los graves. Porque si lo hiciera ya no sería él. No importa lo importante que sea para tí, no puede renunciar a su verdadera forma de ser. Por nadie. Jamás. Así que mientras esperas, deseperas. Respuestas que nunca llegan porque no las pediste, las distes por hechas. Y si eso te hace daño, es culpa tuya. Lecciones que ya tendría que haber aprendido hace tiempo. Nadie va a luchar por ti, si no lo haces tú mismo. A veces es difícil contar con su apoyo si no se lo pides directamente. Nada es gratuito, espontáneo. Cuando lo es, el efecto es demoledor, como un abrazo fugado entre bambalinas. Capaz de sacudir mi universo entero. Aún estoy pagando las consecuencias. Y sin embargo, sigo esperando ese gesto. Soy una soñadora. Me aleja y me duele porque no he sido yo la que ha dado el primer paso cuando se supone que la víctima del desamparo soy yo. Si a mi no me importa ¿por qué a los demás sí?
No es cariñoso, no es detallista. Me regaló un comic para mi cumpleaños, nada demasiado personal, no sea que la imaginación eche a volar y le salpique. Yo habia pedido a las velas del pastel un sólo beso. Ese era el regalo perfecto. Sin complicaciones, sin derivaciones, sin suposiciones, sin quebraderos de cabeza. Sólo un beso de dos personas que están solas y se gustan. Porque a veces hacer las cosas que a uno le apetece sin pensar en las consecuencias que de ello se deriva, es enriquecedor. Se disfruta más la vida. A veces se muestra frío, distante, inaccesible. Se come las preocupaciones para desayunar, y claro, se le indigestan. No puedes querer acapararlo todo. Se ha de compartir lo bueno. Y lo malo también. Si no, seríamos amigos de papel, nieve en verano. Pero es que tiene un ansia de protección muy grande. No quiere vernos sufrir. No quiere verme sufrir. Lo que decía, la sinceridad puede conllevar sufrimiento. No se entera que no verle no hace que sufra menos, hace que sufra más porque me siento perdida sin esa seguridad de la que antes disponía. Pero uno se adapta a todo. Y se hace fuerte. Y en la lejanía lo seguiré queriendo. Aunque le joda, aunque le haga sufrir. Hasta que entienda que quererlo es un acto privado. Mío, Sólo mío. Mi decisión. No puede protegerme de eso, nadie puede hacerlo. Sólo yo, y no quiero. Soy así de cabezota. Y en silencio, de vez en cuando, miraré por la ventana, por si le da por venir a rescatarme. Sueños inútiles que me contentan, que me sostienen, como el pilar que antes tuve. Que se fue.

viernes, 2 de mayo de 2008

JORDI


Jordi es el chico petitsuis. Más castizamente sería un yogurín, pero para mi es un petitsuis. De chocolate. Llegó a mi vida de forma absurda. El reserva que ocupa el puesto de titular en la vida, cuando uno de los jugadores principales se lesiona y ha de ser retirado. Hace tiempo, cuando ya entonces sentía curiosidad por ese chico que calentaba el asiento del bar casi tanto tiempo como yo, pregunté a Valen, ese chico cómo se llama. Levantó la ceja y me contestó, tiene novia. Qué nombre más raro. Y es que Jordi es extravagante, estrafalario a veces, siempre imprevisible, siempre sorprendente. Supe entonces que lo acabaría conociendo. Las sonrisas amistosas, dieron pie a las primeras palabras vergonzosas, y de pronto un día me encontré compartiendo horas, cigarros y cafés. Es un conversador nato. Con él se puede hablar de cualquier tema, incluso hasta de los que no queremos hablar. Todo teñido con ese aire de naturalidad, de bienestar. Llegar a casa con esa sonrisa de satisfaccion, de conversación bien hecha. Con él las tardes han sabido metamorfosearse de tediosas a genuinas. De color gris a color café. Con leche.
Chico de manos inquietas. Malabarista de zippo, de mobil, de todo aquello que se abre y cierra. El nuevo chico del escaner, siempre saltando a la palestra como reserva. No le importa, es una nimiedad. Siempre empieza como reserva para acabar siendo titular. La estrella del partido. Gana por goleada. Esas manos tocan todo y me esquivan. Curioso. Debe ser un halo de respeto mutuo, de cordialidad fingida. A veces fantaseo sobre cómo debe ser una abrazo de oso de un chico así. Porque si consigue que me olvide de la trascendentalidad del día, con un abrazo quizás consiga que olvide la inseguridad persistente. Soy chica de abrazos, qué le voy a hacer. Además nunca me ha abrazado alguien tan alto. Bueno, mi hermano. Pero eso no cuenta. Para mí, no.
Una vez me pidió que le definiera con una palabra. Horas después di con una. Supercalifragilísticoespialidoso. Es la definición perfecta. Porque él es como la coca-cola helada en un día de agosto. Sorprendente, refrescante, chispeante. Adictivo. Pasé al principio por una fase de jordosis profunda. Siempre me pasa cuando conozco a alguien interesante. Quiero exprimir todo lo que me pueda dar. Ansia de saber, ansia de tener. Pero ahora que va pasando, me doy cuenta que el mono no deja disfrutar del producto. Y el producto jordi, hay que saborearlo como un caramelo de toffe. Lentamente, dejando que vaya soltando el sabor con lentitud, hasta que te inunda la boca. Cierras los ojos y piensas lo perfecto que es ese momento.
Es integrador. Coge a todo el mundo y lo integra en su vida. Todos juntos. Amalgama de caracteres amontonados bajo un único denominador común. Y ni siquiera te das cuenta hasta que de golpe te das cuenta que conoces a más gente. Que de estar sola por las tardes, compartes mesa con 4 personas. Sonríes, bromeas, te toman el pelo, lo tomas tú. Yatzhee es una palabra mágica, significa hermandad, unión, piques absurdos, cubilete con dados, azar caprichoso. Te tacho el uno. No, mejor el 4 de un tipo.
A la semana de conocerlo me dijo, ya te he pillado el punto. Razón no le falta. Un nuu siempre consigue arrancarme una sonrisa de adolescente azorada. Reductos de antaño que aún llevo a cuestas. La esquina del adiós es nuestro lugar de despedida. Y yo instalaría allí mi casa, de fiestas para gente mayor, para retenerlo un poco más. Para extender la conversación. Porque siempre tengo la sensación de que quedan cosas pendientes por decir. Motivo de reencuentro. Relojes que no obedecen y siempre siguen marcando la hora. No se paran los malditos.
A su lado descubro muchas cosas: el eristoff black, el devil may cry, música diversa, gente nueva, esperanzas nuevas, una puerta en mitad del bosque, el jueves de los miércoles.
Chico de las mil inquietudes. Nunca para quieto. siempre hay cosas que hacer porque sus días constan de 36 horas mínimo. Mil y una actividades. Tengo suerte de que haya enconrado un hueco para mí. En mi mundo cuadriculado, él es una línea diagonal. Me desarma cuando pone voz de Constantino Romero. No lo hagas, le advierto, pero eso a él le divierte. Mil promesas y pocas cumplidas. Tiene una lista de lugares pendientes de visitar conmigo. A veces me exaspero, pero es nadar a contracorriente. Me premia mi paciencia con bolsas de caramelos. Una vez me dijo un amigo, qué puedes esperar si es un niño. Hay niños mucho más maduros que las tres cuartas partes de los adultos que conozco. Es cuestión de actitud, de sabiduría interna. Vivir la vida cumpliendo años no lo es todo, tienes que disfrutarla. Él me enseña a hacerlo. Espontaneidad fresca. Aire puro en medio de la ciudad. Mi descubrimiento único. La aguja del pajar. Un golpe de suerte maestro. Así ha sido conocerlo.
Rosa azul en un día de Sant Jordi. Con poco más se ha instalado en mi vida.

INMA


Dicen que los polos opuestos se atraen. Sin duda mi extravagante amistad con Inma es una confirmación de esta sentencia. Definir a Inma, es una tarea francamente difícil. Creo que pertenece a ese grupo de personas inclasificables por su manera de ser, de pensar, de actuar,... Qué me atrajo de ella concretamente, tampoco lo sé. O quizás lo he olvidado. Porque ella es camaleónica. Muda de pensamiento como muda de piel. Se reinventa a sí misma como aquel que se va de compras. Dice odiar el compromiso, no se ve capaz de lidiar con este concepto llamado fidelidad. Pero si miras atentamente sus ojos puedes ver que en el fondo lo que quiere es ser querida, adorada como sólo una diva como ella puede llegar a serlo. Es el centro de su mundo. El cosmos gira a su alrededor, aunque mañana puede girar alrededor de otro. Depende de como se levante. Brutalmente honesta, se excusa en las verdades para evitar esa palabra que se le traba siempre en la boca: perdóname.
Inma es incapaz de dejar indiferente a nadie. Es una mujer de grandes amores o de grandes odios. Lo importante es que la gente se acuerde de ti, suele decir. Cree tener claro el sentido de la vida, o si no, lo finge saber. Porque ella lo sabe todo, y si no, se lo inventa. Porque el mundo no está hecho sólo de realidad, también está entretejido con retazos de sueños, de fantasías, de letras de canciones. Su vida es un tango, llena de dolor. Eso la convierte en una superviviente nata. De fortaleza férrea que esconde un corazón de niña frágil. Ella te quiere a su manera: te lo da todo, te deja sin nada, te hace daño con la confianza que da el querer, y sabes que ante cualquier peligro te defenderá como nadie lo puede llegar a hacer. Es un poco la madre universal, siempre protectora, a veces castigadora.
Inma no camina, vuela. Yo le intento a veces atar los pies al suelo, pero para ella los límites están para romperlos. Rompe las cadenas, los lazos, con indolencia, y yo me quedo en el suelo, y me da miedo verla caer. Vive su propia vida, su propio mundo. Es un mundo diferente, rico en matices, lleno de amor, de gente detallista, de unidad, un mundo familiar, muy propio. Puedes considerarte afortunado si te lo deja ver. Pero ojo con mirar, puedes quedar subyugado por él. Entonces te atrapa en su remolino vital. Te transforma con su filosofía de la vida, tan especial ella, única, como Inma.
Chica de internet, la reina de las citas a ciegas. Tiene una suerte especial con eso. Siempre encuentra la aguja en el pajar, y si tú no lo haces, ella te ayuda. Dicen que los sagitario son como las brasas, pero ella es un huracán. Hace que la vida te resulte divertida. Las reinas del Arena. Mi princesa Xena.
Rompe las estructuras. Siempre me recuerda que el secreto está en el espejo: hay que saberse mirar. Transforma la imagen con la mirada, de manera que se vuelva realidad. Y tú te lo crees. Todos lo hacen. Ese es su secreto, su arma de doble filo. Eso y esa lengua viperina, capaz de causar un efecto demoledor cuando se lo propone.
Ella es una gran paradoja. Una contradicción constante entre lo que quiere, lo que tiene, lo que le gustaría tener. Cambia, viaja sin salir de la habitación, quiere, odia, grita, rie... todo en 10 minutos.
Cuando cierra la persiana de su corazón, te deja fuera. Aunque llueva. Sólo puedes esperar. Sabes que no tardará en volver a abrirla. Siempre lo hace. La palabra clave para saber llevarla es paciencia. No siempre se puede, pero vale la pena intentarlo.
Reina de corazones. Dama de espadas. Compartimos vidas paralelas en los SIMS y carreras de locas con los Micromachines. Capaz de volver loco a cualquiera de cualquier manera: de amor, con su charla incesante, con sus cambios constantes... Conocerla es quererla, ignorarla es odiarla. Pero es un cariño que vale la pena.
Expande tu mente, rompe tus límites. Agárrense fuerte, que el tornado Inma puede llegar y no puede saberse que va a pasar. Emocionante. Pocas cosas logran serlo con tanta autenticidad. Marca autóctona del pueblo gallego, con ese acento que va y viene, como la morriña que a veces parece vencerla. Luchadora incansable, contra todos y contra todo. Se rebela ante el destino asignado. Es la única persona capaz de cambiarlo a hostias. Es especial. Es ella. Mi amiga.

DESIREE, CHEMA Y PAU


Hay gente que tiene una luz especial. Nace con ella, como un regalo único. Brillan a cualquier hora deslumbrando a los demás. Si eres normal, como casi todos, y ves una de esas personas tienes dos opciones: o te acercas a ellas como una vulgar polilla, o huyes de esa luz cegadora que puede herir a la vista. No todo el mundo es lo suficientemente fuerte como para mantenerse en ese estado de polilla, porque la luz si es muy fuerte ciega, duele, te hace ver la oscuridad sempiterna en la que te mueves. Peces en el acuario de la vida, que no ven que el mundo de cristal en el que habitan está limitado. La envidia queda descubierta bajo el foco de la luz. Es difícil resistirse a ella, dejarse llevar por la autocompasión, por el deseo de tener un poquito de esa luz maravillosa.
Yo tengo suerte. Me conformo con ser polilla y no me da miedo quedarme ciega ante tal esplendor. Desiree y Chema son una de esas parejas de luz cegadora, Pau el resultado asombroso de esta unión.
Yo cuando los miro, no puedo evitar pensar que son de otro mundo. Viven entre nosotros pero son como parte de otra realidad. Un fotograma en color en una película en blanco y negro. Forman una burbuja de indestructibilidad aparente y permanente, que siempre comparten con aquellos que aman, y con aquellos que los necesitan. Rubios en un mundo de castaños. Buenos en un mundo hipócrita. Con suerte, en un mundo empeñado a veces en demolerte. El amor romántico en su esencia más pura, ese sueño que nos venden a las mujeres desde que somos niñas: el príncipe y su corcel, la princesa rescatada. A su lado sé que el vivieron felices y comieron perdices, no es un mito, es una realidad.
Puedes pensar que al lado de esa felicidad desmedida, tu vida es miserable, vacua, vacía. Huyes de ese calor que te achicharra la mente, que te enfrenta a una utopía hecha realidad. Microcosmos de paz. Soy lista. Yo no huyo. Dejo que su luz me nutra, me ampare, me resguarde, me haga mejor persona. No me importa que acaparen toda la suerte repartida, porque sé que la comparten conmigo. Me confían la responsabilidad de que querer al niño más maravilloso del mundo, Pau. Son mi ejemplo a seguir, mi faro en la vida. Porque si ellos pueden, quizás haya una mínima posibilidad de que yo también pueda. Y la posibilidad por si sola, es suficiente para hacerte seguir, porque es algo. Y algo no es nada.
Y si algun día caigo... sé que estarán abajo esperando, con esa sonrisa que te calma las mariposas de la barriga. Remanso de paz. Oasis urbano. Rosa sobre gris. Sol de invierno. El ibuprofeno para las migrañas. El ideal al que aspiramos. Mis mejores amigos

jueves, 1 de mayo de 2008

JAVI Y GINO


Javi y Gino son mis dos compañeros de piso. Hacen un tándem bastante equilibrado, a pesar de las diferencias de caracteres, evidentes para aquellos que los conocen bien. Pero en sus diferencias nace esa unión armónica. Lo que le falta a uno lo complementa el otro, y viceversa. Y lo que tienen en común queda potenciado.
Javi es una de esos regalos sorpresa que te reserva la vida. Cuando empecé a compartir piso con él, apenas lo conocía. La verdad es que me daba miedo. Porque uno de los rasgos de Javi, es esa apariencia fría, desapasionada, una mirada matadora, que parece capaz de leerte hasta el fondo del alma. Todo es fachada, por supuesto. Si tienes el interés suficiente ( o la oportunidad) de hablar con él durante una media hora, verás como esas reticencias se van viniendo abajo ante la personalidad arrolladora de este bailarín de contemporáneo. Es imposible resistirse a su embrujo escorpiniano. Con el tiempo se ha convertido en una persona indispensable en mi vida. Es una de esas personas que están puestas en tu camino para que te ayuden a crecer como persona, a sostenerte si te caes, a ayudarte a arreglar el mundo con divagaciones excéntricas, a acompañarte la tarde de los domingos tomando café, a darte un abrazo que vale como todos los que no te ha dado antes, a enseñarte que el arte es más que una expresión del alma, es una manera de enseñar a los demás quién eres y qué haces aquí. El me enseñó una parte de la vida que no conocía, noches de desenfreno, fiestas de pareos, tardes de coloquio, cuadros de moscas, matrimonios platónicos de cibercafé, las maravillas culinarias que se saca de la manga y que nunca me molesto en aprender, porque total, él lo hace mejor. Es un amigo, un compañero, un hermano, mi familia política, mi marido de papel, mi partenaire en tantas fiestas, mi complemento ideal, mi asesor de imagen, y consejero general. De todas las cosas que he aprendido a su lado, la más curiosa es ese acento canario que me sale cada vez que me enfado.
Gino llegó a mi vida en silencio. Él siempre tan discreto. Al principio no le presté mucha atención, la verdad. Me daba miedo que fuera otra eventualidad en la vida, de esas personas que te caen bien pero que acabas dejando de ver por circunstancias obvias. Luego sufrí el ataque de cuernos pertinente. Me roban a mi Javi. Este argentino con aires de suficiencia que odia mi minicasa, mi minilavabo con su mini plato de ducha en el que aprendimos a ducharnos a la vez que practicábamos contorsionismo, que mira con aire reprobatorio la cocina con la pica a 50 cm del suelo, reducto de la posguerra y las manchas de humedad que intentábamos tapar con cuadros de facturación casera.. este argentino me roba a mi niño. Pero eso duró poco. Nadie puede resistirse a este rubio de inmensos ojos azules, tan pacífico, tan calladito, que nunca se entera de la trama de las series que vemos y se pasa la hora importunando con preguntas que ni un vidente aventajado sabría responder ¿qué va a pasar ahora?. Con el comparto los mediodías agotadores, cuando llegamos de trabajar y no tenemos ni fuerzas para hablar. Se come esa pedazo de ensalada de lentejas, o unos sandwiches y nos apoltronamos en el sofa. Vemos programas vacíos de significado de ningún tipo, pero así evitamos pensar, porque las jornadas laborables a veces te extenuan hasta la mente, y sólo te apetece reir. Siempre nos falta algo de postre, aunque a veces nos sorprendemos con algun chocolate. Antojos del café de después de comer. Gino es muy parecido a mí en algunas cosas. Me sorprende ese aire relajado que me relaja. Me encanta la cadencia de su voz. Tiene el culo perfecto para ser tocado. Es siempre un caballero, a veces tan sólo un niño grande. Algo en él despierta la parte maternal. Quizás ese aire de desamparo, de incomprensión, cuando se da cuenta de que en vez de seguir el programa, su mente ha volado lejos de aquí. Ese afán de zapear a todas horas. Esa genialidad argentina para pronunciar ñomos en vez de nomos ( David el ñomo). Esa habilidad para entrar en mi vida y ya no salir más de ella.
Sé que un día se irán los dos y me dejaran sola. Es ley de vida, de evolución, de madurez. Es un día que temo. Me da ansiedad que después de tantos años esto acabe. Que la rutina de aparente felicidad que comparto con ellos se resquebraje como el cristal. Es una de las cosas que más miedo me da en la vida. Enfrentarme a mi misma sin su ayuda

PROLOGO

Este es el primer dia del blog. Aun estoy un poco confusa sobre el funcionamiento. Tambien estoy confusa respecto a la utilidad. No se si escribo para mi, para los demas, para alguien en concreto,...
En general, confusion es un termino que se me ajusta bastante. La vida me confunde continuamente. La gente lo hace mucho mejor que la vida. De manera que a veces tengo la sensacion de vivir en un estado de confusion constante.
Pero no era de esto de lo que queria hablar. Lo que pasa es que tengo la mania de divagar para no ir al grano. Me gusta dar rodeos a las cosas. Me da la sensacion de que las saboreo mas. Al menos el placer de la anticipación se alarga mas. Y reconozcamos que hay pocos placeres que puedan alargarse a voluntad. Unos pocos.
Tenía una idea en concreto cuando cree esto, pero he pensado que tambien podría ser un batiburrillo de sensaciones, ideas, frustraciones, lugares,... supongo que como todos los blogs, o al menos, su mayor parte.
Mi madre me dijo una vez que no me mostrara tal como era, porque la gente me haría daño. Para ella, la sinceridad es sinonimo de vulnerabilidad. Hay veces en que le doy la razón, pero una parte rebelde de mi, aun insiste en demostrarle que se equivoca.
Esta es mi manera de hacerlo. Yo misma en estado puro, sin censuras morales. Lo que pienso, lo que soy, lo que sueño..