sábado, 3 de mayo de 2008

XAVI


Hablar de él resulta muy complicado. Difícil. Doloroso en ocasiones. Igual que mi relación con él. Cuando hablo de él con el resto de mis amigos siento que no son capaces de entender con profundidad lo que intento explicarles. En esto estoy sola. Incomprensión. Todos me dan el mismo consejo. Que me aleje. Qué fácil parece si se es un mero espectador. Pero para los protagosnistas principales de esta historia esta no es una solución viable. O quizás es que sea la única solución y estemos equivocados. Y es que la situación es confusa. Porque los sentimientos suelen ser confusos. No son racionales Inclasificables, en ocasiones, incatalogables. Por tanto la historia queda a medio hacer, desdibujada.
Es depencia dentro de una independencia. El estar enamorada de él es un sentimiento que sólo me pertenece a mí. Mi problema. Mi fatalidad. Pero todos se hacen eco de él, quieren participar. Que lo niegue, que lo rechace, que lo entierre, que lo olvide. No se puede hacer eso con una de las pocas cosas que me hacen sentir viva. Este sentimiento es mi tesoro. Lo guardo con celo. No quiero desprenderme de él. No veo el problema si no le hago daño a nadie excepto a mí misma. Pero en eso me equivoco. Sufren si me ven sufrir, sin ser conscientes que yo no sufro. No sufro siendo consecuente con las decisiones que tomo. Recojo las migajas que me ofrecen. Con eso tengo más que suficiente. No aspiro a más, a pesar de que el mundo se empeñe en que sí. Que lo quiero todo. Qué gran equivocación. Si sólo con vivirlo ya me doy por satisfecha. Bueno, quizás siendo sinceros, espero en ocasiones a que se escape un beso en el cariño de la noche. Una caricia sería mucho pedir.
Chico de hielo. Incapaz de hablar de lo que no entiende. De amor y desamor. Y yo empeñada en sacarle todo de dentro, porque es lo que necesito. Lo que creo que necesita. Pero esa es otra equivocación. No se puede estar sentimental con alguien tan racional, tan mental. No dice nada pero lo piensa todo por dentro. Vueltas y vueltas que no llevan a ninguna parte.
Pilar fundamental en mi vida. El de la seguridad. Una responsabilidad demasiado grande para alguien que no lo pidió. Lo siento. Pero todo se cae, lo tiran, se derrumba bajo el peso de la incomodidad. Porque la incomodidad da paso a la humillación y esta a la vergüenza. Y si sientes vergüenza ya no estás segura. Y te caes. Pero como soy previsora llevo mi paracaidas. Porque siempre tropiezo con la misma piedra una y otra vez. Pensaba que los rasguños valían la pena si la piedra era bonita. La sinceridad en este caso tuvo un precio muy alto. Se cayó conmigo, una parte importante de mi vida. Después del derrumbe, queda todo desolado. No hay nada, sólo terreno árido, estéril. Tardará tiempo en volver a crecer algo ahí.
Mi mas mejor amigo. El chico que manipula el tiempo para que pase más deprisa. Las horas a su lado no corren, vuelan. El conversador perfecto si se evitan los temas escabrosos. Los nuestros. Le leo el pensamiento con facilidad. Le conozco mejor que a mí misma. Y él cree que me conoce, que sabe lo que quiero, lo que espero. Otro error. No tiene ni idea. Porque yo quiero continuidad. Poder hablarle de lo que me plazca sin que se aleje, sin que le caiga encima el peso de una culpa que no es suya. Es de los dos. No quiero que vuelva a incomodarse. Eso me duele tanto. Mucho. Demasiado. No quiero arrepentimientos por los errores de ambos, que nunca llegan a ser errores, son sólo intentos fallidos. El arrepentimiento y la culpa también duelen. Ofenden. No puedes arrepentirte de un regalo que se pidió. En todo caso se agradece, muchas gracias, muy bonito. La madurez te aporta la capacidad de aceptar lo que se te ofrece sin pedir explicaciones. Contentarse con lo que hay. Es uno de los secretos de la felicidad. Yo era feliz.
El chico que no da segundas oportunidades. Los esquemas mentales que ha elaborado se lo impiden. Dice que no puede amar. Le han hecho daño. Lo que aún no sabe es que el dolor no impide querer a alguien. Sólo modifica la forma de hacerlo. Ya lo aprenderá aunque no sea yo la que se lo enseñe. Tambié dice que me quiere, de una forma diferente al resto. Porque soy su más mejor amiga. La que mejor le conoce. A la que le cuenta todo. Y sin embargo, cuando yo lo hago me aleja de su lado. El tiempo hará que las aguas vuelvan a su cauce. Yo estoy cansada de nadar.
Es el príncipe que jamás acude al rescate.Él no es así, y el hecho de que esperes que lo sea, por un instante, por una sola vez, es un error de los graves. Porque si lo hiciera ya no sería él. No importa lo importante que sea para tí, no puede renunciar a su verdadera forma de ser. Por nadie. Jamás. Así que mientras esperas, deseperas. Respuestas que nunca llegan porque no las pediste, las distes por hechas. Y si eso te hace daño, es culpa tuya. Lecciones que ya tendría que haber aprendido hace tiempo. Nadie va a luchar por ti, si no lo haces tú mismo. A veces es difícil contar con su apoyo si no se lo pides directamente. Nada es gratuito, espontáneo. Cuando lo es, el efecto es demoledor, como un abrazo fugado entre bambalinas. Capaz de sacudir mi universo entero. Aún estoy pagando las consecuencias. Y sin embargo, sigo esperando ese gesto. Soy una soñadora. Me aleja y me duele porque no he sido yo la que ha dado el primer paso cuando se supone que la víctima del desamparo soy yo. Si a mi no me importa ¿por qué a los demás sí?
No es cariñoso, no es detallista. Me regaló un comic para mi cumpleaños, nada demasiado personal, no sea que la imaginación eche a volar y le salpique. Yo habia pedido a las velas del pastel un sólo beso. Ese era el regalo perfecto. Sin complicaciones, sin derivaciones, sin suposiciones, sin quebraderos de cabeza. Sólo un beso de dos personas que están solas y se gustan. Porque a veces hacer las cosas que a uno le apetece sin pensar en las consecuencias que de ello se deriva, es enriquecedor. Se disfruta más la vida. A veces se muestra frío, distante, inaccesible. Se come las preocupaciones para desayunar, y claro, se le indigestan. No puedes querer acapararlo todo. Se ha de compartir lo bueno. Y lo malo también. Si no, seríamos amigos de papel, nieve en verano. Pero es que tiene un ansia de protección muy grande. No quiere vernos sufrir. No quiere verme sufrir. Lo que decía, la sinceridad puede conllevar sufrimiento. No se entera que no verle no hace que sufra menos, hace que sufra más porque me siento perdida sin esa seguridad de la que antes disponía. Pero uno se adapta a todo. Y se hace fuerte. Y en la lejanía lo seguiré queriendo. Aunque le joda, aunque le haga sufrir. Hasta que entienda que quererlo es un acto privado. Mío, Sólo mío. Mi decisión. No puede protegerme de eso, nadie puede hacerlo. Sólo yo, y no quiero. Soy así de cabezota. Y en silencio, de vez en cuando, miraré por la ventana, por si le da por venir a rescatarme. Sueños inútiles que me contentan, que me sostienen, como el pilar que antes tuve. Que se fue.

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