sábado, 3 de enero de 2009

AMORE, AMORE


He observado que hay muchos tipos de amores. Y no hay ninguno mejor que otro, simplemente son diversas maneras de vivirlos. Yo siempre me he jactado de ser una entendida en esto de los sentimientos y sin embargo, con cada amor, he aprendido que no tengo ni idea de nada.



Yo siempre he manifestado una clara tendencia a idealizar a la persona amada, colocándola a la altura de los dioses. Esta obsesión por pensar que estoy en compañía del ser perfecto me ha traido varios quebraderos de cabeza porque, ni hay nadie perfecto, ni jamás he estado ni remotamente cerca de estar al lado de uno así. El autoengaño ha sido mi escudo contra una realidad que no era agradable para mi corazón de enamorada. Dicen que el amor es ciego. Yo doy fe de ello. Una vez se ha caido la venda de los ojos que impedía ver la verdadera naturaleza del ser amado, uno se asombra de ver lo errada que puede ser la percepción de la realidad. A todos, o casi todos, nos ha pasado pensar que una persona era de una determinada manera, o tenía un carácter fascinante, para luego descubrir con desilusión que tan sólo se trataba de una fachada que nuestro Eros particular había construido para ocultar, con suma habilidad, los defectos pertinentes de esa persona. Y piensas en qué momento pudiste enamorarte de alguien así. Pero eso fue lo que pasó y es lo que acabas aceptando. Con suerte, estos errores garrafales se acaban conviertiendo en anécdotas que contar en noches de palabras y cenas.



Yo he vivido muchos amores. Viví un primer amor de manual de libro: histriónico, histérico y con el convencimiento absoluto que iba a ser el único que iba a vivir y que jamás, jamás, volvería a enamorarme de otro hombre.He vivido amores de verano, que duran pues..eso, un verano. Amores intensos y apasionados, en el que se quema toda la munición en el primer asalto, para luego descubrir que ya no quedan más balas en la recámara. También he tenido amores platónicos, en los que la realidad carnal no tenía cabida. Eran amores mentales. De lejos. Porque son amores que te permiten fantasear a gusto sin miedo a toparte con el muro de la verdad. Son amores que se esfuman al primer roce corporal. Otro tipo de amor que he vivido ha sido el no correspondido. De este último podría enumerar una serie de variantes con las que también se podría definir, si bien no alteraría el resultado que no deja de ser de lo más simple: la otra persona no te quiere. Sin duda, este tipo de amor ha sido el que más ha determinado mi vida hasta el momento.


El amor no correspondido incluye varias fases, que no tienen porque ser interdependientes o consecutivas. Algunas se dan, otras no. Depende del colorido que seas capaz de aportar a estas relaciones tan frustrantes. Está la fase de la negación de la realidad, que es cuando te empeñas y te obcecas en no querer reconocer que simplemente no le gustas a la otra persona. También está la fase de imaginación, que es cuando de cualquier detalle eres capaz de imaginar una historia que enmascara una declaración secreta, oculta entre los pliegues de ese inocuo detalle sin importancia. Ejemplo de libro, una sonrisa. Una sonrisa amigable puede esconder entre sus aristas historias inimaginables sobre amores secretos que se escapan entre los labios al sonreir. Sólo una mente en fase de imaginación es capaz de captarlas, moldearlas al gusto y aplicarlas sobre una misma sin ser consciente que a veces, la explicación más simple suele ser la acertada. Otra fase a tener en cuenta es la fase de estoicismo, que es la cruda aceptación de la realidad pero con la idea de esperar que el tiempo y tus virtudes hagan cambiar de opinión al objeto del amor. Esta fase es peligrosa porque a veces se corre el riesgo de quedarse atrapado en ella y no evolucionar. Sentimientos atrapados en el ámbar del martirismo inconsecuente.


hay que reconocer que también he vivido un tipo de amor al que yo llamo amor oscuro. Es un amor malsano, que te hace sufrir pero del que cuesta mucho librarse. En el amor oscuro más que amor hay dolor. Dolor que te infringen y que tú intentas combatir a base de amor, sin aprender que cuanto más amor más dolor. Y cuanto más amor entregas menos te queda para ti, porque no es recíproco. Es como un pozo de agua que se va secando lentamente, hasta que al final, la tierra que dependía de él queda seca, ésteril, árida. Así quedas tú después. Porque el dolor que recibes lo defiendes con excusas, con explicaciones, con negaciones de la realidad. Lo aceptas como consecuencia de tu amor y piensas que tu fuerza será suficiente para transformarlo en algo hermoso. El mayor problema del amor oscuro es la capacidad de autoengaño que conlleva. Es un baile de disfraces en el que no distingues personajes de personas. Es más fácil vivir en la mentira que aceptar la cruda realidad. Y normalmente te libras de él porque un día, un pequeño gesto te hace abrir los ojos durante un momento, y ves tu vida, y ves en lo que te has convertido, y ves lo que querías y lo más terrible de todo, ves lo que tienes.


Y por último, está el amor normal. El amor en su esplendor. Nada de idealizaciones al estilo de amor verdadero ( ¿es que acaso hay algún amor que sea falso? Falsedad hay, por supuesto, pero no es amor), ni príncipes azules a galope de briosos corceles blancos. Es el amor natural en el que yo te doy y tú me das. En el que disfrutas con la otra persona. Aquel en el que ríes, te discutes, te reconcilias, hablas y eres capaz de imaginar un futuro con esa persona a tu lado. Porque en el fondo, todos queremos que el amor nos dure para siempre. Es una de las características del amor, esa sensación de perdurabilidad ficticia. Todos hemos tenido un amor normal. Y sencillamente, para mí, es el más maravilloso. Porque lo que le falta en intensidad, si se le compara con un amor de verano o un amor apasionado, le sobra en naturalidad y en tranquilidad, tanto para el corazón como para el alma.


Hay muchos tipos de amor, y muchas maneras de querer. Cada nuevo amor, es un misterio por descubrir. Como uno de esos juguetes que se esconden en un huevo de chocolate. Habrá algunos nuevos y sorprendentes. Otros serán repetidos. Otros no te gustaran. Y, si tienes suerte, algún día llegará por el que suspirar.

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