sábado, 6 de septiembre de 2008

TIERRA


Llueve. El cielo está gris, y la ciudad duerme en monótono sopor. Las calles desiertas parecen un homenaje a los pueblos enterrados ya, por el peso de la historia. Llueve. Pero eso a mi no me importa, cobijada como estoy por el abrigo de mi propio cuerpo.

Las gotas resbalan por mis mejillas, como lágrimas del ayer. Mi pelo empapado, se pega a mi cara, así como la ropa se pega a mi cuerpo. Eso me da igual. Estoy tranquila, serena.

El olor a tierra mojada sube por mis fosas nasales y me traen recuerdos lejanos, más antiguos que la infancia, como de otros tiempos. Quizás de cuando el hombre no era aún hombre, sino alguna especie en continua evolución. Inspiro hondo, con fuerza, porque quiero fundirme con el aroma de la tierra. Ser una con ella. Volver al origen de la vida...

Ya no llueve. La ciudad lentamente se despereza, y sus calles vuelven a la vida. mi pelo, mi cara, mis ropas ya se secan. Y yo sigo serena. A pesar de todo el nuevo bullicio que empieza a formarse, persiste el olor a tierra mojada.

Sonrío mientras espero que pronto vuelva a llover.

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