jueves, 10 de julio de 2008

AMOR


Hoy toca hablar de amor. Todo el mundo tiene tantas cosas que decir sobre este concepto, que no quería perder la oportunidad de decir mi opinión al respecto.


El amor es algo abstracto, y , como abstracto que es, cada uno lo moldea y le da forma de una manera totalmente personalizada. Es casi imposible que dos personas tengan el mismo concepto sobre el amor, porque se siente, se vive y se piensa en él, de un modo único e intransferible. Porque aunque uno intente explicar la intensidad de aquello que siente, la empatía necesaria para la correcta comprensión, brilla por su ausencia. El amor es como el dolor en este aspecto: el de los demás es una nimiedad y el nuestro es el más grande jamás sentido. Y es que el amor nos vuelve egoistas, aunque nos vendan la idea azucarada que este sentimiento está unido con la abnegación hacia el objeto de nuestro deseo. "Le quiero tanto que si él/ella es feliz con otro/a, yo también soy feliz". Eso no se lo cree nadie. El rechazo produce dolor. El dolor no conlleva ningún pensamiento positivo. Lo que pasa es que socialmente queda muy bonito, y nuestra moralidad, secretamente mancillada por toda una suerte de pensamientos oscuros y nada bondadosos, queda aparentemente libre de toda culpa. Yo conozco mucha gente que dice, sí que le vaya muy bien, pero que se le caiga la picha a trozos.


Yo pienso que el amor es brutal en su esencia, tanto en lo bueno como en lo malo. Y es que el amor no se puede entender, si no se comprende su naturaleza contradictoria. Está formado por opuestos, y puedes oscilar tanto hacia un extremo como hacia el otro, o bien, si tienes suerte, quedarte oscilando en algún punto intermedio. Cuando nace, el amor es como un niño pequeño que demanda atención constante. Es voluble y exigente. Pasa de estar en aparente calma al llanto más desgarrador, y luego otra vez a esa calma. Todo es nuevo, todo asusta, todo asombra. Con el tiempo, el niño crece, y el amor madura. Se vuelve más racional, más constante, menos instintivo. Las fluctuaciones son menores. Se conoce el entorno, que se vuelve a veces anodino, pero cómodo y seguro. Aún así, la vida nunca deja de sorprendernos, y el amor tampoco. Si no, sería algo muy previsible. Y creo, que todos sabemos que el amor, precisamente no destaca por su estabilidad emocional.

El amor es un dominador cerebral. Nos obliga a hacer cosas que de otra manera nos resultarían impensables. Mover montañas, por ejemplo. He visto gente, de apariencia racional, cometer auténticas estupideces en nombre del amor. Normalmente, estas hazañas, que a nuestros ojos manipulados, nos parecen heroicas y valientes, no conllevan ningún resultado positivo, y nos suelen dejar con ese sentimiento de ridiculez una vez hemos recuperado el control de nuestros actos. El amor también nos cambia el carácter, y desarrolla en nosotros alguna especie de doble personalidad transitoria. Nos envía hacia un infierno maníaco-depresivo en el que los estados de alegría se combinan con estados depresivos, celotípicos o de total indiferencia. Incluso todo este cóctel puede presentarse en un solo día. También hace que tengamos una confianza ciega hacia ese ser amado. Confianza es vulnerabilidad. La vulnerabilidad hace que aumenten nuestras probabilidades de sufrimiento. El sufrimiento es dolor. Y vuelta a empezar el ciclo del amor. A mi, el amor transforma mi timidez en valentía para dejar claros mis sentimientos. También podría considerarse un acto estúpido, pero prefiero la palabra valiente, porque hace que me sienta un poco menos idiota. Digo lo que siento, porque el amor me mete la idea en la cabeza que la sinceridad falicilita las relaciones. Como he dicho antes, una auténtica estupidez, porque se me ha llegado a tachar de manipuladora y claro, me quedo yo pensando si el hecho de decir a alguien que le quieres ( o que te gusta, no hace falta ser tan extremistas) es sinónimo de querer manipularlo. Yo es que pensaba que la manipulación era algo que se realizaba en las sombras. O en el silencio. Pero debo estar equivocada. Últimamente me equivoco mucho. El verano debe derretir mis circuitos deductivos.

El amor nos deja ciegos a los defectos del otro, nos produce cuadros de ansiedad y normalmente, nos resulta frustante y doloroso. En los casos en que no es correspondido, nos deja con una sensación de pérdida que en ocasiones es tan devastadora que reproducimos inconscientemente todo un proceso de duelo. Y sin embargo, no podemos vivir sin él, aunque a veces aparentemos indiferencia hacia sus efectos. Lo buscamos entre las miradas de la gente, entre los amigos, entre los desconocidos que se cruzan con nosotros por la calle, en internet, en discotecas, en el supermercado... Y es que es tan sublime cuando lo encuentras y es correspondido!! Es realmente hermoso cuando recibes amor en la medida en que lo das. Cuando reconoces lo que sientes al mirar en los ojos del otro. Cuando se refleja tu alegría en la sonrisa que te brindan. Cuando cualquier pequeño gesto se convierte en el acontecimiento del día. Cuando pones esa cara de bobo que te dura días. Cuando sientes que formas parte de algo.

El amor es tan complicado. Y tan difícil... Eso no es lo que nos cuentan en las escuelas. Lo que nos cuentan cuando somos pequeños y, claramente, influenciables. Luego pensamos que el amor es capaz de sortear todos los obstáculos. Que siempre triunfa al final. Y por supuesto, que existen las medias naranjas. No nos dicen que eso sólo está reservado para unos pocos escogidos. Y mientras, seguimos soñando....

viernes, 4 de julio de 2008

MARIUS


La amistad con Marius es como cerrar los ojos y saborear un bombón de chocolate negro. Nada de leche. Un 90% de cacao. Porque es dulce a ratos pero con ese punto de amargura necesario para apreciar el sabor anterior.



No se le puede descubrir en un día. Ni te puedes fiar de la primera impresión que pueda causar. Él es un camino que vas recorriendo poco a poco, si eres capaz de encontrarlo y si eres capaz de avanzar. Porque no se deja conocer fácilmente. Está oculto tras un montón de maleza.Te vende una imagen que luego resulta ser otra. Espejo distorsionado. Estatua de sal. Hasta escribir sobre él es una tarea compleja, complicada y lenta. Mientras escribo, como bombones, para inspirarme, para avanzar a trompicones.



Es como una caja de sorpresas. Una caja metálica. Un coulant de chocolate. Es duro, de apariencia fría y con un comentario ácido siempre preparado en los labios. Listo para despegar y acertar de lleno en la diana. Pero a veces, es tierno. Y te sorprende que bajo esa capa de aparente dureza se esconda una faceta dulce y atenta. No se da cuenta, pero cuando está concentrado tocando el piano, emite una sensación de calma. Parece que me encuentre ante otra persona. Lo mismo pasa cuando su mirada se pierde en el horizonte, cuando contempla una puesta de sol en Grecia. La luz rosada y malva le baña la cara y yo le miro y pienso en lo poco que lo conozco.



Es mi fiel escudero. Mi Pepito Grillo particular. Su visión de la vida tan desapegada a veces, tan distante y poco emocional, choca de frente con la mía. Es mi némesis, y por eso es mi mejor consejero. Escucho atenta todo lo que dice, lo que aconseja a veces, porque suele ser tan diametralmente opuesto a lo que hubiera podido pensar, que pienso que quizás funcione. Cuando me pierdo en mis arrebatos emocionales, en ese océano embravecido de sentimientos descontrolados, él representa la tabla de racionalidad a la que agarrarme para no perderme. Pocas veces verás que la emoción le pueda. La tiene bien sujeta. Las riendas prietas. Yo soy el caballo desbocado. Sólo una vez le he visto dolido, dolido de verdad. Pero aún así mantuvo el tipo firme. Como el capitán que aguanta estoico en su nave mientras esta se hunde.


Es mi compañero de viaje. En sentido literal. Agarramos las maletas y comprobamos divertidos lo que nos hemos olvidado en casa. Los olvidos se pagan al son de camisetas rosas. Se ríe con mis ideas malignas que llevo como equipaje de mano en el avión. Tenemos un horario vacacional similar: andar, comer y dormir. Poca fiesta y mucha piedra. Montaña antes que mar, y sin embargo siempre acabamos en islas.


Siempre me da miedo no tener nada suficientemente inteligente que contarle. Pasar de estar en la lista VIP en la lista de odiosos. Porque es muy exigente a la hora de escoger a las personas que han de estar a su lado, amigos o parejas. Siempre se le llama para que arregle los ordenadores ajenos. Yo lo llamo para que me arregle la vida a golpe de verdades. Mi madre, en agradecimiento le hace pasteles. Yo, le hago compañía.


Una vez, una persona me dijo que tenía envidia de mi amistad con Màrius. Yo le dije que eso era una tontería porque le faltaba complicidad. Ahora me doy cuenta de lo equivocada que estaba. Esa persona tiene todos los motivos para tener envidia. Porque es una amistad recíproca, sana y enriquecedora. Si no lo llamo, me llama. Salimos cuando nos apetece, nos apalancamos ante el acuario cuando estamos ermitaños. Cuando las cosas no van todo lo bien que yo quisiera, se interesa por como estoy yo y los míos. Y cuando me dan las pataletas de niña pequeña, me dice que me calle y que actúe como una adulta. Es sincero y no guarda nada para sí. Lo que te tiene que decir, te lo dice, quieras o no. Así luego no hay sorpresas desagradables, perdigones de rencor que te sueltan tiempo después.


Es costoso, como subir una montaña. Pero cuando llegas a la cima, puedes ver todo el esplendor que estaba oculto y que sólo se revela ante los ojos de los más constantes. Márius es el esfuerzo que tiene recompensa. Una pequeña cornucopia

jueves, 3 de julio de 2008

HISTORIA DEL SAPO


No sé cómo me vi envuleta en esta situación. Recuerdo sus orígenes pero no sé porqué todo se agrandó desproporcionalmente hasta este punto.

Miro hacia mi izquierda. La hechicera gitana está muy concentrada en su brujería arcana. Un sapo flota, muerto ya, en un cálido líquido viscoso que rezuma un fétido olor desde el puchero en el que se encuentra. Una gota de sudor recorre rápidamente un camino hacia el suelo por su cara, y en su loco bajar, arrastra masa de rímel del párpado, dejando como señal de paso, un amplio reguero negro. Está entonando un cántico muy antiguo, ancestral diría yo, que me tiene como hipnotizada, con la mirada fija en el infinito, pensando en qué momento perdí el control sobre mis sentimientos: si cuando te conocí o cuando te besé o... Me doy cuenta que en mi mano tengo firmemente agarrada una foto tuya. Estás sonriendo. Qué bien te queda ese traje negro! resalta la luz de tus ojos, pero nunca te lo he podido decir. Ojalá hubiera tenido el valor necesario para decirte todo aquello que nunca osé contarte. Las cosas quizás hubieran sido diferentes.

Una lágrima solitaria, la última que derramo por ti, recorre fugaz el camino, tantas veces recorrido por mi mejilla.

- Bebe- dice la gitana. Y me está ofreciendo un vaso lleno de un apestoso mejunge. Tengo miedo de mirar hacia el puchero, por si averiguo que el sapo ya no está ahí, pero más miedo me da vivir la vida sin ti. Por eso bebo, por ti.

De golpe, todo me da vueltas. Qué náuseas estoy sintiendo! Estoy vomitando? No lo sé. Sólo sé que todo me da vueltas: la gitana y su puchero, el fuego de la chabola, mi amor, tu foto, mi lágrima,... Veo un túnel en el centro del remolino y avanzo torpemente hacia él. Entro en la luz y, como en una película, veo mi vida, mi amor, te veo a ti con mis ojos de enamorada por última vez.

Estoy en la universidad, en la biblioteca. Visto con mis viejos tejanos y un suéter de hace 3 años mínimo. Llevo aún el pelo largo, despeinado como siempre. Salgo de hacer un curso informático para no sé qué . Sólo sé que me dan 3 créditos de libre elección. Salgo con amigas a fumar un cigarro. Estoy agobiada, como casi siempre. De golpe, gesticulando en la narración de algún suceso acontecido hace poco, doy un paso hacia atrás y choco contra alguien. Me giro para pedir disculpas y de golpe me siento perdida, atrapada en una mirada que emana... no sé definirlo. La boca se me seca, el corazón late desbocado, los pelos se me ponen de punta... Esos ojos! que fuerza, que misterio... El chico propietario de la mirada, me libera de su secuestro y sigue avanzando por el pasillo. Ni se ha enterado del perdón que ha salido de mis labios. Apenas ha sido un susurro.

Es viernes tarde. Salgo de clase con los viejos vaqueros y otro viejo jersey. Mi pelo enredado en un moño que sujeto con un lápiz. Mis amigos proponen ir a un bar a beber unas cervezas, ¿por qué no? Estoy sentada, hablando. En la mesa de al lado, un grupo de chicos intentan clavar el "clavelitos". Creo que es la quinta vez que la destrozan en una hora. La puerta se abre y al mirar hacia ella, mi mundo se detiene y lo que me rodea desaparece. Ya sólo lo veo a él. Todo está enlentecido: su pelo al aire, su caminar, sus ojos, su sonrisa,... Cupido está sentado a lomos de la guitarra que lleva a la espalda. Dispara sus flechas contra mi y acierta de pleno.

Mosaicos de situaciones en las que apareces fugazmente. Aquel día en el metro, aquel otro en una fiesta,... Retazos de mi historia de amor. Unos duelen, otros me hacen reir.

He cambiado exteriormente. Mis viejos vaqueros y mis viejos jerseys yacen ahora en venta en alguna tienda "Humana". Ahora visto de manera más actual, me he cortado el pelo,.. cualquier cosa con la vana esperzanza de que te fijes en mi.

Hoy hay fiesta. Me he puesto especialmente guapa porque me han dicho que vas a ir. No estoy muy convencida pero...

Estoy en la fiesta y mis ojos se dirigen continuamente hacia la puerta, pero no apareces.

Por fin llegas. Creo que me voy a desmayar, o quizás es que he bebido demasiado. Nos presentan y creo que moriré extasiada, pero... Horror! digo mi nombre tartamudeando, como una colegiala azorada. Murmuro una disculpa y me largo al lavabo corriendo. Vomito de puros nervios. Cuando vuelvo, me encuentro a un amigo con afán celestinero hablando con él. Luego, gentilmente, hablas conmigo. No eres muy extrovertido que digamos, pero eso me da igual, porque estoy más atenta a tus ojos u tus gestos que a tus palabras.

Creo que se aburre, pero sigue a mi lado. Pasa el rato, pero para mi el tiempo transcurre demasiado rápido. Hasta que llega el momento mágico. Se inclina hacia mi, me acaricia la cara. Su pelo roza mis mejillas y me hace cosquillas. Me pierdo en sus ojos y me pierdo a mi misma. Me besa. Indescriptible. Todos mis sueños hechos realidad en un instante. Sé que seré suya para siempre. Mis dedos han rozado la felicidad completa. Permaneceré atrapada para siempre en ese beso, en ese instante, en esa fiesta que en mi mente no acabará jamás. Como una cenicienta cristalizada en un recuerdo de ámbar.

Ha pasado el tiempo. Vamos juntos a una clase, pero ni tan siquiera me mira y menos me habla. El dolor de mi alma es atroz. No hay peor insulto que su indiferencia. Me paso los días suspirando y llego a una conclusión: nunca seré lo bastante buena para él. Este es un a mor corrosivo, que me destroza lentamente. Es un amor que si no se muere, acabará matándome. Ahora leo el periódico y alguien se sienta a mi lado. Es una gitana joven y, al cruzarse nuestras miradas, me dice: yo sé como pues hacé pa' olvidarle, porque si no lo hases, acabarás muy mal, chiquilla. Tiene razón. Yo ya estoy muerta y olvidada para él y ya es hora de que él lo esté para mi. Acepto.

La bruja gitana me mira con preocupación. Estoy estirada en en el suelo con una foto firmemente agarrada en mi mano. Es la foto de.. no sé de quién es. He estado llorando, lo sé, pero no sé por qué. ¿Estás bien chiquilla?. Creo que sí, pero no se qué hago aquí ni por qué siento un hueco en mi corazón. Quiero irme a casa y dormir durante un rato. La gitana sonríe y me dice que ya está. Pero ¿que está?. Y sé que me puedo ir. Estoy viviendo una pesadilla, así que me largo a mi casa, a mi mundo. Antes de salir giro la cabeza... un sapo croa encima de la mesa.


domingo, 29 de junio de 2008

VERANO


El calor va llegando y perezosa, me libro del frio sopor invernal. Yo voy al revés de la gente y en cuanto llega el crudo invierno, siento una necesidad imperiosa de ingerir cantidades desorbitadas de comida, dejarme crecer todos los pelos de mi cuerpo, meterme bajo el nórdico y la manta de lana y dormir hasta la llegada de la primavera siguiente. No soporto el frío. Lo odio. Siento que me congela las ideas y los sentimientos. A pesar que el idealismo romantico me hipnotiza con imagenes subyugantes de amores alrededor de una taza caliente de chocolate, al cobijo de una cabaña de madera ubicada en un entorno cubierto de nieve, en la estampa siempre añado mi nota de calor: una chimenea encendida, un sol radiante que permite un breve paseo por la campiña inglesa congelada (porque estos sueños romanticoides siempre tienen un trasfondo de campiña inglesa, para que lo vamos a negar. El victorianismo ha hecho mucho daño a mi mente, y Jane Austen más).



Sin embargo, el calor de la primavera y el verano, pone algo en marcha en mi interior. Todos los circuitos que permanecían suspendidos en sus funciones empiezan a pasar al modo ON y entro en un frenesí de actividad . Es curioso sin embargo, que es en este tiempo cuando menos cosas tengo para hacer. Los cursos, la universidad...todo cierra sus puertas ante la inminencia del sofocante calor veraniego. Y ahí me quedo yo, con un montón de energía y pocos lugares donde invertirla . Visitar museos, jugar a esos juegos de la play que he ido postergando durante el año, porque hasta sacar el mando de la caja me daba palo, quedar con gente que no quiere salir de sus casas.... Y lo mejor de todo, ir a la playa.

Y no sólo a las actividades me refiero, esos sustitutos de compañía que utilizo cuando la soledad se vuelve demasiado cruel para soportar la carga en mi espalda. Yo no nací para ser mi propio Atlas. El peso de mi mundo a veces es demasiado intenso hasta para mí. También las emociones se desperezan y deciden recuperar el tiempo perdido en ensoñaciones invernales. Y sin darme cuenta, modifican los circuitos neuronales que forman mi nervio óptico, y hacen que vea a la gente más guapa. Los amores de verano ocupan mi mente, y camino decidida hacia lo que voy evitando el resto del año. Conozco, tanteo, pruebo en ocasiones y, normalmente, acabo declinando la oferta para intentar encontrar ese algo mejor, que en realidad, no existe, aunque conserve la esperanza de que esté sumida en una gran equivocación.

Soy como un pavo real que despliega su cola de hermosos colores cuando llega el verano. Mis compañeros de piso me dicen que en verano me transformo, estoy con el guapo subido (en los límites que me han sido impuestos claro), y yo me lo creo y por esa regla de tres (aplicación directa de la teoría Inma: mírate en el espejo y asómbrate de tu magnetismo personal), los demás también se lo creen. Soy la mariposa que, libre, vuela lejos de su crisálida protectora. Ya volveré cuando las hojas amarilleen y la lluvia anuncia la llegada de la estación otoñal, y, junto a ella, la llegada inminente de ese frío paralizador.

Cuando voy en moto en verano, voy sonriendo encantada de sentir la brisa en mi piel morena. Vale, mi moreno paleta, porque estoy morena por ir en moto, pero eso la gente no lo sabe, a no ser que me vea desnuda o en la playa. En invierno, cuando voy en moto, también sonrío, pero es una sonrisa que indica que estoy a un tris de la muerte por congelación. Y eso que llevo cuatro o cinco capas de ropa protectora, aislantes térmicos y, una vez, hasta un periódico, porque me dijeron que era aislante. Nada de eso me protege lo suficiente para evitar que entre en un estado de mutación hacia el pitufismo más barroco.

Indudablemente, el verano me sostiene y me da las fuerzas necesarias para soportar el invierno, el frío. Yo sostengo la teoría que provengo del cocodrilo y necesito del calor para mantener mi sangre caliente. También sostengo que soy un avance evolutivo para el futuro sobrecalentamiento global e, inconscientemente, hago la fotosíntesis. Cualquiera de las dos explicaciones son válidas para explicar el por qué soy capaz de estar horas tumbada bajo el sol más achicharrante sin morir por combustión espontánea.

Adoro el verano, eso está claro. Y, secretamente, también adoro el invierno porque me permite disfrutar más del verano cuando este llega. Una de mis palabras favoritas es Sorath: el sol que calienta en invierno. La otro, sin duda, es: vacaciones.

miércoles, 25 de junio de 2008

VICTOR


El amor es algo terrible. Terrible en su inmensidad. Te eleva con sus alas, te puede hacer volar tan alto que ya no distingues el suelo a tus pies y en un instante dejarte caer hasta el pozo más hondo que te puedas imaginar.

El amor te transforma cuando te toca. Jamás vuelves a ser la misma de antes de encontrarte cara a cara con él. Sufres modificaciones en tu manera de comportarte, en los empalmes de esas pequeñas piezas que conforman tu identidad.

Los amores de mi vida, me han cambiado y no les guardo rencor por ello. Forma parte del precio a pagar por un pasaje en la montaña rusa cardíaca por excelencia. Sin embargo, a veces me da miedo pensar que el precio que he pagado, tal vez haya sido demasiado excesivo.

Victor cambió mi manera de ser de una manera profunda y desgarradora. Me hizo pagar caro el precio de su afecto. Y a pesar de que las cosas que nos pasan siempre nos enseñan algo, esta es una lección que no querría volver a aprender jamás. Recuerdo cómo era antes de conocerle. Yo era una chica alegre, romántica empedernida, que aún creía que la magia era posible y que el amor todo lo podía. Al cabo de un tiempo de conocerle, mi amigo Sergio me miró preocupado y me dijo que los ojos ya no me brillaban como antes y que no reía con tanta facilidad. El amor me lo pone complicado, contesté. Años después, casi una vida entera, otro amigo me dijo que a pesar de mi sonrisa era capaz de ver tras mi mirada una Monica triste. Como dos personas que habitan juntas. Esa es la sombra de Victor. Es la cicatriz que me dejó en el alma. Tan grande que es capaz de verse si alguien presta la suficiente atención a mi mirada.

Victor se llevó muchas cosas de mi, y no me devolvió ninguna. Me robó la inocencia. Se llevó mi seguridad y mi orgullo. Me arrancó la capacidad de querer sin reservas. Me anuló como persona y me llenó de vergüenza. Me costó muchos años, esfuerzos y lágrimas arrancarlo de mi vida. Jamás hablo de él porque me gusta pensar que no forma parte de mi historia. Pero cada vez que el miedo surge, su sonrisa me viene a la mente.

Me enseñó a ser una persona insegura. Siempre pienso que no valgo lo suficiente para los demás y que ese es el causante de mis males. No me gusta que me vean desnuda porque él me hizo creer que mi cuerpo producía rechazo. Dejo que la gente se me suba a la espalda, porque él me enseñó eso. Cuando me faltan al respeto, cuando me hieren o me ofenden, soy incapaz de dar la cara y defender mi postura. Cuando me dicen piropos, sonrío y no me creo nada. Pienso que la gente me los dice porque es lo que toca, educación, intención, que se yo. Me suenan a falsedad y a pesar de que juran y perjuran que son ciertos, desconfío de ellos. Ya no soy capaz de creer que alguien me pueda encontrar bonita. Ese es su legado.

Tengo miedo de dejen de hablarme, de que se enfaden conmigo, y eso me hace vulnerable, porque por consevar algo que considero importante he dejado de banda mi orgullo y he evitado herir el de los demás. No me he dado cuenta hasta ahora, que así, lo único que he conseguido ha sido conservar cosas a la fuerza, con premisas falsas y que encima me han hundido más y me han vuelto más temerosa. No se puede agradar a todo el mundo. Y sin embargo, yo lo sigo intentando.

Los cuentos de hadas me saben amargos. Ya no me los trago. Y la otra vez que he intentado querer a alguien, me he encontrado con que tampoco he sido lo bastante buena para llamar la atención. Victor fue una aspiradora en mi vida, porque hizo las cosas mal. Y aunque estoy segura de que no fue consciente del daño que me hacía, se llevó casi todo lo bueno que tenía y me dejo seca por dentro. Y sin embargo, no le culpo tanto como me culpo a mi misma. Yo le permití ir demasiado lejos y no fui capaz de ponerle freno. Pensé que el amor que sentía sería lo suficientemente fuerte para sostenernos a los dos. Pero me equivoqué en todas y cada una de mis decisiones respecto a este tema. Y le consentí que me fallara una y otra vez, que arañara una y otra vez. Hasta que mi corazón se rompió. El agua de la fuente se secó. Y ahí te quedas tu sola, ya no puedo sacarte nada más. Fui un juguete roto que ha ido recomponiendose poco a poco.

Tardes sin palabras. Tardes de donuts. Me he reido mucho con él, y he descubierto cosas maravillosas. Si me permito el lujo de recordar, me vienen algunas escenas a la cabeza, escenas hermosas, sinceras. Pero tengo que ser rápida, porque enseguida algun evento enturbia la nostalgia. En la balanza pesa más el plato malo que el bueno. No supo calcular bien la dosificación y se le fue la mano.

A veces me llegan noticias de que pregunta cómo estoy y que le gustaría verme. Y yo siempre digo que no. Esta persona está fuera de mi vida y no quiero que se vuelva a acercar a ella. Lo único que me queda de él son las heridas. Y el miedo.

Y por fin, hoy he sido lo suficientemente valiente para hablar de él . Estoy contenta por eso. Y es cierto que he callado mucho dolor, muchas anécdotas que helarían la sonrisa de cualquiera, pero eso es porque no importan. Es el paso lo que cuenta y no adónde llevará este camino.

Soy lo que soy y en esto me han convertido.

martes, 10 de junio de 2008

Mentiras, mentiras


En la vida te cuentan muchas mentiras. Algunas duelen mucho. De otras, no descubrimos nunca la verdad. Otras vuelan ligeras y se nos meten en un ojo. Nos cambian entonces la vision que teniamos de la vida.


Algunas se usan como armas defensivas. Nos podemos defender a nosotros mismos o a los demás. Empecemos con las primeras: Son las que ocultan sentimientos o pensamientos que sabemos que nos pueden herir. La mentira las envuelve como una crisálida protectora y hacen que nos sintamos más seguros. Mentimos por miedo a que las verdades de otros puedan herirnos. Por ejemplo, decir a alguien que no se es capaz de querer y enamorarse al poco de otra persona. Las segundas se utilizan como colchón amortiguador contra la caida que la dura realidad supone. Se sueltan cuando queremos alejar sin herir. ¿A quién no le han dicho alguna vez el tan consabido, no eres tú, soy yo? Mentiras, pues claro que eres tú. No has gustado lo que deberías y sabe mal decirlo. Pero eso no quiere decir que tú tengas algo malo. No cumplir las expectativas del otro, no implica que hayas fallado. Lo que pasa es que pocas personas tienen la osadía de decirlo a la cara. Es congénito. Herencia de los prejuicios sociales.


Otras mentiras se usan como armas también. Pero estas ofensivo-defensivas. Se usan para hacer daño a los demás a la vez que nos protegemos a nosotros mismos de nuestras propias mentiras. Estas se tiran como misiles y una vez impactado en el objetivo, lo dejan todo desolado. Hacen dudar al enemigo de su propia verdad. La técnica más usada es acusar a alguien con nuestros propios defectos, de manera que crea que realmente son suyos. Podría acusar a alguien de mentiroso para ocultar con ello mis propias mentiras. No eres un buen amigo, cuando en realidad el mal amigo soy yo. Puedo girar la tortilla de tal modo que el otro acabe pensando que mis carencias de amigo se deben a la mala gestión de sus recursos personales. Se llaman también estas mentiras, manipulaciones emocionales. Hay verdaderos expertos en eso, sean conscientes o no.

También hay mentiras que tienen una función decorativa. Al contarlas, conseguimos que nuestra insípida vida adquiera nuevos matices, nuevos colores en la paleta de la vida. Son las mentiras de los aburridos, de los decepcionados. Son mentiras verdes. Porque a veces es la envidia la que las motiva. Envidia de no poder vivir aquello que a otros se les concede. De manera que adoptamos esas historias y las adornamos con esas pequeñas mentiras verdes de manera que pasa a ser nuestra. Y la contamos como si fueran originalmente nuestras. Mentiras que nos acompañan en la soledad. Crean la ilusión de tener algo que no nos pertenece en realidad. Mentiras urbanas.

Hay tantos tipos de mentiras... mentiras grandes, mentiras pequeñas, mentiras que nos consuelan, mentiras que nos dañan, mentiras que nos acompañan, mentiras que nos conducen a la soledad, mentiras que nos contamos para olvidar,mentiras compasivas, mentiras que adornan la mediocridad, mentiras que esconden verdades, verdades que esconden grandes mentiras, mentiras con sabor a chocolate, las mentiras que te cuento, las mentiras que me cuentas...

Mentiras, mentiras, la vida está llena de ellas, pero cómo saber diferenciar aquellas que nos acompañan de aquellas que nos alejan...

viernes, 6 de junio de 2008

NO SE PUEDE


No se puede vivir sin amor. No se puede vivir sin querer. Sin odiar. No se puede no vivir. A veces eso es lo que nos gustaría. Vivir en un remanso de paz ficticia donde nadie te defrauda, donde nadie te falla. Donde sonreimos a todas horas, rodeados siempre de las personas que colaboran en dicha felicidad. A veces queremos que ellos no sean tan felices como nosotros. Para consolarlos durante ese breve lapso de infelicidad. Así, el hecho de que ellos también sonrían, nos lo deben a nosotros y nosotros estamos agradecidos de haber aportado nuesro granito de arena en ese estado de alegría. Porque en el fondo, todos somos un poquito egoistas.


No se puede vivir en un sueño. No se puede vivir con ilusiones intangibles. No se puede vivir solo de ellas. No son como el pan. No alimentan el alma. Sólo sirven para sostenerte durante ese día que pasa y no se acaba nunca. A veces me sorprendo sonriendo mientras tengo la mirada perdida. Porque mis ilusiones son sueños. Son fantasías que extraigo de los retazos que conforman mi cotidianidad. Los coso con nostalgia, con ese romanticismo ciclópeo que tengo enterrado en el sótano de la realidad. A veces me recorre la cara una lágrima sollitaria. Es una estrella fugaz. Un sueño que se desvanece en el ocaso de la nada.


No se puede vivir sin amigos. No se puede vivir en soledad. Pese a que a veces me líe la manta a la cabeza y tengan que venir a sacarme de debajo de la cama. De dentro de mi concha. De los confines de la muralla que delimitan mi fragilidad. Los amigos te soportan, te recogen y te levantan. Te obligan a caminar cuando quieres descansar. Besos como mariposas. Brazos que sostienen el universo. el peso de nuestros mundos en constante rotación. como bolas de billas, nos deslizamos por un inmenso tapete verde y chocamos las unas con las otras en movimiento con caducidad. A veces nos vemos abocados a un agujero negro. Siempre hay alguien que corre rápido para evitarlo. Movimiento perpetuo. Soy sin duda, una bola rayada.


No se puede vivir sin corazón. No se puede vivir con el corazón roto. Porque eso no es vida. Es sólo una sucesión de días, de sufrimiento, de angustia... El jarrón que estalla en mil pedazos ya no guarda flores en su interior. Un corazón roto te convierte en un ser en la no vida. Sin amor no se puede vivir. Sin su motor, el coche no avanza. Pero tenemos suerte. El corazón es un órgano que se regenera. Como el brazo de una estrella de mar. Lo cortan, lo laceran, y él insisitente, vuelve a crecer. El corazón es testarudo. Es el secreto de su supervivencia.


No se puede vivir sin ti. Porque la vida así me ahoga. La pena toma las riendas y me pierdo dentro de mí. No se puede vivir sin oir tu voz. Sin escuchar tus absurdas contradicciones. Sin ver como crece la persona que llegarás a ser. Sin saborear el placer de ver tu sonrisa. Sabiendo que cuando el tiempo llega tormentoso, no estarás a mi lado. Cuando echarte de menos es lo diario.


No se puede vivir sin amor. No se puede vivir en un sueño. No se puede vivir sin amigos. No se puede vivir sin corazón. No se puede vivir sin ti.