sábado, 6 de septiembre de 2008

CAFÉ


El sabor del café me recuerda a ti.

No porque sepas a café, sino por todos los momentos que hemos vivido junto a él.

El otro día, hablando sobre ti, derramé un vaso entero de café sobre la mesa, y sobre mis pantalones, y pensé, mientras empezaba a notar el calorcillo por las piernas, que el café me recordaba aquel día a ti, más que ningún otro.

Alrededor del café hemos hablado de muchas cosas. Te declaraste. Y también me dejaste.

Al igual que el café puedes ser dulce, amargo o mostrarte indiferente. Te puedes mostrar templado, caliente, o frío, como un café con hielo.

Al igual que a él, me gusta saborearte, tomarte despacito, a pequeñas dosis, porque sé que el último sorbo será mucho más intenso que el primero.

Al estar a mi lado me pones a cien, como si me hubiera tomado cien cafés. Y si por la mañana tomo un café, es porque quiero que mi primer pensamiento sea para ti.

Eres fuerte y misterioso como su aroma. sabes hacerme disfrutar del momento y eres capaz de mantenerme despierta toda una noche. Y al igual que un buen café, sabes mantener mi interés. Y mi devoción.

Si el café tuviera nombre de persona, sin duda sería el tuyo.

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