miércoles, 21 de mayo de 2008

AMISTAD



La amistad es algo muy subjetivo. Una visión personal de la clase de relación que esperas que te aporte el otro, que necesitas. Que quieres. Por eso es difícil tener buenos amigos. De los incondicionales. Porque según algún acuerdo tácito y social, no se suelen exponer los puntos de vista con los que valoras o consideras a una persona como algo más que un conocido. Un amigo. Y no sólo entra en este juego de quién da más, las opciones propias. También hay que considerar la de la otra variable de la ecuación. Y aderezándolo todo, tenemos que tener en cuenta en qué posición se encuentra este abstracto concepto de amistad en nuestra escala de valores. ¿Está por delante del trabajo?¿de la familia? También puede ser que uno se considere un lobo solitario y no necesite de las relaciones personales.



Es muy difícil evaluar todas estas cuestiones. Todos estos factores que tenemos en cuenta a un nivel meramente inconsciente, pero que determinan la elección de las personas que entraran a formar parte de la urdimbre de nuestra vida.



Para mí, que provengo de una familia bastante escasa en demostraciones afectuosas, es importante que un amigo supla estas carencias emocionales. Sin grandes histrionismos por supuesto. Los excesos me pueden. Yo me considero una persona que da todo en una relación que involucre una implicación personal con otro ser humano. A cambio, suelo pedir que la otra persona me responda del mismo modo o al menos en la parte que le sea posible. Lo cual no deja de ser curioso, pues aunque todas mis amigas son cariñosas y lo demuestran sin pudor, mis amigos en cambio son más bien parcos en demostraciones que tengan que ver con su aspecto emocional. También necesito que la otra persona, me aporte otras cosas que considero importantes. Como soy una persona con una inquietud intelectual constante, necesito rodearme de personas que sean capaces de aportarme conocimientos. Más que inteligentes, necesito personas que compartan los saberes que han ido adquiriendo. Conozco mucha gente poseedora de los más diversos conocimientos y que sin embargo son incapaces de transmitir aquello que atesoran. No encuentran las palabras para instruir a los demás. Una pena. Un desperdicio. Alguien me dijo una vez que la amistad era siempre interesada. Jamás lo he dudado. Una pena romper el mito de la idealización y exhaltación del amigo verdadero. Pero la realidad es que nos rodeamos siempre de aquellos que pensamos que nos puedan aportar algo. No importa la índole de la aportación. Eso no ennoblece a la demanda.



Me doy cuenta que no sólo los amigos han de aportar a uno acciones, opciones, carencias. No son un parche para la vida. Los amigos han de ser complementarios y contrarios. No tiene sentido rodearnos de gente que se parezca a uno mismo. Si quieres montar una partida de parchís, entonces quizás sí lo tenga. Pero creo que la amistad es algo más que encontrar a alguien con quien jugar. Ese alguien tiene que acompañarte a través de tu periplo vital. Por tanto necesitas que aparte de rellenar, complementar, aquello que crees que necesitas, también tenga características discordantes a tu personalidad. De esta manera ganas otros puntos de vista. Otras maneras de abordar diferentes situaciones en las que te vas a ir encontrando. Además las diferencias interpersonales aumentan la propia consciencia. La autopercepción de la propia realidad. De la propia condición humana. De la comedia en la que estamos actuando.


Visto todo esto, no es de extrañar que sólo unas pocas relaciones sobrevivan. Llegar a acuerdos tácitos para delimitar aquello que nos es propio, es muy difícil en una sociedad en la que pocos estan dispuestos a ceder. Ceder tiempo, falta de ganas. Es más cómodo pensar que uno ya es como es y los demás se han de adaptar a esta entidad individual, que molestarse en variar algunos aspectos para acoplarse mejor a otra persona. Poca gente aprecia que está mínima variación en la forma de ser, en la manera de hacer, permite enriquecerse a uno mismo y alcanzar una nueva dimensión en la propia vida.
La amistad quizás sea en este aspecto un acto de simbiosis. Tú me das, yo te doy. Te permite contar con apoyo en esos momentos en que lo necesitas. Malos momentos sacan a la luz a los verdaderos amigos. Los incondicionales. A cambio, has de estar ahí cuando cambian las tornas y convertirte tú en un apoyo, en otro incondicional. Si uno de los dos falla, la relación cambia, se tuerce, se contamina. Uno es un parásito. Acepta lo que le ofrecen, se enriquece con ello pero no da nada al otro, no aporta más que vacío. Parásitos hay muchos, insecticidas pocos.

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