lunes, 5 de mayo de 2008

MONICA


Es difícil hablar de una misma. Será porque pensamos que somos de una determinada manera hasta que la vida pone todo su empeño en demostrarnos que no es así. También la imagen desenfocada que de nosotros mismos tienen los demás, no nos ayuda a orientarnos. Siempre que alguien que se aprecia de conocerme bien me suelta una especie de sentencia definitoria, me sorprende ver lo alejado que está de la realidad. De mi propia percepción.

Yo soy la reina de las máscaras. La dama de las cebollas. Capas y capas me protegen y ya nadie puede arrancarlas. Escondida en las sombras, agazapada suelo esperar mi oportunidad. No me dejo conocer. Lo poco que dejo se lo ha de ganar uno a pulso. Mi madre siempre me ha dicho que mostrarse una, tal cual es, la hace vulnerable. Yo sé que eso es cierto. La gente suele usar lo que les cuentas para alejarte o alejarse. Algunos para hacerte daño. Pocos valoran el esfuerzo que supone dejarse conocer. Yo siempre esquivo. Soy una regateadora nata de las cuestiones personales, espinosas. Me incomoda contestarlas, me hacen sentir desprotegida. Pero las que me vienen de frente las contesto con valentía. En este aspecto no suelo huir. La gente no sabe hacer las preguntas correctas, ahí está el problema. Hay gente que finge querer saber, pero en realidad tiene miedo. Tratar de conocerme a mí, puede dar miedo.

Yo no soy valiente. Para nada. Huyo del conflicto, de peleas, de personas agresivas. Me da miedo el dolor, el amor, el desamor, los sentimientos que escapan a mi control. Los sucesos imprevistos. Los cambios radicales. Las abejas. Perder el control. La intimidad con alguien que no es íntimo. El primer beso, cuando no sabes de qué manera te sorpenderán. Desentonar en una reunión. Ser diferente. Destacar. Competir. Me quitan lo que quiero de las manos, y no presento batalla. No sé, me da miedo. Cuando se trata de mí, soy incapaz de sacar uñas y dientes, pero cuando se trata de aquellos a los que quiero, ahí es cuando me transformo. Soy la leona protectora. Mis amigos son mi familia, mi camada. Mi terreno a proteger. Ese altruismo es inherente a mi persona. Supongo que por eso soy enfermera. Las otras opciones eran misionera o monja. Vivir para los demás. Ayudarles me ayuda en parte a mí misma.
Tengo claro lo que quiero. Voy a por ello de cabeza, con tesón, con mi infinita paciencia. No importa si me hace daño. Mi intuición suele ser acertada. Lo que importa es llegar a la meta. Conservar lo conseguido. Siempre actúo en las sombras. No me gusta destacar, pero sí que se reconozca mi trabajo. Laboriosa, concienzuda, organizada, sistemática. Prefiero el trabajo individual al de grupo. Los fallos prefiero cometerlos yo misma. No me gusta depender de los demás y sin embargo soy dependiente. Relleno las horas vacías de las tardes con clases, cursos, actividades. Todas diferentes. Ninguna repetida. Alimento la mente. No pienso en que estoy sola. Es curioso, la gente siempre valora mi independencia, mi capacidad de llevar una vida solitaria, centrada en mi propia persona. Libre. No se dan cuenta que es una situación impuesta. Que yo aspiro justamente a lo contrario. Quiero una persona que me acompañe cada día de mi vida. Quiero niños correteando por el comedor. Quiero una casa a la que llamar hogar. Nadie cree que quiera eso. Por lo visto no doy esa imagen familiar.
No soy mujer que despierte grandes pasiones. Suelo caer bien y basta. Soy la amiga ideal. Merecedora de eterno respeto. Nunca me han robado un beso. Inspiro ternura. Cariño. Buena conversadora. Escucho aún mejor que hablo. La gente confía en mí e intento no defraudarlos. Mis amigas son cariñosas y sensibles. Mis amigos fríos e inteligentes. Una dualidad extraña. Un capricho del destino que he ido buscando sin ser consciente de ello.
Soy la chica de hielo. Siempre ando semicongelada. Me gustan las manos calientes. Me aportan tranquilidad. Si estoy triste escucho boleros. Si estoy pensativa, le toca el turno a Pastora. Cuando estoy contenta no escucho nada, me calzo un zapato cómodo y me como la calle. No me gusta ir de compras. Me cansa. Me encanta leer sentada en la mesa de un bar. Me gusta la buena compañía y los donuts por la mañana. Me quedo soñando despierta muchas veces. Invento realidades alternativas. Si salgo de noche, finjo ser quien no soy. El alcohol en exceso me hace decir verdades que preferiría que siguieran enterradas. Hace que despierte Eina, mi alter ego etílico, aquella que no tiene complejos, aquella que se come el mundo, el alma de la fiesta, aquella que finje ser cualquier identidad que considere divertida, la que juega, la que no tiene responsabilidad alguna. Sabe que sólo es libre pocas veces al año y no desaprovecha la oportunidad de disfrutarlas. Risas vacías. Copas llenas. Noches inciertas.
Se puedes decir tantas cosas que en el fondo no dicen nada... ya he dicho que me cuesta dejar que se me conozca, y sé que este pequeño esfuerzo sera en su justa medida valorado.
Soy tantas cosas, pero en el fondo no soy nada...

1 comentario:

Emmanuel dijo...

Muy interesante, la verdad. Hay cosas que yo creo que si destilas, que si se proyectan. De todas maneras a mi nunca me has inspirado ternura o nada similar, mas bien otras cosas.
Un beso muy grande.