jueves, 29 de enero de 2009

SOBERBIA


Todos tenemos nuestros defectos. A veces los ocultamos porque somos conscientes de ellos. Otras ni tan sólo nos imaginamos que puedan encontrarse en nosotros, escondidos tras las fachadas de cordialidad que socialmente adoptamos. Roles que vienen y van, a ritmo de compromisos sociales. Tambien hay defectos que se muestran ante nosotros con la madurez. O con los imprevistos. Se nos muestran y nos sorprenden, nos enseñan cosas de nosotros mismos . Cosas desconocidas, misterios temporales que quedan resueltos por avatares del destino.

Yo he descubierto en mi un defecto. Un pecadillo tal vez. Y es que a veces puedo pecar de soberbia. Suelo creer, en mi suma ignorancia, que lo sé todo. Y por supuesto, no es así. Pero como he dicho, la vida a veces hace estos ajustes de cuentas contigo. Vuelta de rosca y apretando un poquito más. Porque la vida es eso, aprender que no has aprendido casi nada.

Yo me creía que sabía casi todo del amor y sobretodo del desamor. Me parecía que mi visión era acertada, aprendida y consensuada tras muchas experiencias y observaciones de campo. Pero está claro que, aunque sí sepa algunas cosas, especialmente sobre el desamor y algún que otro tipo de amor, no tenía ni idea de lo que verdaderamente significa querer y ser correspondido.
A veces me pierdo en diatribas cínicas y lo camuflo todo tras la visión irónica con la que contemplo la vida pasar. Eso da de mi una imagen de fuerza y de indiferencia que no es en absoluto real. Un espejismo para despistar a los que buscan una callejón para escabullirse de las verdades menos agradables de los otros.
El amor se metamorfosea constantemente y por eso, nunca puede ser comprendido. Ni conocido. Cambia constantemente. En cada ocasión, con cada persona, en un tiempo y según el lugar. El amor es algo infinito e ilimitado. Es amorfo, inclasificable, inaprensible. Cuando lo buscas no lo encuentras. Le gusta sorprenderte cuando menos te lo esperas y con quién menos te lo esperas, aunque a veces se deja mostrar previsible y pausado.
Yo pensaba que el amor no podía conmigo. Escudos de protección como fortalezas de un castillo envolvían el árido paisaje que rodeaba mi corazón. Estaba preparada y con las armas alzadas para lanzar una ofensiva ante el pimer indicio. Cuando tenía un descanso me lamía las heridas más recientes para no olvidar. Pero el amor, a veces es aire. Vuela, se cuela por los resquicios y te desbarata todo. Y una vez desajustada tu realidad, es las hora de desajustarte a ti.

Porque el amor te transforma. Muta dentro de ti y tú, con él. Se cuela en los resquicios de tu alma, hurga, remueve, airea los trapos sucios, los viejos fantasmas, y si resistes los miedos con los que te asusta, entonces te premia con una nueva personalidad, más limpia, más nueva. No es que pierdas tu esencia, sino que durante un periodo de tiempo brillas con una nueva luz. El polvo de las viejas estanterías que sale flotando al paso del plumero.. desaparece, aunque poco a poco se vuelve a posar. Así es un poco el amor si te dejas llevar por él. Te limpia del pasado hasta que el futuro, poco a poco vuelve a poner las cosas en un sitio. Cambian las disposiciones, y surgen novedades, pero lo básico se mantiene ahí.

Y yo, la soberbia, que pensaba que nada me afectaba, caigo rendida y sucumbo ante él. Me siento como si me hubiera sumergido en un estanque de aguas cristalinas. Caen las máscaras y recupero trozos de mi propio yo. Trozos de cosas que se rompieron. Que me rompieron. Pedazos de corazón, una pluma de autoestima, la capacidad de dejarse querer, un sueño que se escapó...

Y descubro, asombrada, a otra Mónica que pensaba que no existía. Tan soberbia soy a veces que pensaba que me conocía casi por completo. Qué gran equivocación. Descubro que soy tierna, que puedo dar besos espontáneamente, que a veces peco de almibarada, que necesito del contacto físico para dormir, que me da miedo perder lo que tengo, que puedo realizarme a través de una mirada, lo equivocada que he estado hasta ahora queriendo a gente que no merecía ni una décima parte de lo que ofrecía. Yo, que siempre he aborrecido a los chiclosos, me descubro como una de ellos, y lo peor de todo es que esta realidad no me horroriza sino que me encanta. Soy como una niña que ha descubierto el baúl de los tesoros. Río encantada con cada nuevo descubrimiento.

¿Por qué no había sido capaz de comprender que el amor podía ser tan maravilloso? Y qué poder tiene. Fuente originaria de los miedos primarios. Ahora que sé lo que es querer y que te quieran soy capaz de entender tantas cosas... Cosas que en mi infinita soberbia me veía con el derecho a criticar y catalogar.

Bienvenidas sean las equivocaciones si darte cuenta de tus errores se aprende de esta manera tan maravillosa

No hay comentarios: