sábado, 10 de mayo de 2008

LLUVIA

Días de lluvia. Días de nostalgia. De melancolía. Miro hacia atrás y busco entre mis recuerdos... lo dijo Luz Casal en una de sus canciones. Es una letra insuperable. Creo que está hecha de lluvia, de jirones de nube. Y eso es lo que hago.. Recuerdos no siempre malos, los hay de muy buenos. Supongo que se asocia la melancolía a la tristeza. Compañeras de estos días grises. Y sin embargo no siempre es así.
Esta lluvia me trae recuerdos de otros días similares. Recuerdo París. Un viaje sorpresa, espontáneo. El amor a veces es así. Imprevisible. En ese viaje también llovió mucho, y los días se sucedieron grises. Pero eso no nos importó. Y que frío hacía.. entrelazábamos las manos para darnos calor, pero también porque era la excusa para rozar nuestros dedos, entumecidos bajo tantas capas de lana. Un regalo de alguien que por unos instantes me hizo olvidar. El único que lo consiguió. Nadie o casi nadie sabe que en la torre Eiffel me pidió que me casara con él. Y nadie o casi nadie sabe que acepté. Soy la guardiana de mis propios secretos. Supongo que de alguna manera intuitiva supe que el sueño se desvanecería, como la bruma de esas mañanas lluviosas de París. Desapareció de mi vida, del mismo modo que llegó. De repente. Y sin embargo, a pesar de ser un personaje turbio, no en mi vida, sino en la suya propia, no le guardo rencor alguno. Por un momento me hizo creer en las posibilidades que se transforman en certezas. La vida es sólo un sueño, y el me permitió soñar.
La lluvia se lleva los recuerdos de las despedidas. Abro la boca y dejo que el agua resbale por mi lengua. La paladeo. Agua de lluvia, agua agridulce. Lluvia, llévate hoy la pena, limpia mi alma. Y me quedo un rato así, dejando que me empape la ropa, el pelo, los zapatos que luego harán xof, xof. Algún viandante despistado me mira asombrado. Pensará que estoy loca. Los seres humanos hemos perdido la capacidad de aprender a mojarnos con agua de lluvia. Agua que depura. Agua que arrastra los malos recuerdos. Adiós, hasta nunca.
Miro por la ventana. Sigo con los dedos los dibujos que dejan las gotas en los cristales del balcón. Y sigo recordando París... Las caminatas interminables de los que sólo disponen tres días para recorrer una ciudad, aprovechando cada semáforo en rojo para comernos a besos. Hagamos algo cutre... y se presenta con los tickets para una cena en la torre Eiffel. Como los guiris de las películas. Y qué hermosa París de noche! La torre se ilumina con miles de lucecitas, y me trae al pensamiento el recuerdo de un árbol de navidad. Y sin embargo, la luz de nuestras miradas posiblemente sea más potente que cualquiera de esas bombillas. Porque el amor a veces es así. Brillante. Luminoso. Y comemos lo que nos sirven. Y nos comemos con los ojos. Jugamos a ser quien no somos, quien nos gustaría ser. Nos presentamos como matrimonio, como colegiales enamorados, como jefe y secretaria que se fugan para querer, con hijos, sin hijos, adoptaremos un par en China, tenemos tres perros,... mil personajes que enmascaran a los verdaderos protagonistas de la historia. Guardamos el secreto para nosotros dos. Y luego, me toca el turno de sorprenderlo a él. He sacado pasajes para un crucero nocturno por el Sena. Que la noche hortera lo sea hasta el final. El barco está atestado de japonesitos que celebran un fin de curso. Vestidos de gala y sandalias de pedrería para una gélida noche de febrero. Complementos estrambóticos para el pelo. Para la noche. Y abrazados para darnos calor, y también porque nos apetece estar así, dejamos que el viento helado nos azote la cara, mientras que recorremos con la vista ese París nocturno que nos ofrece el recorrido. Y de golpe suena nuestra canción. La vie en Rose. El día que lo conocí la estuve tarareando todo el día. El primer día que estuvimos juntos se la susurré al oido. Y entonces el mundo se para. Nos miramos a los ojos y empieza a llover. Pero nosotros nos quedamos bailando abrazados, con la música al fondo, mientras una veintena de adolescentes nipones se dedican a hacernos fotos desde su refugio bajo cubierta. La imagen del amor. La imagen de París. Día de lluvia.
Que hermosos recuerdos... impiden que la historia sea triste. Siempre me hacen sonreir. El amor viene y va, como la lluvia.

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